En la más reciente edición de su espacio Cara a Cara, producción exclusiva de LaIguana.TV, el periodista Clodovaldo Hernández conversó con la Dra. Isabel Iturria, directora del hospital Cardiológico Infantil «Gilberto Ramírez Ochoa», quien ofreció datos relativos al funcionamiento del centro de salud, aún en medio de grandes dificultades derivadas de las sanciones y el bloqueo.

Iturria puntualizó que el venidero 20 de agosto, el nosocomio arribará a su 16º aniversario, lapso en el que ha realizado 12.444 intervenciones quirúrgicas a niños, niñas y adolescentes aquejados de cardiopatías, de los cuales 280 han sido operados en 2022.

La especialista detalló que de esas más de 12.400 intervenciones, «más de 6.500 son cirugías y el resto, procedimientos de electrofisiología, marcapasos o cateterismos cardíacos» y apuntó que aunque «no todos son susceptibles de mejorar con cirugía o cateterismo», más del 90 % de los atendidos «sale con bien» de los procedimientos y puede tener «una vida normal, una vida productiva, una vida sabrosa».

Niños salvados, mucho más que números

Isabel Iturria refirió que «prácticamente la totalidad –90 %– de la cirugía cardiovascular pediátrica se está haciendo en el Cardiológico» Infantil y el resto se distribuye en otros centros de salud del sector público como el Hospital Militar o el Hospital J.M. de los Ríos, que en términos de alcance suponen el 70 % de todos los menores afectados con cardiopatías congénitas.

En su opinión, la pandemia de COVID-19, que obligó a suspender las intervenciones electivas durante varios meses, ocasionó que algunos niños queden rezagados en la atención y no puedan ser intervenidos en el momento en el que idealmente tendrían que serlo, a lo que se suman «pacientes que por la severidad de su cardiopatía, no es posible ofrecerles una solución».

En alusión a cifras generales de incidencia de las cardiopatías congénitas, precisó que cinco de cada mil niños nacerá cada año con alguna afección de esta clase, pero ello no significa que todos requieran pasar por el quirófano.

«Hay unos en los que la cardiopatía es tan leve que simplemente hace falta observación, seguimiento médico o algún medicamento, sin tener necesidad de intervenirlos, pero hay otro grupo, que es el otro extremo (…), que es el de aquellos que tienen una cardiopatía tan severa, que no es posible ofrecerles con cirugía una mejor oportunidad de vida. Esos también quedan sin operar y deben recibir tratamiento médico y seguimiento con médicos cardiólogos de las otras complicaciones», explicó.

Con respecto a este último grupo mencionó que es frecuente que tengan «otros problemas asociados», pues algunos de estos cuadros graves están asociados con síndromes de origen genético que causan afectaciones en otros órganos y sistemas del cuerpo, «que hacen aún más triste y más difícil el pronóstico de todos estos pacientes», completó.

El capitalismo no se ocupa de los cardiópatas infantiles

La experta es tajante al afirmar que el problema de la salud dentro del capitalismo comienza desde el sistema mismo, porque en lugar de ocuparse de los cuidados y la atención de las personas que lo requieren con más urgencia, el esfuerzo se concentra en aquellas áreas en las que se pueden obtener grandes ganancias.

«Es un negocio, el negocio de la enfermedad, no de la salud. Y no les interesa fabricar ni lo más sencillo. Por ejemplo, los medicamentos de uso cardiovascular en presentación de jarabe, no lo hacen. Y no lo hacen no porque eso sea complicado. Eso sería sencillísimo para cualquier trasnacional productora de medicamentos, no lo hacen porque no les da dinero», ilustró.

Esta concepción obliga a los profesionales de la medicina a diseñar estrategias que permitan saltarse el mercantilismo imperante, en aras de la salud de las personas vulnerables, que en su área de experticia son infantes cardiópatas.

Empero, Iturria precisa que amén de este modo de operación del capitalismo global, en el caso venezolano «se sumó de manera abominable, de manera obscena, no sé cómo calificarlo, el bloqueo», situación esta que convirtió en un problema acuciante la adquisición de insumos que por su tecnificación, no se fabrican en el país y no es posible reutilizarlos o reemplazarlos con algún sucedáneo, como sucede con la máquina de circulación extracorpórea, que asume las funciones del corazón y los pulmones mientras el niño o niña está en la mesa de operaciones.

«Eso se convirtió en un karma: traer unos insumos que son para salvar vidas como que si fueran prácticamente drogas o algún material ilegal explosivo o alguna clase de contrabando, porque no pueden venir por las rutas regulares», destacó.

En su decir, si bien el Cardiológico Infantil ha contado con «el apoyo, como un todo, del Gobierno Bolivariano», las dificultades derivadas del bloqueo y las sanciones obligaron a los médicos del centro de salud a procurarse algunas soluciones locales, implementar protocolos de reciclaje de insumos que son susceptibles de ello y avanzar en la recuperación de algunos equipos, incluyendo la reparación.

No obstante, esta estrategia no es susceptible de ser aplicada siempre, puesto que muchos equipos son altamente especializados en términos de repuestos y materiales «y las dificultades para poder sustituirlos son grandes», a lo que se agrega la imposición de «la obsolescencia programada» por el sistema capitalista, lo que ha obliga a los cardiólogos infantiles –y a otros profesionales, como expertos de software– a diseñar maneras para hacerle trampa a las máquinas, pues se bloquean después de cierto tiempo.

«Es una lección para el mundo las posibilidades que se generan desde una comprensión de la salud entendida más como derecho y compromiso colectivo, que como negocio para vender y comprar cosas, y para ganar dinero a costa del enfermo», subrayó, en alusión al modelo sanitario vigente en Venezuela.

Más de la mitad de los cardiólogos infantiles se marchó al exterior

La migración de mano de obra altamente calificada registrada durante los últimos años, también alcanzó al hospital Cardiológico Infantil. En decir de la doctora Iturria, el centro de salud perdió «más de la mitad de los médicos y médicas» de la plantilla, tanto entre los que ejercían como docentes y practicantes, como entre los egresados de su programa de postgrado.

La experta detalló que la cardiología infantil «es un área muy especializada», pues para ejercer con competencia se requiere siete años de pregrado, el año de prácticas rurales, tres años de postgrado en pediatría y tres años más de cardiología infantil, lo que suma al menos 12 años de estudio universitario.

En el mejor caso, apunta, estas personas se fueron a otras naciones a ayudar a niños y a niñas con cardiopatías congénitas, pero pese a las fantasías que se venden, no siempre es lo que sucede.

«En otros casos, ni siquiera es eso. Se fueron con una expectativa y al llegar a esos lugares, terminan por ser los últimos de la cola y a veces están siendo subutilizados, en términos de no poder estar brindando el máximo de sus capacidades profesionales, como lo hacían cuando estaban en Venezuela», aseguró.

Entretanto, quienes permanecen en el país han tenido que enfrentar las complejidades que entraña el éxodo de profesionales tan altamente especializados. Ello supone, entre otras cosas, un redoble de esfuerzos y sobrecarga permanente de trabajo, si bien el panorama parece estar mejorando.

«En estos últimos dos años hemos tenido la entrada de más estudiantes de postgrado. Hubo un período en el que tuvimos muy pocos aspirantes a la subespecialidad, que es lo que cursan en el Cardiológico Infantil, y en estos dos años de pandemia, pareciera que la pandemia nos ayudó», comentó.

Las cardiopatías congénitas se deben al azar

Pasando a otro tema, la doctora y docente señaló que la mayor parte de las cardiopatías congénitas no tiene una causa conocida, por lo que pueden catalogarse como eventos completamente al azar, casi imposibles de predecir.

Empero acotó que en algunos casos, esta clase de padecimientos está asociado con cierto tipo de síndromes genéticos –como el Síndrome de Down–, la prevalencia de anomalías cardíacas en un grupo familiar, madre diabética y el consumo de drogas recreativas, sin que ello represente una relación enteramente causal.

Justo por ello, explicó, la distribución de los casos es bastante uniforme dentro del territorio nacional y son los servicios de cardiología infantil de la red de hospitales públicos los que captan y remiten a los pacientes al Cardiológico Infantil para ser intervenidos.

«Este modo es lo que permite que pacientes de todo el territorio nacional puedan tener oportunidad de ser operados, si su patología lo permite», aseveró.

Así las cosas, detalló, se trata de un modelo de atención conjunta en el que se evalúa exhaustivamente al menor afectado y se decide cuál es el momento más oportuno para realizar la intervención y pueda regresar a su lugar de origen, donde su estado será monitoreado en el centro de salud que lo refirió al centro especializado.

Sin embargo, no se trata de un esquema rígido: antes bien, está en permanente revisión. En su decir, tanto es así que la atención a los pacientes con cardiopatías congénitas será el tema de debate en el Congreso de Cardiopatías Infantiles que se celebrará el próximo 17 de agosto en los espacios del Cardiológico Infantil bajo modalidad híbrida y del que participarán todos los cardiólogos pediátricos del país y a los estudiantes de la especialidad.

Obesidad, enfermedad socialmente transmitida

Para concluir, Hernández inquirió a la también docente sobre el estatus del Hospital Cardiológico de adultos, estructura que se pensó como vecina del centro infantil inaugurado en 2006 y que a la fecha no ha sido culminada, a pesar de la necesidad existente en el país.

Ante esto Iturria manifestó que carecía de detalles sobre las razones de paralización de la obra, pero otorgó razón en la preocupación central que motivó la construcción del nosocomio, vista la prevalencia de obesidad en la población, incluso desde la infancia.

«La obesidad al final es uno de los determinantes, junto con el cigarrillo, el sedentarismo y la mala alimentación de las enfermedades cardiovasculares adquiridas, desde los niños hasta los adultos, porque cuando la obesidad infantil crece, es muy difícil controlarla una vez que se llega a la edad adulta y es un factor de riesgo muy importante para las cardiopatías isquémicas, que es la principal causa de muerte y una de las principales causas de morbilidad cardiovascular, en Venezuela y en todo el mundo», explicó.

En su opinión, la obesidad –que es el punto de partida para el resto de las afecciones– califica dentro de lo que denomina «enfermedades socialmente transmitidas», porque «no son transmitidas por una persona a la otra», pero sí se relacionan con el modo de vida de las poblaciones, que arrastra «un componente colectivo y social que lo determina» y trasciende la opinión del sujeto.

«En el caso, por ejemplo, de la obesidad infantil, las bebidas gaseosas, eso que llaman los refrescos –que es una mezcla de agua, azúcar y químicos tóxicos adictivos–, termina por ser causa de múltiples problemas de salud a lo largo de la vida de la persona, en la edad adulto», ejemplificó.

Los desafíos, son muchos. Así como la pandemia pudo haber favorecido la disminución en el consumo de esta clase de productos nocivos –y con ello, favoreció a la disminución de la obesidad en el mundo–, también produjo efectos adversos derivados de la disminución de la actividad física, ampliamente posibilitada por el protagonismo de los artefactos electrónicos y el relacionamiento virtual en la vida de los seres humanos.

«Pienso que tenemos que pensarnos como mundo. Probablemente, de esa manera se previene más que curando y de esa manera, trabajando sobre los factores de riesgo cardiovascular, sobre el hábito tabáquico, sobre el sedentarismo, sobre la dieta poco saludable, prevenimos más enfermedad y prevenimos más muerte que dedicándonos a atender con equipos sofisticados a quienes ya están enfermos», concluyó.

(LaIguana.TV)