La llegada a aguas venezolanas del buque griego Aframax Minerva Zoe, de bandera griega y fletado por la petrolera italiana Eni, era la prueba que se requería para corroborar que los rumores sobre una inminente relajación de las sanciones por parte de EEUU a Venezuela eran ciertos. Con ello, se verifica que las informaciones que circulan en este sentido son reflejo del creciente proceso de desmantelamiento de la política trumpista de «máxima presión» sobre el país suramericano. 

Ya no se trata solo de declaraciones de alguna vocería estadounidense que, tratando de digerir las posiciones de la Casa Blanca en torno a Venezuela, no terminan de aclarar las decisiones reales que se están tomando. Tampoco de las informaciones de los medios internacionales, siempre soportadas por «fuentes anónimas». La llegada del mencionado buque, ocurrida el pasado viernes, es un hecho al que no le caben muchas interpretaciones: las petroleras europeas están retomando su abastecimiento en los terminales venezolanos. 

Si bien la mediática internacional, especialmente Reuters y Bloomberg, venían advirtiendo de esta atenuación de las medidas de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), todavía algunos subsecretarios y voceros de prensa de la Casa Blanca se escudaban en el reconocimiento que el presidente de EEUU, Joe Biden, sigue otorgando a Juan Guaidó como «presidente encargado» de Venezuela para eludir las críticas que los sectores conservadores, tanto republicanos como demócratas, lanzaban sobre un todavía hipotético giro sobre Caracas. 

Que sean las petroleras europeas las que rompen el bloqueo que arreció en 2019 contra Venezuela no es pura casualidad. La crisis energética ocasionada por el conflicto en Ucrania hace que el Viejo Continente, principal afectado, pida a EEUU paliar la «sensación de inseguridad» en torno a la escasez y los altos precios del petróleo, por lo que necesitan nuevas fuentes de abastecimiento. Y Washington ha accedido a la demanda europea. 

La llegada del barco ocurre sin una explicación política por parte de los gobiernos europeos y norteamericanos que aplicaron las sanciones durante varios años, debido a lo penoso que significa revertir todo el andamiaje discursivo. 

Que sea una empresa italiana, Eni, quien inaugura el nuevo «estatuto legal internacional» del país suramericano, tampoco es casual. El Gobierno italiano fue uno de los pocos en Occidente que no se plegó a la narrativa de EEUU cuando trató de implementar el «gobierno paralelo», presidido por Guaidó.  

Está previsto que el buque cargue en los próximos días 650.000 barriles de crudo diluido en la terminal del complejo petroquímico e industrial General José Antonio Anzoátegui. Este ha sido célebre, recientemente, debido al libro publicado hace semanas por el secretario de Defensa del expresidente Donald Trump, Mark Esper, quien develó que algunos funcionarios del entorno presidencial propusieron bombardearlo para infligir daño al Gobierno venezolano. Desde ese puerto, ahora, sale crudo liviano hacia Europa. 

La llegada del barco ocurre sin una declaración oficial o explicación política por parte de los gobiernos europeos y norteamericanos que aplicaron las sanciones durante varios años, debido a lo penoso que significa revertir todo el andamiaje discursivo con el que acompañaron la experiencia de «el interinato», de quienes fueron sus principales impulsores y, por ende, los principales derrotados de su estruendoso fracaso. 

Con las empresas petroleras europeas mirando hacia Venezuela, la diplomacia occidental se contenta –a escondidas– de estar rompiendo el cerco que le impuso el ‘trumpismo’ para la comercialización de petróleo con Venezuela, después de no haber conseguido el cambio de gobierno que se autoprometieron en sus foros internacionales, en los que Venezuela era la causa máxima de la preocupación mundial. 

Después de tanta presión mediática y tanto apoyo a los discursos ‘trumpistas’ sobre Venezuela, el buque Aframax Minerva Zoe viene a estrellar el hielo de las relaciones comerciales de este país y el mundo occidental. 

El impacto económico en Venezuela 

Este evento debe tener un correlato económico de impacto. Si la banca internacional ya vislumbraba un importante crecimiento económico para Venezuela en el año 2022, ahora, con la prueba fáctica del rompimiento «legal» del cerco, se produce el pistoletazo que faltaba para que la economía internacional vuelva a ir colocando a Venezuela dentro de sus opciones reales para la compra de combustible y las relaciones comerciales.  

Si Europa está accediendo a ello, pronto se sumará América Latina. Es algo que ya se percibe en los discursos, mucho más equilibrados, de los actuales presidentes de la región, en los que no queda ni vestigio del agresivo Grupo de Lima, una coalición de gobiernos que quería intervenir de distintas formas sobre Venezuela y cambiar de manera violenta su Gobierno. 

El barco griego es la comprobación concreta que las empresas internacionales van a comenzar a operar con Venezuela, y que los órganos de control impuestos desde EEUU tenderán a disminuir el ahorcamiento y permitir la oxigenación de la industria petrolera venezolana. Al menos por los próximos meses. 

Según reseñan algunos medios, la española Repsol también estaría negociando con el país suramericano y es de esperar que pronto comience el flujo de comercialización de combustible hacia esta empresa.  

Por su parte, la petrolera estadounidense Chevron también ha presionado para que la Casa Blanca le permita renovar la explotación a sus niveles históricos, pero aún no recibe la luz verde para hacerlo, aunque también se prevé el reinicio de su actividad de forma plena. 

Mientras este buque griego navega por los mares venezolanos se produce la idea de que, a fines de año, especialmente después de las elecciones de medio término en noviembre en EEUU, el bloqueo financiero haya cedido de manera importante y el país suramericano avance hacia la recuperación de sus mercados tradicionales. 

(RT)