En la más reciente entrega de su programa Cara a Cara, el periodista Clodovaldo Hernández conversó con el ingeniero, articulista y comentarista político Domingo Alberto Rangel Mantilla, quien analizó las razones que, en su juicio, explican el masivo rechazo en las urnas que recibió el proyecto de constitución elaborado por la Convención Constitucional en Chile.

En un segundo momento del intercambio, los temas giraron en torno a la situación política en Venezuela, con el horizonte puesto en los comicios presidenciales de 2024 y más allá.

Boric es un invento vacío de los medios de comunicación

En opinión del analista, la ausencia de liderazgo y de formación política del presidente Gabriel Boric signaron el revés electoral, incluso a pesar de que estaba en juego la posibilidad de desplegar su programa de gobierno.

Tal vaciamiento, apuntó, se debe a lo que considera una construcción de una personalidad mediática en desmedro de la acción política, de manera similar a la que exhibieron líderes juveniles de partidos opositores en Venezuela que se hicieron famosos a partir de protestas contra el cese de la concesión de una televisora privada.

«Ahí lo que se demostró es que esa generación de pingüinos que salió a la política en Chile en 2006 con protestas estudiantiles, pues no tenía realmente formación. En eso se parecen un poco a los del interinato y a los que salieron a protestar en las calles porque habían cerrado una televisora, que cuando han llegado a tener posiciones en las que pueden plantear políticas, no plantean nada porque son hechos por los grandes medios internacionales», comparó.

Desde su punto de vista, ya en un momento temprano como 2006, cuando Boric y otros dirigentes de su generación alcanzaron notoriedad, era evidente que había un cierto aire de pose y prefabricación discursiva, cuidadosamente montada frente a las cámaras.

Esto, sostuvo, contrastaba con el tratamiento que se le daba a la también por entonces lideresa estudiantil, Camila Vallejo, de quien se solía subrayar su militancia en el Partido Comunista de Chile como una manera de evitar su protagonismo.

«Boric era [asociado al Partido Comunista] pero no hacía énfasis en eso, hacía énfasis en tomarse unos ‘selfies’ con estudiantes por detrás, en decir que era el jefe de los pingüinos y ese tipo de cosas», comentó.

A su parecer, otro punto de inflexión a considerar tras la derrota del «apruebo» el pasado 4 de septiembre, es que todo este grupo cuya cabeza visible es el mandatario chileno, apostó su proyecto político al cambio constitucional, «que es algo que todo Chile está pidiendo: no solo la izquierda, sino también la derecha», pero lo hizo de una manera, en su opinión, inapropiada, porque delegó su rol de líder en terceros que se dedicaron a promover agendas alejadas de las demandas reales de los chilenos.

Entre las actuaciones que Rangel estimó cuestionables se cuentan la deslucida participación de Boric en la Cumbre de las Américas –donde, dijo, lo que fue reseñado por la prensa fue su visita a restaurantes gays en compañía del primer ministro canadiense, Justin Trudeau– y su asistencia a la toma de posesión de Gustavo Petro, que a su parecer, fue «sin pena ni gloria».

«Dejó la defensa de la constitución en una serie de radicales jóvenes que no tenían ninguna experiencia política, que no negociaron y metieron el tema de Evo Morales del país plurinacional y Chile realmente no es una sociedad plurinacional», puntualizó.

Desde su punto de vista, la primacía de las agendas de la sexodiversidad, la legalización del aborto, la plurinacionalidad, dejaron de lado otros temas que podrían considerarse más acuciantes como la gratuidad de la educación universitaria o los servicios públicos.

En el ámbito político, Rangel comentó que rescataron como figura de contraposición al dictador Augusto Pinochet y le atribuyeron acciones que no son del todo ciertas o que, cuando menos, tienen una explicación que es compartida por una porción no desdeñable de esa sociedad.

«Allí están discutiendo una serie de cosas, que han metido a Pinochet, que a fin de cuentas, tampoco es un tipo tan malquerido en Chile (…). Ahí no han debido meter a Pinochet», pues ello implica también rescatar una figura como la de Salvador Allende, que en este marco «tampoco tenía sentido» recuperar, frente a la agenda de cambios que se pretendía consolidar.

Antes bien, el comentarista subraya que a pesar de haber contado con un amplio respaldo popular para cambiar la Carta Magna, las fuerzas lideradas por el presidente chileno «perdieron la mitad de los votos», al tiempo que la derecha –a la que calificó como «muy hábil», logró convencer al pueblo chileno que Boric era un líder adecuado.

Así, desde la óptica de las fuerzas derechistas, aseveró, «lo que más le conviene tener a la izquierda de líder es a Boric, porque Boric es un incapaz», una realidad que le parece equiparable con la conveniencia para el gobierno venezolano en que Juan Guaidó se instituya como «líder de la oposición».

Insertar a Chile en la región: ¿el verdadero fin del cambio constitucional?

A contravía de la noción predominante en el sentido común, Domingo Alberto Rangel asegura que «la opinión pública (…) piensa que es la Constitución de Pinochet lo que ha salvado a Chile», pero que aún así requiere modificaciones profundas que permitan poner al país austral a tono con la realidad geopolítica –y económica– actual.

«La Constitución de Pinochet la han cambiado 39 veces, 39 modificaciones en estos años. Y necesita [ser cambiada] porque el mundo que hay hoy en día, no es el mundo que enfrentó Pinochet. El mundo que enfrentó Pinochet es el mundo que se está abriendo a lo que terminó siendo la globalización, exportar, producir para exportar y enriquecer. Este es otro, es un mundo que está viendo a Europa empobrecerse como nunca, a los Estados Unidos que le vienen encima todos los errores que han cometido», argumentó.

Bajo esta línea puntualizó que frente a esta realidad, Chile necesita embarcarse en una interconexión regional de la que carece, visto que los intereses económicos estadounidenses se están desviando hacia el Asia-Pacífico –particularmente hacia India, Japón y Australia– como parte de su pugna con China.

«Ese mundo no lo salva una constitución como la de Pinochet. Y eso lo sabe la derecha chilena empresarial. (…) Ya yo veo que en Chile están pidiendo otra reforma. Están buscando la manera de, legalmente, hacer otra, pero no van a dejar que la maneje el idiota de Boric», redondeó.

Venezuela: entre el colapso de las oposiciones y las apuestas fallidas por el petróleo

Dejando atrás la debacle política en Chile, Hernández solicitó a su interlocutor una valoración de la situación política en Venezuela, visto los innegables movimientos que se están produciendo en los dos lados del tablero de cara a las elecciones presidenciales de 2024, pese a que aún faltan cerca de un par de años.

Como primer punto, Rangel apuntó que la oposición está urgida de «un liderazgo distinto». «Así como me he burlado del pobre Boric, yo no me burlaría de Guaidó, porque Boric se puede ver hasta ingenuo, si se quiere. Este no, este es un pillo y pillo rodeado de pillos», cuestionó.

A lo anterior sumó que entre las oposiciones, solo una –que tachó de «adeca»– está verdaderamente articulada en torno a la candidatura del actual gobernador zuliano, Manuel Rosales.

«Va a haber varias primarias. Hay algunos de ellos que no van a ir a primarias, pero, en definitiva, no hay un proyecto político de nación en el cual la oposición no esté todo el día negando lo que hace el gobierno y viceversa», completó.

Para él, justamente en este punto se asienta la imposibilidad de alcanzar acuerdos mínimos aún en temas acuciantes y de evidente interés nacional, como son los casos del avión de Emtrasur secuestrado en Argentina y el oro venezolano que retiene ilegalmente el Banco de Inglaterra.

«Un venezolano patriota, decente, medianamente que quiera a su nación, no puede estar apoyando a los ingleses, que son unos piratas de toda la vida, a que nos roben el oro, solo porque el oro lo puso allá Hugo Chávez, en uno de los n errores que cometió (…). Era evidente, como le dijo creo que Fidel Castro a Hugo Chávez, que no dejara el oro en Europa porque se lo iban a robar. Antes regresan los obeliscos que hay en las ciudades europeas a Egipto, que el oro al Banco Central», comentó.

Del lado del gobierno, sus críticas no son menos duras, en particular en lo que corresponde a la política petrolera, en desmedro de otras actividades económicas que podrían ser «grandes fortalezas», entre las que mencionó la agricultura tropical y la explotación turística, pese a que esta última requiere onerosas inversiones para revertir los efectos de decisiones equivocadas tomadas décadas atrás y que no se han corregido en los últimos 22 años.

«Todas las islas del Caribe tienen agua de mar desalinizada. Margarita, no. ¿Cómo es posible?», fustigó, aunque también subrayó que la isla neoespartana cuenta con la mejor infraestructura entre todas las Antillas.

Rangel comparó esta cultura del derroche y de la ausencia de planeaciones a largo plazo basadas en el aprovechamiento de las ventajas comparativas que se dan en el sector turístico, con la postura del Estado venezolano frente a la explotación de crudo.

«Esa fue la elección de nuestra industria petrolera, que no se pone, no se arma con ahorros nacionales, con la sangre del trabajo de los venezolanos, eso es mentira. Fueron capitales yanquis, capitales británicos y capitales holandeses (sic) como respuesta a México, que le dio por nacionalizar su petróleo», señaló.

En el presente, como le ocurriera a la nación azteca en su día, la industria petrolera venezolana «ha perdido casi todos los mercados» y, en el mejor caso, le tomará décadas recuperarlos.

«Aquí hablan de los que quieren ganarse un porcentaje, una comisión por traerse unos taladros, por inventar cuentos, cuando el problema nuestro es de mercados que hemos perdido y nadie nos lo va a devolver. México tardó 30, 40, 50 años en recuperar los mercados y apenas los está recuperando. Entonces, por ahí tampoco veo», arguyó.

Con este cóctel de complicaciones, el analista advierte que la población «se ha hartado de lo que llamamos ‘la política'», que si bien podría ser un sustrato en el que puede articularse «un movimiento distinto», contra esa posibilidad atenta la proliferación «de candidatos presidenciales sin ningún tipo de credencial, de programa, ni nada», que se instituyen en obstáculos porque no permitan que emerja ninguna alternativa frente al gobierno y a sus principales oposiciones.

Maduro, ¿mejor presidente que Chávez?

Al ser consultado sobre la aparentemente incontestable candidatura del presidente Nicolás Maduro para eventualmente conseguir un tercer mandato, Rangel lanzó sus flechas en dos direcciones: el hecho, en su criterio irrefutable, de que Estados Unidos no levantará las medidas coercitivas unilaterales – «el imperio no retrocede ni se agacha frente a un país chiquito que se ha atrevido a desafiarlo, porque, en definitiva, Hugo Chávez fue quien en la Asamblea de las Naciones Unidas dijo que olía a azufre», dijo– y la propia manera como el Partido Socialista Unido de Venezuela asume los liderazgos.

«El líder no se cambia salvo que le dé un patatús –no se lo estoy deseando– porque, en definitiva, para mí –y esto puede sonar horrible–, Nicolás Maduro ha resultado mejor presidente que Hugo Chávez», valoró.

Consciente de que su afirmación es evidentemente polémica, el comentarista argumentó que mientras que el expresidente Chávez «tuvo todas las cartas en la mano» para gobernar, incluyendo precios del petróleo al alza e incidencia ganada dentro del estamento castrense, el panorama político y económico que ha tenido que enfrentar su sucesor es radicalmente diferente, en buena parte por lo que estima como herencias indeseables.

Así, precisó, Maduro ha tenido que lidiar con la caída de los precios del crudo, pagar deuda externa adquirida en épocas de bonanza y lidiar con los efectos de las sanciones.

«Y, sin embargo, no se ha desmoronado el país. El que diga que aquí se pasa hambre, bueno, sí puede haber alguien que pasa hambre, alguien que en vez de tres comidas, come una o dos, pero Venezuela, en términos generales, para la caída brutal de nuestra economía –que hoy en día es más parecida a la de Honduras, a la de Haití o a la de Cuba que a la de Bélgica, como alguna vez fuimos–, no está tan mal», afirmó.

Empero, Rangel también fue enfático al advertir que esto no debe interpretarse bajo la simplista fórmula «Venezuela se arregló». «No, ¡qué se va a arreglar! ¿Si no nos arreglamos los venezolanos, se va a arreglar Venezuela? Es imposible», objetó.

El sistema judicial: pilar para la transformación de Venezuela

En su decir, un nudo gordiano de esta necesidad de transformación –que trasciende con creces a la figura presidencial–, es la situación del sistema judicial y la incapacidad generalizada del Estado para hacer cumplir normativas que, en su opinión, podrían ser definitivamente una buena idea, como el interés recaudador externado por el Gobierno Bolivariano.

Apoyado en una referencia al conocido texto de Alexis de Tocqueville La Democracia en América, Rangel explicó que mientras en naciones como los Estados Unidos hasta los particulares se abocaron a construir y mantener tejidos institucionales, en Venezuela ha ocurrido un proceso claramente distinto: derrumbe institucional sin sustitución adecuada de esas funciones.

«Si nosotros queremos mejorar, tenemos que empezar por el sistema judicial», indicó. Para ilustrar este punto, comentó que en sus inicios, el partido derechista Primero Justicia se planteó una agenda en esta dirección que, finalmente «nunca desarrolló».

En sus dichos, Julio Borges, una de las caras más visibles de la tolda, «es el único abogado al que declararon persona non-grata en la Federación de Abogados y nunca le quitaron ese sanbenito», debido al interés de su propio gremio en evitar que personas no graduadas en abogacía funjan como jueces.

«Para que Venezuela funcione, tiene que haber una base de jueces de paz extendida en todo el país y una base de tribunales hasta llegar al Tribunal Supremo de Justicia. Pero aquí los que han arreglado al Supremo de Justicia, le ponen grandes oficinas, grandes cosas y de allí para abajo no hay nada», concluyó.

(LaIguana.TV)