Escuchar el nombre Iván Duque a muchos les evoca términos como paramilitarismo, corrupción, represión, servilismo, uribismo, injusticia social, y muchos conceptos que bien podrían servir como sinónimos.  
 
En pleno de un proceso electoral importantísimo para Latinoamérica: la elección del nuevo presidente de Colombia, La Iguana.TV en su espacio Entre Líneas traza algunas claves más allá de la novedad, y resalta lo que recibe quien gane la contienda electoral en materia de política exterior. 
 
La comunicadora e investigadora Naile Manjarrés inicia este nuevo capítulo de Entre Líneas partiendo de lo que ha dicho el experto en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Jonathan Paquín: “la política exterior debe entenderse como una caja de herramientas a ser usadas en el momento y tiempo adecuado, como más convenga”.  Según Paquín, estas herramientas son: mecanismo de socialización, neutralidad, cohesión e intervención (la última no debería utilizarse a menos que exista una amenaza directa a la seguridad nacional de un país).  
 
Bien se puede asegurar que este razonamiento no lo asimiló el presidente colombiano Iván Duque en sus 4 años de mandato.  
  
Puras palabras (aun tratándose de diplomacia) 

Según investigadores colombianos de la Escuela de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales FIGRI de Colombia – quienes hicieron seguimiento a los dos primeros años de gestión de la administración Duque -, contrario a lo que reseñó el informe de gobierno en 2019, la política exterior colombiana no fue responsable ni innovadora, ni constructiva, y el panorama de los otros dos años solo decayó porque Duque no tenía nada que perder, pues no buscaba una reelección. 
 
Pobre innovación  
 
Desde que asumió funciones, la excanciller colombiana, Claudia Blum, retornó, una y otra vez, a un discurso ya desgastado: el de la lucha contra las drogas, una retórica que -viniendo de un gobierno sustentado en el negocio del narcotráfico- no es probable ni creíble.  

Duque cambió de canciller y la narrativa empeoró adquiriendo matices retrógrados y clasistas cuando Martha Lucía Ramírez defenestró a migrantes venezolanos luego de recaudar hasta 2.700 millones de dólares en “ayuda humanitaria” para atenderlos, y decir que Colombia estaba decepcionada por el tipo de migrantes venezolanos que había tenido que acoger.
 
Ministerio de Relaciones estadounidenses de Colombia 

Política Exterior en la Colombia que presidió Duque pareció significar orbitar como un satélite alrededor de un EEUU que antes de despedirle, lo invitó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como “personal de confianza” y almacén militar en el marco de un conflicto bélico internacional entre Rusia y la alianza occidental. 
 
Esta forma de llevar las Relaciones Internacionales de Colombia no dejó bien parado al país ante los vecinos de la región que, si bien conocen la naturaleza servil y utilitarista de su gestión, recuerda el peligro que representa una nación y un gobierno que aun viendo fracasar sus estrategias (como ocurrió con el ‘cerco diplomático’ contra Venezuela), se niega a rectificar, y respeta unas soberanías, pero otras no. El precedente es Ecuador. 

Volviendo al ejercicio de la diplomacia y haciendo un ejercicio de memoria, se puede recordar cómo Iván Duque gobernó imitando a Donald Trump. Sirve de ejemplo cómo actuó Duque cuando el entonces presidente de EEUU buscaba la reelección complaciendo a la comunidad anticastrista de Florida endureciendo medidas contra Cuba. Duque hizo eco de Washington anunciando su intención de expulsar diplomáticos cubanos de Colombia, escudándose en un presunto dossier de inteligencia que habría develado planes de Cuba de interferir en las elecciones presidenciales de este año.  
 
Giras de medios  
 
Durante los cuatro años de la administración Duque, destacó el clientelismo para la elección de personal diplomático y el traslado al campo diplomático de los traumas de Álvaro Uribe (el Centro Democrático) que no reflejan ni protegen a la mayoría del pueblo colombiano. 

También destacaron demasiados viajes del personal de exteriores hacia EEUU y países europeos para legitimar la paz sepulcral que no respeta acuerdos, asesina y persigue a excombatientes, a campesinos, a dirigentes sociales y a quien lo parezca en Colombia.  
 
Para sorpresa de Duque y sus funcionarios, tanto la Organización de Naciones Unidas (ONU) como la Unión Europea (UE) instaron al gobierno colombiano a apegarse – al menos en parte – a los acuerdos de paz firmados por las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos, y a esclarecer los actos de persecución, represión e incluso crímenes sexuales cometidos contra el pueblo colombiano durante las jornadas de protestas enmarcadas en el Paro Nacional de 2021.  
 
Duque hizo caso omiso, culpó del fracaso de su gestión al anterior gobierno (Santos) y siguió dedicándose a mostrar a Colombia como un país seguro para la inversión extranjera, aunque la realidad interna del país siga pareciéndose a una secuela de películas de terror, y aunque esto quedara en evidencia de forma justa y paradójica gracias al multimillonario y lapidario seguimiento que hicieron los medios de comunicación internacionales y colombianos a la migración venezolana y a cómo esta vivió y vive su estadía en medio de la sociedad colombiana.  

(LaIguana.TV)