Con un discurso centrado en el cambio y «la política del amor», Gustavo Petro pronunció sus primeras palabras como mandatario electo de Colombia la noche de este domingo. 
 
En una extensa intervención, desde un centro de convenciones en Bogotá, Petro ahondó en detalles de su proyecto político, que se centrará en tres ejes: paz, justicia social y justicia ambiental. 
 
En acto de gallardía, el vencedor aseguró que su mandato se centraría en la reconciliación del país, atravesado por una guerra civil desde hace más de siete décadas y en el diálogo con su oposición, que vislumbra feroz. 
 
Hacia la región, el líder izquierdista propuso una integración sustentada en el abandono del modelo extractivista basado en energías fósiles y la construcción colectiva de una economía productiva respetuosa de la naturaleza, sin exclusión de ningún país y con respeto a la diversidad ideológica del continente. 
 
A continuación, una versión del primer discurso de Gustavo Petro como presidente electo de Colombia: 
 
Gracias a todas, todos ustedes en este día, que indudablemente es histórico. Es historia lo que estamos escribiendo en este momento, una historia nueva para Colombia, para América Latina, para el mundo. 
 
Una historia nueva, porque indudablemente, lo que ha ocurrido hoy con estos 11 millones de electoras y electoras que votaron y nos trajeron a esta tarima y al gobierno de Colombia, es un cambio. 
 
Aquí lo que viene es un cambio de verdad, un cambio real. En ello comprometemos la existencia, la vida misma. No vamos a traicionar a ese electorado que lo que le ha gritado al país, lo que le ha gritado precisamente a la historia, es precisamente que a partir de hoy, Colombia cambia, Colombia es otra; un cambio real que nos conduce a algunos de los planteamientos que habíamos hecho en estas plazas públicas: la política del amor. 
 
No es un cambio para vengarnos, no es un cambio para construir más odios, no es un cambio para profundizar el sectarismo en la sociedad colombiana. Nuestros padres, nuestros abuelos, en su propia vida nos enseñaron qué significa el sectarismo, qué significa el odio en la historia de Colombia. El cambio consiste precisamente en dejar el odio atrás, el cambio consiste precisamente en dejar los sectarismos atrás. 
 
Las elecciones más o menos mostraron dos colombias, cercanas en términos de votos. Nosotros queremos que Colombia, en medio de su diversidad, sea una Colombia, no dos colombias. Y para que sea una Colombia en esa enorme diversidad multicolor que somos, necesitamos del amor, entendida la política del amor como una política del entendimiento, como una política del diálogo, como una política de comprendernos los unos a los otros. 
 
El cambio también significa la bienvenida a la esperanza, la posibilidad de abrir un futuro; el cambio significa abrir las oportunidad para todos y todas las colombianas, la esperanza. El cambio significa que esta esperanza pueda ser y llenar todos los rincones del territorio nacional, que la esperanza reine en el corazón; el cambio significa que llegó el gobierno de la esperanza. 
 
Por eso tengo que agradecerles. Primero, a ustedes, las miles y miles de personas que a lo largo y ancho del país, durante días, durante meses, bajo el sol, bajo la lluvia, fueron a seducir el voto, fueron a dialogar con los otros y con las otras; le tendieron la mano a aquel que no creía todavía, a aquella que era escéptica, que pudieron establecer los puentes. He ahí como se construye la política del amor y una la mayoría, una mayoría que sin ustedes no hubiera sido posible. Les agradezco. Ahora son ustedes la fuerza del cambio, la fuerza del amor, la fuerza de la esperanza. 
 
Agradezco a Francia Márquez, con todo lo que eso significa para el pueblo colombiano. Gracias a todo ese esfuerzo, gracias a esa enorme fuerza que viene de antaño, que viene de atrás, de generaciones que ya no están con nosotros, somos parte apenas de un acumulado, de una resistencia que ya tiene cinco siglos, que somos la sumatoria de las resistencias de Colombia, que hemos concretado no solo ese pasado de luchas, de resistencias, de rebeldías, indudablemente, de rebeldías contra la injusticia, de rebeldías contra un mundo que no debería ser, de rebeldías contra la discriminación, de rebeldías contra la desigualdad. 
 
Cuánta gente que aquí no nos acompaña hoy, cuánta gente que desapareció por los caminos de Colombia y no se encuentran decenas de miles, cuánta gente que murió, cuánta gente que está presa en estos momentos, cuántos jóvenes encadenados, esposados, tratados como bandoleros, simplemente porque tenían esperanza, simplemente porque tenían amor. 
 
Yo le solicito al Fiscal General de la Nación que libere a nuestra juventud, liberen a los jóvenes. Yo le solicito a la procuradora general de la Nación que restituya en sus puestos a los alcaldes de elección popular. Ya no es el momento de los odios. 
 
Este gobierno que va a iniciar el 7 de agosto, es un gobierno de la vida, es el gobierno que quiere construir a Colombia como una potencia mundial de la vida. Y si queremos sintetizar quizá en tres frases en qué consiste un gobierno de la vida, yo diría: primero, en la paz; segundo, en la justicia social; tercero, en la justicia ambiental. 
 
La paz, como eje de un gobierno de la vida, la paz. No tendría razón el cambio, no tendría razón el amor, no tendría razón la esperanza, no tendría razón este esfuerzo mayúsculo que hoy se sintetiza en las urnas, no tendría sentido un gobierno de la vida si no llevamos a la sociedad colombiana a la paz. 
 
Objetivo central: ¿Qué significa poder hacer la paz? Significa que los 10 millones y pico de Rodolfo Hernández son bienvenidos en este gobierno, significa que Rodolfo Hernández, que hizo una campaña interesante, puede dialogar con nosotros cuando quiera; significa que no vamos, a partir de este gobierno, a utilizar el poder en función de destruir al oponente; significa que los perdonamos, significa que la oposición que tendremos, significa que esa oposición bajo los liderazgos que quieran —sea el de Uribe, sea el de Federico [Gutiérrez], sea el de Rodolfo [Hernández], sea el que quieran– será siempre bienvenida en el Palacio de Nariño para dialogar de los problemas de Colombia. 
 
Porque el clima político que nos ha acompañado en este siglo, que ha sido de odios, de confrontaciones literalmente a muerte, de persecuciones, de aislamientos, hoy no puede seguir así. Habrá oposición, indudablemente. Y quizá férrea, y quizá tenaz. Y quizá no la entenderemos muchas veces, pero este gobierno que se inicia nunca habrá persecución política ni persecución jurídica, solo habrá respeto y diálogo. Es así como podremos construir lo que hace unos días llamamos el Gran Acuerdo Nacional. 
 
El Gran Acuerdo Nacional ya se empezó a construir entre 11 millones de colombianos tiene que ser entre 50 millones, tiene que ser con toda la sociedad colombiana. El Gran Acuerdo Nacional tiene que comenzar a construirse a partir del diálogo regional vinculante. Vinculante significa que lo que se decida regionalmente para acabar los conflictos violentos, para construir la prosperidad regional se vuelve norma, se vuelve obligatorio; diálogos regionales que nos permitan mirar el conflicto en su especificidad histórica, en su especificidad regional. 
 
En esos diálogos regionales debe llegar la diversidad de Colombia. No simplemente quien ha levantado armas, sino esa mayoría silenciosa de campesinos, de indígenas, de mujeres, de jóvenes. Sobre la base de los diálogos regionales poder construir las reformas que necesita Colombia para poder convivir en paz.
 
No es extraño que en esos 11 millones de votos que nos han dado el triunfo, la mayoría sean de jóvenes y de mujeres. Una marea juvenil decidió hoy tomarse las urnas, una marea femenina decidió hoy tomarse las urnas. El acuerdo nacional, por tanto, tiene que ver con reformas que necesitan y han gritado hoy las juventudes y las mujeres de Colombia; tiene que ver con los derechos fundamentales, que no pueden ser más letra muerta en la Constitución sino que tienen que ser la vida cotidiana, la existencia real, la garantía plena de una Constitución viva, que se pueda palpar, que se pueda vivir todos los días; una Constitución viva en la plenitud de los derechos de la gente. 
 
Si me preguntan para qué es un acuerdo nacional, yo diría: para construir los máximos consensos que nos permitan las reformas que hagan que la vida de la familia pueda ser una vida mejor, que allí, el viejo y la vieja puedan tener una pensión; que allí, el joven, la joven puedan tener una universidad; que allí, el niño y la niña puedan tener la leche y el pan y la carne no sea un artículo de lujo; que allí, la familia pueda construirse más unida, más fuerte, más poderosa, porque sus derechos fundamentales como personas humanas se puedan garantizar, se puedan cumplir. 
 
Si me lo permiten, el Gran Acuerdo Nacional es para construir la paz y la paz no es más que la garantía de los derechos de la gente. La paz es que la sociedad colombiana tenga oportunidad, la paz es que alguien como yo pueda ser presidente o alguien como Francia pueda ser vicepresidenta; la paz es que dejemos de matarnos los unos a los otros. 
 
Desde el gobierno que se iniciará el 7 de agosto, comenzará la paz integral en Colombia. A partir, primero, del gran diálogo nacional entre la sociedad colombiana toda y en segundo lugar, a partir de lograr que las armas dejen de disparar, que las armas dejen de usarse, que las armas dejen de existir por fuera del Estado colombiano. No es «matarnos los unos a los otros», es «amarnos los unos y los otros». 
 
Un gobierno de la vida, por tanto, no solo es la paz, es la justicia social. En estas campañas venían gritándonos una y otra vez, construyéndonos contracampaña, quizá, a partir de las mentiras y del miedo que íbamos a expropiar los bienes de los colombianos, que íbamos a destruir la propiedad privada. 
 
También, de manera franca, les diría lo siguiente: nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo en Colombia, los nuevos esclavismos, la nueva esclavitud; tenemos que superar mentalidades atávicas ligadas allá, a ese mundo de siervos, a ese mundo de esclavos, que tenía como contraparte los señores y los dueños esclavistas. Tenemos que construir una democracia y esa democracia la vamos a construir a partir de permitir que exista un pluralismo de conciencias, un pluralismo ideológico, un pluralismo de colores, un pluralismo económico. 
 
El pluralismo económico significa superar las nuevas esclavitudes, los viejos feudalismos, poder tener una tierra que se llene de alimentos cultivados, de ver un espacio para las comunidades indígenas, para que se desarrolle su economía, su cultura; tener una economía popular que se pueda fortalecer a través de la conectividad, a través de la educación, a través del crédito barato. De ahí saldrán formas del capitalismo, sí, ojalá democrático, ojalá productivo, ojalá no especulador. 
 
De ahí saldrán también nuevas formas de relacionamiento de la humanidad a partir de las nuevas tecnologías, de ahí saldrá una economía fuerte, productiva. Por eso queremos transitar de la vieja economía extractivista, que mataba el agua y mataba la vida, hacia una nueva economía productiva que pueda hacer crecer en toda Colombia puestos de trabajo; producción, que es la base misma de la riqueza.  
 
La riqueza de la nación proviene del trabajo. Si ese trabajo es asalariado, si ese trabajo es independiente, si ese trabajo es solidario, si ese trabajo es cooperativo, si ese trabajo adquiere las nuevas formas de la economía colaborativa, tendrá el respaldo del nuevo gobierno, porque solo sobre la base de crecer económicamente, de producir, es que podremos entonces también redistribuir. No se puede redistribuir sin producir. 
 
Por tanto, si queremos redistribuir para que la sociedad toda sea más igualitaria, tenemos que producir, producir en el campo, producir en la industria, producir en el turismo, producir sobre la base del conocimiento, que es como se produce en el siglo XXI; producir regulados sin que se afecte la dignidad humana, producir regulados de tal manera que no se afecte la naturaleza, que no se afecte el agua, que no se afecte el páramo, que no se afecte el pájaro; producir respetando la naturaleza, que significa la justicia ambiental. 
 
Y aquí podríamos sintetizar qué es un gobierno de la vida: la paz, la justicia social, la justicia ambiental, las madres que no tengan que venir aquí a mostrar los rostros de sus hijos asesinados. 
 
Paz, justicia social, justicia ambiental: el gobierno de la vida. Y aquí, discúlpenme, ahora hablamos de naturaleza, para hablar al mundo: queremos que Colombia –y será la prioridad de la política diplomática–, se coloque al frente en el mundo de la lucha contra el cambio climático. 
 
La ciencia nos ha dicho que, como especie humana, podemos perecer en el corto plazo; que la vida en esta tierra hermosa puede perecer en el corto plazo, que las dinámicas de acumulación de un mercado desaforado, que unos deseos de ganancia y codicia desaforadas, que un proceso de consumo desaforado está a punto de acabar con las bases mismas de la existencia. 
 
No nos lo dicen las izquierdas, no nos lo dicen la derechas: nos lo dice la ciencia. Si la ciencia nos lo dice, toca actuar ya. No somos uno de estos países que emiten estas enormes cantidades de CO2 y los gases efecto invernadero, pero estamos aquí al lado de una de las mayores esponjas que consumen los gases de efecto invernadero que otros países arrojan: la selva amazónica, las selvas de América Latina.  Hoy se impone que Colombia trate de salvar la selva amazónica en función de salvar la humanidad. 
 
Nos han criticado porque proponemos una transición energética –quizá rauda, dicen los críticos–, hacia las energías limpias en las que Colombia tendría enormes ventajas. Pues bien: se trata de establecer un diálogo en las Américas.   Me han llamado casi todos los presidentes de América Latina y creo que hoy sí podemos proponer ahora, con este triunfo que nos ha dado el pueblo colombiano, un diálogo en las Américas sin exclusiones de ningún pueblo, de ninguna nación, en toda la diversidad que es América. 
 
Yo creo que llegó el momento de sentarnos con el gobierno de los Estados Unidos y hablar, dialogar sobre lo que significa que el hecho que en todo este continente americano que compartimos, allá se emita como casi en ningún otro país los gases de efecto invernadero y aquí asumimos, los absorbemos a través de nuestra selva amazónica. Si allá se emite y aquí absorbemos, ¿por qué no dialogamos? ¿Por qué no establecemos otra manera de entendernos? ¿Por qué no dejar de emitir? 
 
Más allá: ¿Y por qué no ayudarnos aquí a que las esponjas de la absorción de los gases de la muerte de la humanidad puedan ser más eficaces? Le propongo al gobierno de los Estados Unidos y a todos los gobiernos de América sentarnos a dialogar para acelerar los pasos de la transición energética, los pasos de la construcción de una economía descarbonizada, los pasos de la construcción de una economía de la vida en toda América. 
 
¿Cómo un gobierno que pretende ser el gobierno de la vida podría construir la construcción de una economía de la vida? Le propongo a América Latina integrarnos más decididamente, le propongo a Colombia mirarnos como latinoamericanos, que es lo que somos. No solo porque tengamos la sangre latina, sino también la afro, también la indígena ancestral, las razas, que no es la palabra que hay que usar ya; las corrientes étnicas que nos llevaron a pensar que éramos el resumen cósmico del planeta. América Latina, que es también América indígena, que es también América afro, que es también América anglosajona, que es también América multicolor, tiene que encontrarse en el gran diálogo que permita salvar a la humanidad. 
 
Al progresismo de América Latina le propongo dejar de pensar la justicia social, dejar de pensar la redistribución de la riqueza, dejar de pensar que es posible un futuro sustentado sobre la base de los altos precios del petróleo, del carbono, del gas, porque es insostenible para la existencia humana. 
 
A los progresismos de América Latina les propongo pensar que América Latina puede construirse alrededor de la agricultura y las reformas agrarias, de la industrialización de la industria bajo las nuevas tecnologías, que todas significan la producción sobre la base del conocimiento y del reencuentro con la naturaleza; una América Latina productiva y no extractivista, una América Latina que profundice el conocimiento hasta las máximas esferas del saber de la humanidad; una América Latina, que gracias a sus raíces negras e indígenas, pueda proponerle al mundo un verdadero reequilibrio con la naturaleza para poder vivir, para poder existir; una América Latina junta, que le pueda gritar a la humanidad que llegó el momento de cambiar para poder vivir, para poder vivir sabroso. 
 
Les agradezco, colombianos y colombianas, su apoyo. Les agradezco este día histórico. Me lo soñaba de vez en cuando, me preguntaba cuándo iba a ser posible. ¿Estaré hablando el 19 como presidente de la República?, me preguntaba. 
 
Aquí somos una demostración de que la paz es posible en Colombia, de que los sueños se pueden volver realidad; los sueños de justicia, los sueños de igualdad, los sueños de libertad. 
 
Decíamos en Cartagena, allá donde comenzó con Haití la libertad de América, que volviéramos a gritar ¡Libertad!. Pues gritemos ¡libertad! para que nunca más la masacre anegue el territorio, libertad para que nunca más un gobierno asesine a sus jóvenes, libertad para que nunca más una política económica le quite la comida al niño y a la niña, libertad para que los sueños puedan ser, para que una democracia aquí se pueda construir, para que una República sea posible; una democracia profunda, una democracia multicolor, una democracia de los hombres y las mujeres verdaderamente libres. 
 
¡Que viva la libertad!, ¡Que viva Colombia, potencia mundial de la vida! Me llamo Gustavo Petro y soy su presidente. Los quiero mucho; te quiero mucho, Colombia. Gracias. 
 

(LaIguana.TV)