En varios países de Nuestra América han retornado electoralmente las opciones de izquierda o cercanas a ella, configurando una situación parecida a la que se experimentó la región en la primera década del siglo. Pero ¿se puede hablar de una segunda ola de progresismo? ¿Los actuales líderes calzan los puntos de los presidentes que lideraron aquella primera época?

Sobre este punto se desarrolló el programa Desde donde sea, que conduce el filósofo y comunicador político venezolano Miguel Ángel Pérez Pirela.

En términos personales, el también director del portal laiguana.tv  tiene muchas dudas al respecto, pues estima que los líderes de izquierda que han logrado ascender al poder en sus países, mantienen posturas tímidas o ambiguas, parecen empeñados en agradarle a la derecha y en no molestar a Estados Unidos, lo que, de entrada, significa grandes diferencias con respecto a los mandatarios del primer decenio.  

“Queremos revisar el clima, la temperatura política de los gobiernos de izquierda, progresistas o populares (póngale usted el adjetivo que le guste) en Latinoamérica. La llamarada que se encendió a principios del siglo XXI, cuando importantes figuras de la izquierda se establecieron en el poder y trajeron nuevos aires, fue una época dorada para la región con reivindicaciones constitucionales y laborales, con crecimiento económico exponencial, con la creación de sistemas sanitarios y la construcción de infraestructuras. Fue una época ganada que lamentablemente los gobiernos de derecha que vinieron después desmontaron tanto en lo referente a los procesos políticos como a la integración”, aseveró Pérez Pirela.

“En lo que respecta a la integración, nos quedamos dormidos en los laureles, pensamos que la Unión de Naciones de Suramérica (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), Petrosur, Telesur y otras iniciativas eran puntos de llegada y no de salida. El sueño de ver a Nuestra América unida, fundamentada en la concordia y la paz se quedó estancado. Recordemos que esos mecanismos diplomáticos propios funcionaron muy bien. Hubo intentos de derrocamiento en Bolivia y Ecuador que fueron resueltos mediante diálogos más allá de Estados Unidos, y del mecanismo imperial de la OEA. Luego vinieron gobiernos de derecha como los de  Piñera, Macri y Bolsonaro. Ahora parece que nuevamente surgen gobiernos de izquierda, pero con características muy diferentes. No podemos meter en el mismo paquete a este señor (Gabriel) Boric, que hoy aterrizó en California para participar en esta Cumbre excluyente. No lo podemos comparar con un López Obrador”, dijo el moderador.

“No podemos caer en la trampa histórica de pretender equiparar la izquierda de la primera década con otras izquierdas inodoras, insípidas e incoloras –planteó-. Debemos abrir el debate sobre las izquierdas en América Latina para que no suceda lo que en Europa, donde las izquierdas pasaron a ser centroderecha y la derecha se hizo ultraderecha. Lo que Europa llama la extrema izquierda, no es otra cosa que la izquierda tradicional. Cuidado nos venden una izquierda  sin banderas antiimperialista y sin reivindicaciones sociales”

Para comenzar la presentación, apeló como de costumbre a El Iguanazo, la caricatura de Iván Lira, exclusiva para laiguana.tv, que muestra al Tío Sam con las manos sobre las orejas y la leyenda: “Los pueblos alzan la voz, ¡tápense los oídos!”.

El cuadro actual
Sucesivas victorias de liderazgos de izquierda en América Latina han sido interpretadas como el indicio de que soplan nuevos aires en la región tras una década de avances significativos de las derechas y ultraderechas, retrocesos visibles en la democracia y la remoción o intentos de derrocamiento de mandatarios no alineados a Washington a través de diversos mecanismos. 

En paralelo, los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua son empleados como muestra de un supuesto «autoritarismo de izquierda» que encarcela y persigue indiscriminadamente a toda disidencia, violenta repetidamente los derechos humanos y socava la democracia, al tiempo que hunde a sus ciudadanos en la miseria. 

En rigor, desde el triunfo de la revolución Cubana, el país ha sido usado como «mal ejemplo» continental de supuestas derivas antidemocráticas, pero en los últimos años ha tenido que ceder su sitio a Venezuela, devenida en un demonio para la mediática hegemónica occidental, que encarna el supuesto fracaso de las fuerzas de izquierda en el gobierno.

Los peores efectos geopolíticos han sido el debilitamiento de alianzas y mecanismos de integración regional y la satanización de todo discurso que prometa un poco más que la lucha abstracta contra la desigualdad. 

Pese a ello, los últimos años han ganado elecciones líderes cuyas políticas se inscriben dentro del amplio paraguas del progresismo, tales como Andrés Manuel López Obrador en México, Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile. 

En el futuro cercano, la lista podría engrosarse con los eventuales triunfos de Gustavo Petro en Colombia y Luiz Inácio «Lula» Da Silva en Brasil. Y si se tira la soga más lejos, podrían añadirse en determinados entornos a los presidentes Nicolás Maduro (Venezuela), Miguel Díaz-Canel (Cuba) y Daniel Ortega (Nicaragua).

Así las cosas, vale la pena preguntarse si este regreso de la izquierda realmente supondrá una articulación mayor en agendas comunes y un desprendimiento al menos parcial de los dictámenes de la Casa Blanca, como en buena medida ocurrió durante el llamado primer ciclo progresista de inicios de siglo.  

Gustavo Petro, ¿esperanza de Colombia?
La victoria de Gustavo Petro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia con más del 40 % de los votos, es valorada casi unánimemente como el primer paso de un cambio de orientación del país, que ha estado gobernado por élites desde su independencia de la corona española y controlado desde hace dos décadas por la ultraderecha uribista. 

Sin embargo, su victoria en el balotaje podría verse comprometida porque Rodolfo Hernández, su contendor, es presentado hábilmente como un ‘outsider’ de la política –cosa que solo es muy parcialmente cierta– y los votantes no lo asocian de inmediato con las castas políticas colombianas, aunque claramente representa sus intereses. 

Poco más de una semana después de esa primera cita electoral, el panorama sigue siendo muy incierto y en cualquier situación, las fuerzas políticas y sociales aglutinadas en torno al Pacto Histórico tendrán que hacer frente a multitud de dificultades para avanzar un gobierno capaz de honrar las promesas de campaña. 

A este respecto, en conversación exclusiva con laiguana.tv, la periodista Patricia Villegas, directora de la cadena multiestatal Telesur, advirtió que si Petro triunfa en las urnas el próximo 19 de junio, el uribismo haría todo lo posible para frenar o boicotear sus iniciativas.

A su parecer, este siniestro plan perseguiría anular la opción progresista del Pacto Histórico, al dejar en evidencia su supuesta incapacidad para gobernar, argumento que ya ha sido usado para demonizar a otros gobiernos izquierdistas de la región.

En cualquier caso, Villegas alerta que aún si la opción progresista consiguiera imponerse por la vía de los votos, tendría que enfrentarse a una institucionalidad que responde al uribismo, con la clara conciencia de que esa realidad no puede modificarse automáticamente.

En la práctica, esto implica que instituciones y posiciones clave estarán controladas por funcionarios comprometidos con un proyecto político que es el reverso de todo cuanto Petro y su compañera de fórmula, Francia Márquez, representan. 

El programa de gobierno del Pacto Histórico se alinea en la tradición progresista que apuesta a la disminución de la desigualdad, considerada por el Banco Mundial como la más alta de la región, reemplazar la energía producida por hidrocarburos por energías verdes, proteger el medio ambiente y garantizar derechos sociales largamente violentados. 

Bajo el punto de vista de esta alianza, el incremento en la inversión pública destinada a la educación –particularmente la universitaria– se considera el pilar fundamental para que los ciudadanos colombianos superen la pobreza y accedan a mejores condiciones de vida. 

Más allá de propagandas, el aspirante presidencial ha aclarado muchas veces que su proyecto político no es socialista, que no atentará contra la libertad empresarial y tampoco contra la propiedad de los medios de producción. Incluso  prometió ante un notario que no expropiaría empresas ni tierras. 

Presentó un fragmento del programa Entre líneas, de Nailé Manjarrés, en el que se planteó la satanización a la que ha sido sometido Petro por ser de izquierda y supuesto representante del castrochavismo. Reivindicó su interés por el rescate de la cultura colombiana, más allá de la droga, y recordó que cuando estuvo clandestino, uso el nombre garciamarquiano de Aureliano. En ese sentido lo comparó con otros candidatos que, a lo sumo, habrán leído Cien años de soledad, algo que Pérez Pirela, incluso, puso en duda.

El escenario no polarizado que ha de enfrentar la fórmula Petro-Márquez en la brevísima campaña para la segunda vuelta, le obliga al Pacto Histórico a tejer alianzas, a atemperar discursos que podrían ser considerados demasiado radicales y a convencer a quienes aun queriendo un rumbo distinto para Colombia, ven en la propuesta progresista un camino incierto. 

En una jugada ajedrecística, Gustavo Petro propuso a su rival que independientemente de quien resultare ganador, suscribieran un acuerdo político de gobierno para «todos», en virtud de los intentos de Hernández por copiar el programa político del Pacto Histórico. 

La oferta podría interpretarse de varias maneras, pero sin especular demasiado, es claro que el Pacto Histórico está apuntando hacia un sector de indecisos y abstencionistas, de cara a un resultado que promete ser ajustado.

Así las cosas, según el sondeo que se consulte, la ventaja se otorga a uno u otro candidato, pero la diferencia entre el primero y el segundo lugar no supera los tres puntos, al tiempo que los indecisos representan casi el 10 % de los votantes. 

Todo eso hace que el escenario sea incierto y que sea muy cuesta arriba predecir quién sucederá a Iván Duque en la Casa de Nariño el próximo 7 de agosto. 

Para ilustrar este punto, consignó un titular laiguana.tv: Presidenciales de Colombia: así van las encuestas de preferencia entre Petro y Hernández.

El texto de la noticia indica que una encuesta realizada por Centro Nacional de Consultoría (CNC) entre el 31 de mayo y el 2 de junio en 50 municipios Colombianos, asegura que 44,9 % de quienes votarán en el balotaje lo hará por el Pacto Histórico, mientras que 41 % daría su voto a Rodolfo Hernández. 

No obstante, Telesur reseña que en términos de programa de gobierno, solamente el 20,4 % se sentía identificado con lo que proponen Gustavo Petro y su alianza, al tiempo que apenas 1,7 % manifestó lo mismo en favor de Hernández. 

En negro sobre blanco, esto significa que en este tramo de la campaña, la mayor parte de los electores decanta sus preferencias hacia aspectos basados más en la emoción que en la racionalidad. Es decir, se vota por un candidato más que por su propuesta. 

Este aspecto fue abordado por Patricia Villegas en la referida entrevista.  El lenguaje de Hernández es más emocional y ese es uno de los puntos débiles de Petro: su ultrarracionalidad.

De allí que el Pacto Histórico no pueda cobrar saldos de respaldos como el del expresidente brasileño Luiz Inácio «Lula» da Silva, el presidente chileno Gabriel Boric o de figuras como el filósofo esloveno Slavoj Zizek y se vea forzado a lograr que la gente común y corriente se identifique con sus ideas o al menos vea en ellas una esperanza que represente sus aspiraciones. 

En entrevista con el periodista Clodovaldo Hernández para su espacio Cara a cara, la activista colombo-venezolana Karen Dávila, perteneciente al Comité de Mujeres con Francia Márquez, señaló que la escasa cultura política que reina en Colombia, beneficia a opciones engañosas como la de Hernández, que descaradamente se ha colgado del programa de Petro y lo presenta como propio. 

Desde otro ángulo, la apuesta por despolarizar el discurso en aras de ganar en una segunda vuelta –a la que ya apelaron otros, como Gabriel Boric– puede ser riesgosa, en virtud de que el mensaje corre el riesgo de desdibujarse y caer en saco roto, al hablarle a un elector que solamente existe en la imaginación. 

En este orden, Alfredo Serrano Mancilla, director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) advierte que en regiones tan desiguales como América Latina, es imposible concebir a un «votante típico» y defender unos intereses «promedio». 

«Se interpela a una sociedad que no existe. Se le habla a una clase media como mayoritaria cuando lo que hay es una mayoría que está empobrecida», apunta Serrano Mancilla.

A su parecer, lo que llama «nuevo progresismo latinoamericano» debe intentar a toda costa escapar de «la idea de un ‘centro’ como espacio predominante, pues se cae en la paradoja de «asumir que se gobierna en un país, pero la gente vive en otro».

Pérez Pirela presentó un cuadro comparativo de datos entre las gestiones de Petro y Hernández como alcaldes (de Bogotá y Bucaramanga). En el cotejo, Petro sale victorioso ampliamente.

Gabriel Boric: una cosa es ser gobierno y otra, oposición

Sobre este segundo aspecto del tema, El Iguanazo de Iván Lira presenta a un personaje bifronte con los colores de la bandera chilena: la cara que mira a la izquierda de la imagen dice: “Antes, los presidentes vivían una luna de miel al inicio de su mandato”; mientras el otro rostro agrega: “Ahora les piden el divorcio sin haber asumido el poder”.

El comentario que formula Alfredo Serrano Mancilla se presenta como riesgo, aunque ya parece dolorosa realidad en el caso de Chile, que el pasado mes de diciembre eligió al presidente Gabriel Boric con amplia mayoría (55 % de los votos en el balotaje), en función de las expectativas de cambio que logró crear. 

Para ganar adhesiones a la segunda vuelta, el joven candidato matizó algunas de sus propuestas, sacó provecho de su juventud y apeló a un discurso pretendidamente pragmático y renovador para echar mano del legado de los gobiernos de izquierda en la región. 

Además, en buena medida amarró el éxito su programa al de la Convención Constitucional, encargada de redactar una nueva Constitución, que los grupos sociales y políticos que respaldaron su candidatura se encargaron de impulsar.  

No obstante, a pesar de haberse alzado con el Poder Ejecutivo chileno y de ser una de las caras más visibles de una generación que exigió cambios sociales estructurales, con poco menos de cuatro meses en el poder, su imagen ha sufrido un deterioro considerable, tal y como refleja una encuesta de finales de mayo elaborada por la consultora Cadem. 

El sondeo revela datos inquietantes: casi seis de cada 10 chilenos desaprueba la incipiente gestión de Gabriel Boric (7 % más que la medición correspondiente al mes de abril de 2022) y 41 % desconfía de sus capacidades para llevar adelante su programa de gobierno. 

Este desplome en su popularidad podría tener varias causas, entre las que no puede omitirse un exceso de entusiasmo del electorado chileno en relación con la rapidez de los cambios que ofreció y la capacidad real de llevarlos a cabo, con un Congreso que goza de importantes prerrogativas y cuya correlación de fuerzas acaba siendo favorable a la derecha. 

Del mismo modo parece atentar en su contra el hecho de haber prorrogado el estado de excepción en el sur del país para aplastar a las comunidades mapuche, históricamente violentadas por Santiago, pese a que esgrime la defensa y el respeto de los derechos humanos como una bandera irrenunciable, que a menudo usa para atacar a los gobiernos de Venezuela, Cuba o Nicaragua. 

El foco del conflicto es el mismo de siempre: la expoliación de las tierras ancestrales de los mapuches por parte de empresas forestales y agrícolas. Lamentablemente, la respuesta del estado conducido por Boric ha sido estrictamente la misma que la de sus antecesores: reprimir y criminalizar a los manifestantes. 

Sin embargo, la presentación de su primera cuenta pública a finales de mayo, favoreció ligeramente al gobernante, pues su aprobación subió a 44 % y su desaprobación cayó 10 puntos (47 %), al tiempo que la confianza en su administración se ubicó en torno al 50 %, nivel similar al que exhibía al inicio de su gestión. 

Según reportes de medios occidentales como DW, el picado en la popularidad de Boric también se debería a que cerca del 50 % de quienes lo apoyaron en el balotaje de diciembre de 2021, lo hicieron para evitar que ganara el ultraderechista José Antonio Katz, más que porque simpatizaran con su proyecto. 

En cualquier caso, la proximidad de la gestión de Boric con la del derechista Sebastian Piñera no parece limitarse exclusivamente al manejo del conflicto con el pueblo mapuche, sino que se extiende a otros asuntos como la migración, particularmente la venezolana. 

Así las cosas, el mandatario no solo mantuvo la militarización de la zona norte del país, sino que con algunos matices discursivos, no ha dado muestras de desprenderse de la política antiimigrantes que implementó Piñera en el tramo final de su último mandato. 

Este aspecto se observa en el titular de laiguana.tv «Chile no puede darle Casa, trabajo y sustento a la comunidad venezolana»: aseguró Boric.

En una entrevista concedida este lunes a la cadena Univisión, Boric dijo que Chile, como cualquier otro país, era incapaz de absorber el flujo de migrantes venezolanos y aseguró que su gobierno no sería capaz de ofrecer casa, trabajo y comida a la comunidad venezolana. 

 «Hoy día son Colombia, Perú y Chile los principales países de destino de la emigración venezolana», indicó, antes de clamar por apoyo regional para atender el problema, que en sus dichos, ha de enfocarse «desde una perspectiva de derechos humanos», si bien no explicó en qué medida la militarización y el incremento de la xenofobia aportan en esa dirección. 

Por otra parte, así como la Convención Constitucional fue una inestimable bandera que lo condujo a La Moneda, las dificultades y fallos en su desarrollo –largamente explotados en la prensa derechista– también han jugado lo suyo. 

Empero, la pérdida de apoyos del que fuera uno de sus principales impulsores también ha puesto en cuestión la aprobación de la nueva Constitución, que deberá votarse en un plebiscito fijado para el próximo 4 de septiembre. 

El más reciente sondeo de Cadem aparecido este 6 de junio indica que aunque el 50 % de los chilenos cree que la opción «apruebo» ganará, 37 % opina que se impondrá el rechazo. De concretarse este escenario, continuará en vigor la Carta Magna redactada por la dictadura de Augusto Pinochet. 

En términos de intención de voto, la opción «apruebo» tiene aún un largo camino por recorrer, pues apenas supera el 40%, al tiempo que la alternativa «rechazo» alcanza el 45 %. 

Esto vaticina un escenario altamente polarizado donde los actores menos ideologizados serán decisivos para aprobar un texto constitucional que quizá contenga más cambios que los que la sociedad chilena estaría dispuesta a admitir o que solo apoyaría parcialmente, una opción que no está contemplada en el mecanismo elegido para refrendar la nueva Constitución. 

El nuevo texto abarca 499 artículos distribuidos en 11 capítulos, en los que se plantea una refundación radical del Estado chileno sobre las premisas de la justicia social, el plurinacionalismo, el feminismo y la democracia, como explica la constituyente Carolina Videla Osorio, perteneciente a movimientos sociales. 

El enfoque garantista recogido por los miembros de la Convención Constituyente sin dudas ofrecería un marco privilegiado para la construcción de un modelo político que supere al neoliberalismo heredado de la dictadura, pero no resulta suficiente para que puedan ponerse en marcha todas las iniciativas planteadas en el corto y ni siquiera en el mediano plazo.  

Esto no quiere decir que la aprobación de esta nueva Constitución no sea un aspecto central para la consolidación de un nuevo esquema de gobierno, como lo fueron en su día las cartas magnas aprobadas en Venezuela, Ecuador y Bolivia durante el primer ciclo progresista, sino que hay que considerar las particularidades del gobierno de Boric, al que se ha asumido internamente como una transición. 

En este marco, su capacidad para implementar una agenda realmente rupturista se ve claramente forzada, no solo porque la propuesta progresista no cuenta con un respaldo irrebatible –antes bien, podría considerarse que fluctúa según el tema del que se trate–, sino porque está obligado a consensuar con sus adversarios para poder avanzar en alguna dirección. 

Desde el punto de vista del liderazgo regional, Gabriel Boric tiene a su favor su juventud y el hecho de que se le presenta como una cara nueva de la izquierda latinoamericana, despojada de «dogmatismos» y «extremismos», pero justamente por eso, su capacidad para construir alianzas entra en terrenos pantanosos. 

Así las cosas, decidió que su primera gira internacional lo llevaría a la Argentina de Alberto Fernández y aunque ha manifestado su interés en acercarse al gobierno de Luis Arce y este acudió a su toma de posesión, la disputa por la salida al mar de Bolivia ha dejado esta idea en el plano de las buenas intenciones. 

Boric también ha expresado públicamente que vería con buenos ojos el triunfo de Gustavo Petro y de Luiz Inácio «Lula» da Silva, dos escenarios que lucen probables, pero que aún no se concretan.  

El «nuevo progresismo» en América Latina
Este nuevo repunte de los gobiernos progresistas en América Latina debe examinarse con cuidado, sobre todo porque median importantes diferencias entre este tiempo y el que corría una década atrás, tanto en términos de las agendas programáticas, los objetivos políticos y la correlación de fuerzas, como del momento geopolítico. 

En la primera década del siglo, convergieron en tiempo y espacio mandatarios como Hugo Chávez, «Lula», Néstor Kirchner, Fernando Lugo, Evo Morales, Tabaré Vásquez, Pepe Mujica y Rafael Correa, quienes lograron que las posiciones antiimperialistas, nacionalistas y defensoras de la unidad latinoamericana no fueran solo una excepción discordante en el orden establecido y que Nuestra América hablara con voz propia. 

Sobre este tiempo, en data reciente «Lula» da Silva lo calificó como el momento de «mayor democracia» en el continente, pues en buena medida esos gobiernos lograron responder a los anhelos populares de cambios estructurales en  sociedades duramente golpeadas por el neoliberalismo. 

Sin embargo –y sin desmedro del liderazgo de ninguna de estas figuras–, es claro que esa ola progresista comenzó a declinar tras el deceso de Hugo Chávez,  cuyas iniciativas marcaron, para bien o para mal, el resto de las agendas progresistas en el continente y más allá. 

A ello también se sumó el desgaste propio del ejercicio del poder –todos los mandatarios fueron reelectos por amplia mayoría, bajo la tesis del buen gobierno–, la acumulación de fallos de gestión convenientemente aprovechados por las fuerzas de la derecha, numerosos escándalos de corrupción y la judicialización de los líderes. 

En este momento, es claro que no hay ningún gobernante capaz de aglutinar e impulsar una agenda común de la izquierda de la manera en que pudo hacerlo Hugo Chávez y por eso la demonización del gobierno de su sucesor, Nicolás Maduro, ha sido decisiva para imposibilitar la idea de una izquierda latinoamericana con objetivos estratégicos compartidos.

Acaso «Lula», por su condición de figura histórica y referencia obligada, podría fungir como mediador entre esas izquierdas latinoamericanas que están mucho más enfocadas en atender problemas internos agravados por la pandemia, antes que prometer un cambio de sistema o confrontar directamente a los Estados Unidos. 

Pero para eso primero tendría que vencer a Jair Bolsonaro en las elecciones del venidero mes de octubre y es evidente también que de resultar ganador, tendrá un margen de maniobra mucho menor que el que ostentó en sus dos administraciones previas, vistos los consensos a los que ha tenido que recurrir.  

Si bien no cabe duda que el exmandatario figura como el gran favorito, hay que leer la letra pequeña en esa ventaja. Como Petro o Boric, en esta ocasión, «Lula» estará caminando en una cuerda floja, pues requiere del voto no polarizado para derrotar categóricamente a Bolsonaro, aun al riesgo de debilitar su propia base de apoyo. 

Desde otro ángulo, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha logrado reflotar importantes debates relacionados con la integración regional, ha plantado cara a la injerencia estadounidense y ha devuelto a la palestra a organizaciones como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.

Empero, aguas adentro y por motivos varios, la gestión de AMLO ha avanzado poco en corregir la desigualdad, la violencia ligada al narcotráfico, los feminicidios y otros flagelos sociales, que hacen que la Cuarta Transformación sea más una declaración de intenciones que un proceso activo de cambios apreciables en el corto o en el mediano plazo. 

Argentina, otro actor regional de peso, está completamente atrapada en la gestión de la deuda adquirida por Mauricio Macri. Su presidente, Alberto Fernández, ha tenido posturas tímidas y ambivalentes en materia de política exterior, según el viento que ha soplado en las negociaciones con los acreedores. 

Reflexiones y puntos para el debate
Durante la presentación de la investigación, Pérez Pirela expresó sus reflexiones y puntos de vista que abren caminos para el debate.

“Venezuela y Cuba son tomados en todas las elecciones como el mal ejemplo. Pero ya esa estrategia no está funcionando. Es cierto que a Venezuela le ha tocado el papel histórico que primero le tocó a Cuba: si llegaron Chávez, Lula, Kirchner y Correa fue porque Cuba aguantó por décadas como referencia revolucionaria. Lo mismo que ha ocurrido luego con Venezuela, que ha sido una especie de escudo político de izquierda, ha contenido la arremetida de la derecha mientras cayeron los gobiernos de izquierda en Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Paraguay. ¿Cuántos no le hicieron funerales anticipados a Venezuela?”, se preguntó.

 Sobre las elecciones colombianas, recordó que Uribe llegó al poder como una supuesta alternativa a los gobiernos derechistas bogotanos y abrió la puerta a que las oligarquías de la provincia alcanzaran el gobierno central. Ahora aparece Hernández, como otra supuesta referencia del interior del país  “Lo dijimos la semana pasada con Patricia Villegas: Rodolfo Hernández trata de venderse como el cambio, que era la consigna de Petro. No es otra cosa que el candidato de Uribe”

Insistió en que “si dejan llegar a Petro a la presidencia, su vida está en peligro”. Y advirtió que harán toda clase de maniobras para evitar que cumpla su plan de gobierno, para lo cual cuentan con casi todos los poderes públicos. “Independientemente de quien gane, el uribismo amarró toda la institucionalidad colombiana”.

Comentó los más recientes mensajes de Petro, en la campaña para la segunda vuelta. “No tengan la menor duda que busca torpedear la oferta fundamental de Hernández, que es la anticorrupción, una oferta que es de la boca para afuera porque el mismo candidato está acusado de muchas irregularidades. En cambio Petro tiene autoridad en esa materia porque ha puesto su pellejo por esta lucha”.

Insistió en el tema comunicacional, clave para la breve campaña electoral. “Lo que está diciendo Petro tiene contenido, es cierto, es interesante, pero muchas veces le falta emoción y  apareció este supuesto outisder acusado de corrupción y misógino  con videos de TikTok, que es más que nada para adolescentes, y se les metió en la segunda vuelta ”.

Ironizó sobre el hecho de que Petro haya jurado ante un notario público que de llegar al gobierno no expropiará empresas ni tierras. “Hay que llevar a ese mismo notario a todos los países de la OTAN para que dejen de robar a manos llenas a los países del sur del mundo, incluyendo el oro venezolano, y bienes de Siria, Libia y tantas otras naciones, incluyendo ahora a Rusia. ¡Vaya que chantaje  ese de decir que por ser de izquierda está en contra de la propiedad privada! Eso lo hemos visto en Venezuela, a pesar de que el artículo 115 de la Constitución Bolivariana habla de la propiedad privada. Hablar de ella y respetarla no quiere decir excluir otro tipo de propiedades, como la social, la comunal. No son lo mismo ni se cocina igual”.

“La campaña mediática contra Petro no tiene precedente en Colombia. Los tiene en Venezuela, con las campañas contra Chávez y Maduro, pero no allá –puntualizó-. Es de una violencia, una suciedad, una vulgaridad que preocupa. Se oyen comentarios diciendo que si los colombianos eligieron al bobo del pueblo (Duque) y si ahora eligen a Hernández, algo está demasiado mal en ese país”.

Alertó que según las encuestas, en estos momentos hay un empate técnico entre los dos candidatos, lo que significaría que a Petro lo van a robar si gana, pues el uribismo controla todos los organismos que deciden al respecto. “Esta elección pinta muy feo porque el sistema electoral colombiano es proco menos que prehistórico”, enfatizó.

Añadió que con la campaña de Petro se demuestra de nuevo que las izquierdas caen en el chantaje de las derechas a la hora de hacer sus ofertas electorales. También queda en evidencia que el mecanismo de las segundas vueltas funciona en América Latina como un arma para que las coaliciones de derecha puedan ganar con candidatos menos populares.

 En cuanto al caso de Gabriel Boric, opinó que  “es un personaje un tanto gris que está demostrando que, desgraciadamente, en Nuestra América los gobiernos de izquierda se comportan como si fueran de derecha”.

 Dijo que dirigentes como Boric utilizan el discurso progresista para llegar al poder, pero una vez en él, ese discurso parece molestarles. “Si usted llega al poder con promesas de izquierda, no puedes actuar luego como si la izquierda le oliera mal”.

Un ejemplo de esto es el proceso constituyente chileno,  que ha sido motorizado por las fuerzas progresistas y que impulsó a Boric a la presidencia. “Sería el colmo que por culpa de Boric se pierda el esfuerzo de la nueva Constitución y siga vigente la carta magna pinochetista. Su gobierno le está haciendo daño a la única opción de cambio que tiene Chile”.

Rememoró que el proceso constituyente venezolano fue un emblema pionero a principios de siglo, aunque de eso personajes como Boric prefieren no hablar.

Subrayó que “un gobierno de izquierda que asuma el poder y le tenga miedo a la derecha, está frito, y concretamente, en Chile, si alguien de izquierda quiere gobernar para caerle bien a El Mercurio, está muy mal encaminado”.

Al analizar las posturas asumidas por Boric en el tema de la migración venezolana, Pérez Pirela se preguntó si es, en verdad, de izquierda ese gobierno. “Da vergüenza admitir que la política migratoria de Boric es parecida a la de Piñera. Si esa frase de que Chile no puede darle casa, comida y trabajo a los venezolanos no es de un gobierno de derecha, díganme que es”.

 Agregó que la postura de Boric se parece a la de Duque, quien ha hecho mucho dinero con los migrantes venezolanos, solicitando fondos a organismos internacionales, pero sin atender a esas personas.

Deploró la situación de Chile, al que calificó como “un país con una educación completamente privatizada, con una historia contemporánea borrada y que ha formado durante décadas a sus ciudadanos en el pinochetismo, a lo que se agrega la tibieza de Boric que juega contra la nueva Constitución”.

Expresó que es especialmente cuestionable la actitud de Boric ante el conflicto con los mapuches. “Una cosa es tratar de llegar a un consenso y otra es parecerse a su antecesor. Una cosa es mediar frente a un Poder Legislativo y otra es crear políticas contrarias a los mapuches. Está cayendo en el chantaje histórico de la derecha”, sostuvo.

En conclusión, señaló que Boric se parece más a Michelle Bachelet que a Lula, Chávez o Kirchner.

Con respecto al inminente retorno de Lula, relató que la primera vez que vio al líder brasileño fue cuando visitó la Sorbona y ofreció un discurso monumental. “Creo que hoy en día mantiene la misma fuerza. Recordemos que Lula fue hecho preso de forma completamente injusta, sacaron a su sucesora y fue así como terminó un Bolsonaro en el poder”

Recalcó que la elección presidencial brasileña es fundamental para determinar el rumbo de las izquierdas en Nuestra América.

Respecto a AMLO, valoró que ha defendido a Cuba y tuvo una posición vertical sobre la Cumbre de las Américas, aunque  sobre la migración se alineó con la política de EE.UU.

En cuanto a Alberto Fernández, dijo que “es un peronista de izquierda, pero ha estado alineado con EEUU sobre Venezuela y solo cambió el tono cuando Washington decidió aliviar un poco las sanciones por otras razones”.

Al redondear su punto de vista sobre el tema en general, dejó en el aire las interrogantes de si será que hay izquierdas buenas e izquierdas malas, o izquierdas reales e izquierdas fingidas

“Tenemos que abrir el debate sobre las izquierdas en América Latina para que no suceda lo que en Europa, donde las izquierdas pasaron a ser centroderecha y la derecha se hizo ultraderecha. Lo que Europa llama la extrema izquierda,  no es otra cosa que la izquierda tradicional.  Debemos tener mucho cuidado porque nos venden una izquierda incolora, insípida e inodora, sin banderas antiimperialista y sin reivindicaciones sociales”.

 Insistió en interrogar: “¿Estas izquierdas se parecen a las de inicios de siglo en términos de verticalidad ideológica?” y reflexionó: “Si la izquierda va a basar su acción en contentar o imitar a la derecha, la gente va a votar por el original y no por la copia”.

Materiales audiovisuales y de redes

Durante el programa se presentaron los siguientes materiales audiovisuales y de redes sociales:

  • Video de Al Mayadeen: Élite colombiana fuera de la carrera presidencial. 
  • Video de Desde donde sea tips: análisis Patricia Villegas gane quien gane: el uribismo controla todas las instituciones de Colombia y no las va a soltar. 
  • Tuit de Gustavo Petro. 
  • Video de Nexo Latino: Presidenciales en Colombia: ¿habrá una alianza Petro-Hernández? 
  • Video de Cara a cara, entrevista a Karen Dávila. 
  • Tuit de Cadem resultados de encuesta: rechazo a Boric.  
  • Video de Al Mayadeen: ¿Qué pasa en la Araucanía chilena?
  • Tuit de Cadem sobre intención de voto plebiscito nueva constitución. 
  • Video de la Convención Constituyente de Chile. 
  • Tuit de Gabriel Boric sobre la reelección. 
  • Video Nexo Latino: Bolivia y Chile, ¿de nuevo amigos?; todo depende del mar. 
  • Video de Telesur: intervención de Lula da Silva. 
  • Video de Nexo Latino sobre elecciones en Brasil. 
  • Video de Telesur: declaraciones AMLO en la Celac. 
  • Video de Al Mayadeen: Perú en medio de la inestabilidad política.
  • Tuit Luis Vicente León sobre candidatura de Maduro en 2024. 

(LaIguana.TV)