Sobre los desafíos de la izquierda española, el futuro de la guerra entre la OTAN y Rusia que se libra en Ucrania y la realidad política de América Latina disertaron este 28 de julio el filósofo político y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela y politólogo español Juan Carlos Monedero, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y fundador del partido Unidas Podemos, en el programa de cierre de temporada de Desde Donde Sea, que entrará en pausa hasta el próximo mes de septiembre.

España, reino bananero de ‘lawfares’ contra la izquierda

Los ataques de los poderes hegemónicos españoles contra la izquierda, no cesan. Por eso, Monedero refirió que aunque el titular de la gran prensa debió haber sido que el gobierno de coalición entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Unidas Podemos recuperó 20 millones de empleos, alcanzando una cifra no vista desde ante de la crisis de 2008, los medios prefirieron encabezar con acusaciones falsas en su contra por blanqueo de capitales, a pocas jornadas de que estallara un escándalo de inmensas proporciones por falsías contra Pablo Iglesias, exvicepresidente de gobierno y líder de Podemos por un motivo semejante.

El académico relató que un juez dispuso reabrir una causa en su contra, tras declaraciones sin fundamento pronunciadas ante la Audiencia Nacional por el exmilitar venezolano Hugo Carvajal –con causas abiertas en Venezuela por corrupción y otros crímenes–, en vano intento por zafarse de un proceso de extradición hacia los Estados Unidos.

En ese orden indicó que según el juez, él tiene «cientos de cuentas» que usó para blanquear dinero que le diera el Estado venezolano por una investigación sobre la importancia de consolidar una moneda única suramericana que realizara en 2014.

Empero, destacó que esto no solo no es cierto, sino que se corresponde con una estrategia de largo aliento avanzada por la derecha española, que consiste en usar todos los recursos posibles para desplazar a las izquierdas del poder, de la que participan el estamento judicial, los medios de comunicación y autoridades policiales, como quedó fehacientemente comprobado en el caso montado contra Iglesias.

Para más, el juez a cargo del caso en su contra está directamente ligado al Partido Popular (PP, derecha), al punto de que desestimó un caso contra Dolores Cospedales, exministra de Defensa bajo el mandato del PP y dejó que prescribieran delitos contra la trasnacional Ibedrola.

Adicionalmente, el politólogo comentó que el Consejo Judicial, instancia de supervisión de la actuación de los jueces, tiene tres años sin renovarse debido a la oposición del PP en el Congreso y, antes bien, han dejado a estas fichas para usarlas para atacar sin cesar a los liderazgos de izquierda.

A su parecer, este panorama habla elocuentemente acerca de la debilidad de las instituciones españolas, al punto de calificarlas como «reino bananero», pues las élites interpretan y aplican las leyes a su antojo, sin que nada pueda detenerlas.

En función de esta preocupación, relató que conversó con el intelectual portugués Boaventura de Souza Santos en torno al papel de las democracias liberales, porque en su opinión, no están funcionando y esa anomia está favoreciendo a las derechas y ultraderechas.

Así, especuló que podría tratarse de una acción programada, pues los pueblos, que acusan cansancio por la falta de soluciones a sus problemas concretos porque los gobiernos de izquierda dedican tiempo y esfuerzo a confrontar a la reacción, acaban votando por aquellos que les harán retroceder décadas en términos de derechos y conquistas sociales.

De otro lado, el especialista considera que estos ataques sistemáticos y continuados contra los líderes de izquierda, sirven como amenaza y como método de disciplinamiento dirigido a quienes pretendan incursionar en la política, pues les hacen ver que enfrentar al poder instituido es un camino tortuoso, que solo augura malos ratos, el descrédito y en el paroxismo, la cárcel.

No obstante, Monedero considera que los dirigentes tienen ya no solo un compromiso político sino humano, pues deben mantenerse firmes y resistir estas arremetidas, porque de lo contrario ganan las derechas, es decir, los Trumps, los Bolsonaros y los Guaidós del mundo, lo que se traduce en una pérdida para la democracia y no solo en el país concreto en el que se produzca el desplazamiento.

La crisis del orden global

Juan Carlos Monedero estima, como muchos otros analistas, que el poder de Estados Unidos está en declive y que otro mundo multipolar –con China y Rusia a la cabeza, pero no solo– pulsa por salir.

Para argumentar su punto de vista, compartió algunos pasajes de la obra De Ucrania al mar de la China, escrita por el diplomático nicaragüense Augusto Zamora con base en informes desclasificados de la Armada estadounidense datados entre 2020 y 2021, en la que se avanzan importantes reflexiones sobre el diagnóstico que hacen altos jerarcas militares sobre las amenazas que representan China y Rusia para su dominio, que se ha consolidado gracias al control de los mares.

Según Washington, relató, China pretende recuperar el control de sus aguas internacionales y eso compromete los intereses estadounidenses, pues tanto Moscú como Beijing usan todos sus recursos nacionales para instalar un nuevo orden internacional –que bajo la mirada del Pentágono son crecientes «actividades malignas»–, sin que ello implique necesariamente que se desencadenará una guerra con Occidente.

La fecha de los documentos, destacó, no es irrelevante: son previos a la guerra en Ucrania –cuyo objetivo terminal es derribar a China– y en ellos se califica al gigante asiático como la competencia más aguda para la Casa Blanca, visto su inmenso músculo económico, su dominio en el ámbito de las tecnologías más estratégicas y su carácter de potencia naval en las aguas del Pacífico.

Desde un ámbito más general explicó que en este momento convergen dos cosas: el declive del modelo neoliberal –en barrena desde 2008– y la emergencia de los BRICS, situaciones estas que dejaron en evidencia el declive de Estados Unidos, que aunque se erigió como vencedor de la Guerra Fría, en pocos años fue incapaz de mantener su estatus de potencia única.

Rusia esperará el invierno para ganar la guerra

Tal es el marco en el que se libra la guerra entre la OTAN y Rusia, que en su opinión, guarda cierto paralelismo histórico con otro evento muy estudiado y conocido, en razón de los terribles efectos que generó: la humillación a Alemania impuesta a través del Tratado de Versalles tras el fin de la Primera Guerra Mundial, de cuyos peligros advirtió tempranamente el intelectual inglés John Maynard Keynes.

A inicios de la década de 1920, Keynes alertaba que aunque se humillara de los peores modos a Alemania, ese era un gran país, que en algún momento conseguiría levantarse y procuraría cobrar la afrenta.

A su juicio, fue esto exactamente lo que hicieron Estados Unidos y Europa con Rusia tras el fin de la Guerra Fría: humillar a Rusia de todas las formas posibles, despreciar acercamientos de toda índole –incluso militares– propuestos por Putin cuando el país todavía estaba en una posición de debilidad y expandir la OTAN incesantemente hasta el Este, al punto de pretender incorporar en sus filas a Ucrania y a Georgia.

No obstante, acotó, perdieron de vista que a pesar de su política de humillaciones continuadas, Rusia se había recuperado y estaba capacitada para hacerles frente en todos los terrenos, al tiempo que Estados Unidos, cabecilla de la OTAN, demostró que no pudo ganar una guerra de desgaste en Afganistán.

En su opinión, esta es la razón por la cual Washington está usando «al eslabón débil» –Europa– como puente para hundir a Rusia y dio muestras de que esa era su intención antes del inicio de las hostilidades, en tanto procuró por todos los medios torpedear la relación estratégica entre Berlín y Moscú, que habría supuesto una integración Euroasiática paulatina y por extensión, con China, por razones de estricta continuidad territorial.

Así, a su parecer, el carácter «marítimo» de Estados Unidos no serviría de mucho para impedir que estas alianzas se concretaran y por ello enfiló todos sus esfuerzos en impedir que el gobierno alemán autorizara la puesta en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2.

Entre tanto, «Rusia, como siempre, está esperando el invierno para ganar la guerra», aseguró y como muestra la historia, acabará ganando, al tiempo que en Europa, los ciudadanos exigirán a sus gobiernos –ocupados en mitigar los efectos de las sanciones que ellos mismos impusieron– que les garanticen calefacción y acceso al agua caliente en condiciones adecuadas.

De esta manera, dijo para ejemplificar, cuando Alemania, que es considerado el motor de la Unión Europea, decide gastarse 100.000 millones de euros en armas, deja de destinar recursos a las necesidades sociales, aún las más urgentes, y lo regala al capitalismo del Pentágono, mientras dice a sus ciudadanos que deben lavarse y no ducharse.

Dios ha muerto en Wall Street: el fortalecimiento de las ultraderechas

Este panorama pesimista, aseguró Juan Carlos Monedero, solamente favorece el ascenso de las derechas y ultraderechas, que ofrecen mitigar algunos de los enormes problemas y desigualdades que genera el capitalismo.

A modo de comparación refirió que en un lugar donde se puede comprobar que Dios ha muerto es en Wall Street, pues las formas actuales del capitalismo carecen de todo límite y el sistema se cimienta en una lucha de todos contra todos, donde no hay reglas y gana el que logre imponer su criterio.

Esto contrasta con lo que presenta Adam Smith en La Riqueza de las Naciones, pues en su decir, Smith tenía unos principios morales tan fuertes, que no concebía la idea de obtener ganancias a partir del perjuicio a un tercero o a la misma naturaleza, lo que naturalmente no representa un freno para el capitalismo actual, donde políticos egoístas y xenófobos, logran consolidar las condiciones para que se concreten luchas de todos contra todos.

El peligro que advierte es que en estas circunstancias, la eficacia de la ley es puesta en cuestión y se legitima el uso de la violencia o las salidas violentas, es decir, los gobiernos totalitarios y los enfoques represivos y regresivos propugnados por las derechas.

Así las cosas, la miopía y el cortoplacismo del capitalismo, concentrado en generar máximas ganancias en el menor tiempo posible, deja de lado los efectos políticos que pueden tener estas decisiones, porque cuenta con un aliado indispensable: los medios de comunicación, en los que recae la tarea de impulsar agendas y candidatos que puedan capitalizar parte del malestar social.

Para ilustrar refirió que como se evidenció en Colombia, el uribismo tenía al menos dos planes, dos candidatos, a los que su aparato de propaganda logró convertir en una opción real para disputar el poder. Esto da cuenta de que, en general, manejan varias alternativas y la mayoría de las veces, consiguen que alguna sea exitosa.

De regreso a Europa –y a la guerra en Ucrania– comentó que en Italia, tras la caída de Draghi, es posible que ganen partidos de extrema derecha, que son aliados cercanos de Putin. En su opinión, lo más probable es que el nuevo gobierno busque rápidamente la manera de zafarse de la guerra, de entablar conversaciones diplomáticas y de negociar precios ventajosos para el gas.

Frente a esto, «la izquierda idiota que apoya al atlantismo estadounidense» queda muy mal parada frente a la gente del común, que preferirán darle el voto a los populistas de derecha, pues les están ofreciendo soluciones concretas a sus problemas del día a día, señaló.

El desafío de las izquierdas en Europa y América Latina

Monedero subrayó que la crisis económica ya está aquí, pues los organismos oficiales acaban de rebajar las previsiones de crecimiento de Europa e incluso algunos informes hablan de recesión.

A esto sumó que las personas que hoy tienen entre 20 y 30 años, han tenido que soportar la crisis del 2008, el confinamiento de la pandemia y la crisis económica que ha dejado tras de sí la guerra en Ucrania.

En su criterio, estas personas están hartas y en algún momento, el malestar estallará sin que nada pueda contenerlo. Por ello, apuntó, es importante que los partidos de izquierda dediquen tiempo a organizarse, para que cuando estallen las contradicciones, existan fuerzas que orienten a una salida progresista a la crisis y que no se imponga una salida conservadora.

Desde su punto de vista, la amenaza más grande para las izquierdas es su falta de claridad ideológica y conceptual, así como la urgencia de aproximarse a los pueblos que libran las mismas batallas, pues ello contrasta con la claridad ideológica de la derecha, en la que «todo vale» y no hay límites para quitar del medio a quien estorbe para conseguir sus fines, así se trate de antiguos aliados.

Siguiendo la tesis del filósofo francés Alain Badiou, explicó que en su propuesta del «despertar de la historia» describe tres momentos fundamentales: el primero transcurre entre 1789, con el inicio de la Revolución Francesa, y culmina en 1848 con la Caída de la Comuna de París; el segundo tiene lugar desde 1917 (su comienzo lo signa la Revolución Bolchevique) y concluye entre las décadas de 1970 y 1980, con el declive de las luchas sociales y el ascenso del neoliberalismo, mientras que el último, aún en marcha, surgió en América Latina a finales de la década de 1980.

Sobre esto último apuntó varios hitos importantes, entre los que se cuentan el fraude contra el candidato de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas, en los comicios presidenciales de 1988, El Caracazo, la rebelión del comandante Hugo Chávez, las anticumbres contra el neoliberalismo, el Foro Social Mundial, la victoria de Chávez y Lula en las urnas y las luchas antineoliberales de los pueblos latinoamericanos.

No obstante, precisó que si bien en los dos momentos previos del «despertar de la historia» había bastado el partido como forma organizativa, en este momento habría que apuntar hacia una forma de partido-movimiento, con nuevas formas cognitivas para transformar el mundo desde una perspectiva de izquierda.

A su parecer, una muestra de esta debilidad se expresa en el hecho de que la mayoría de las veces, las izquierdas logran ganar elecciones con frentes amplios, cuya cohesión ideológica es débil y poco articulada y tienen en la oposición a derechas bien cohesionadas, que dejan de lado sus diferencias internas y hacen frente común para atacar a los proyectos políticos progresistas.

Para él, es un poco lo que sucede con los gobiernos de Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú y Alberto Fernández en Argentina, pues todos llegaron al poder por la ruta de los frentes amplios y acusan fuertes dificultades para gobernar con agendas más compaginadas con las necesidades y expectativas populares.

Es también lo que podría pasarle a Gustavo Petro en Colombia, que para poder realizar cambios, debe acometerse a la muy ardua tarea de pacificar a un país en guerra para dedicarse a construir y a cimentar esos cambios.

Otro elemento que en su opinión deben recuperar las izquierdas latinoamericanas son las integraciones regionales, porque está claro que un país solo no puede hacer frente al desafío. Así, ilustró, López Obrador, por ejemplo, se ha dado cuenta que la Cuarta Transformación necesita mucho más que un sexenio y ha procurado fortalecer a su propio partido, al tiempo de que ha procurado integrar a México con América Latina, más allá de las diferencias ideológicas.

De lo anterior desprendió que la posibilidad de que la izquierda gane realmente terreno en la región, está amarrada a su posibilidad de articular con los movimientos sociales, con el inconveniente de que ahora quienes encabezan las protestas sociales que han servido como condición de posibilidad para el triunfo de líderes progresistas, carecen del acumulado de luchas políticas y de la fortaleza ideológica que caracterizaban a los líderes sociales dos décadas atrás.

Así, comparó, las protestas que llevaron a Petro al poder, no pueden compararse en modo alguno con las luchas acumuladas que en su día le garantizaron victorias electorales a Hugo Chávez o a Evo Morales.

En cualquier caso, destacó que si bien existen diferencias en las maneras como se conciben las luchas políticas desde la izquierda en América Latina, manifestó su esperanza de que cuando el presidente Nicolás Maduro –la figura más demonizada de este tiempo– pueda departir en persona con personajes como Boric o Fernández, esas brechas se cerrarán, pues en su criterio, tienen en común muchísimo más de lo que los separa y estos gobernantes solo conocen lo que dice la prensa de su homólogo venezolano y no lo conocen a él.

Para concluir, el intelectual dedicó breves palabras a la resistencia de Venezuela en un contexto de crecientes y despiadadas agresiones. En ese orden aseguró que poco tenía que decir ante tal muestra de valentía, aunque destacó que el gobierno venezolano «ha demostrado una enorme prudencia, ha sido firme cuando ha tenido que serlo y flexible cuando ha tocado».

Apuntó, asimismo, que así como en Europa es imposible ser demócrata sin ser antifascista, en América Latina es imposible ser demócrata sin ser antiimperialista y Venezuela tenía una vocación decididamente antiimperialista, por lo que entendía perfectamente que si Estados Unidos enviaba emisarios a Caracas, es porque no tenía otro remedio y no porque cambió su punto de vista.

«Para que el gobierno venezolano siga ayudando a su pueblo, tiene que ser muy cuidadoso con lo que haga a Estados Unidos, como lo ha sido hasta ahora», dijo para concluir.

(LaIguana.TV)