«Mario», el primer paciente que tuvo acceso al suicidio médicamente asistido en Italia, legalizado por una sentencia del Tribunal Constitucional, falleció ayer por la mañana, anunció la asociación Luca Coscioni, que milita por la legalización de la práctica. El procedimiento de suicidio asistido se realizó bajo supervisión médica y el acompañamiento de la familia y los amigos del paciente, además de abogados de la asociación

Federico Carboni, conocido hasta ayer con el seudónimo de «Mario» para preservar su intimidad, murió a las 11.05 (6.05 hora argentina) de ayer, después de haberse inyectado en su domicilio una droga letal a través de un aparato especial, que tiene un costo de aproximadamente 5.000 euros y para el cual la asociación Luca Coscioni había recaudado fondos, informó la organización a través de un comunicado.

A falta de una ley que regule el acceso a la práctica, el Estado italiano no se hizo cargo de los costos de asistencia al suicidio asistido y dispensación de la droga, a pesar de que la técnica sí está formalmente permitida por el Tribunal Constitucional.

La aprobación de la práctica había llegado el 9 de febrero, con el dictamen sobre la droga y sobre los métodos de «ejecución», luego de casi dos años de presentada la primera solicitud y luego de una larga batalla legal, en la que contó con la asistencia de la asociación Luca Coscioni.

«No niego que lamento despedirme de la vida»

Carboni, de 44 años, trabajaba como camionero hasta que en 2010 tuvo un accidente que lo dejó tetrapléjico y lo llevó a pedir a las autoridades sanitarias de su región, las Marcas, en el centro del país, la autorización para recurrir al suicidio asistido. Actualmente, la ley italiana castiga la ayuda al suicidio con una pena de entre 5 a 12 años de cárcel.

Sin embargo, en 2019, el Tribunal Constitucional, la más alta instancia jurídica del país, introdujo una excepción para «los pacientes mantenidos en vida con tratamientos […] y con una patología irreversible, fuente de sufrimiento físico y psicológico que consideran intolerable, aunque son plenamente capaces de tomar decisiones libres y conscientes”. El cuadro médico de Carboni cumplía con todos esos requisitos.

«No niego que lamento despedirme de la vida, sería falso y mentiroso si dijera lo contrario porque la vida es fantástica y solo tenemos una. Pero desafortunadamente fue así” dijo ayer, en sus últimas palabras, el hombre cuyo caso marcó jurisprudencia.

”He hecho todo lo posible para poder vivir lo mejor posible y tratar de recuperarme al máximo de mi discapacidad, pero ahora estoy agotado mental y físicamente. No tengo un mínimo de autonomía en la vida diaria, estoy a merced de los acontecimientos, dependo de los demás para todo, soy como un barco a la deriva en el océano”, detalló, en palabras recogidas por el comunicado de la asociación. «Soy consciente de mis condiciones físicas y de mis perspectivas, así que estoy totalmente tranquilo y sereno respecto a lo que voy a hacer. Ahora por fin soy libre para volar donde quiera”, añadió.    

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