El eventual regreso del expresidente Luiz Inácio «Lula» da Silva a la primera magistratura de Brasil ha generado amplias expectativas, aún a pesar de que no se concretó su triunfo en la primera vuelta electoral como indicaban algunos sondeos.

En este marco, el periodista Clodovaldo Hernández entrevistó para su espacio Cara a Cara al internacionalista, diplomático y profesor universitario Ángel Tortolero, quien disertó acerca de los desafíos que habrá de enfrentar el líder izquierdista de cara al balotaje y sobre las implicaciones de su victoria en el contexto geopolítico actual.

Resultado no sorprendente, pese a la deficiente gestión de Bolsonaro

El especialista confiesa que aunque esperaba que Lula ganara en primera vuelta «soñando que el movimiento revolucionario en América Latina y la convergencia que logra Lula da Silva en Brasil era suficiente para avanzar sobre la política expresada por la derecha y la ultraderecha» internacional, en realidad el resultado «no es sorprendente», pese a la deficiente gestión del gobierno bolsonarista.

«Ellos no están bloqueados, no tienen impedimentos. El único impedimiento que tienen es que el señor Bolsonaro, como todos los gobernantes de derecha y ultraderecha, favorece a las clases poderosas, a los dueños del país, a los dueños del aparato industrial en detrimento de las grandes mayorías que demandan mejor calidad de vida», apreció.

Tortolero considera que el resultado ajustado, que obligó a una segunda vuelta, se debe a «una gran dosis de incomprensión del sector revolucionario», particularmente de actores como el Partido Comunista Brasileño, sectores del Movimiento Sin Tierra y movimientos indigenistas, que no interpretaron adecuadamente la propuesta plural presentada por Da Silva.

«En los sectores progresistas, donde cuesta mucho llegar a acuerdos –porque en eso que llamamos ‘progresismo’ se va a agrupar desde los sectores más radicales de la izquierda tradicional hasta los más ‘light’ socialdemócrata–, a veces es difícil colocar una agenda donde ambos coincidan», comentó.

De allí que a pesar de que Lula presentó «una agenda bastante abierta y con objetivos precisos y muy claros, rememorando las viejas hazañas del Socialismo del Siglo XXI» que acabó por convocar a muchas personas, no fue capaz de calar en los sectores más radicalizados.

«A lo mejor fueron intoxicados por el manejo mediático de que Lula significa la socialdemocracia tradicional brasileña y ‘vamos a salir de Bolsonaro, que es de la ultraderecha, para caer en un blando intermedio, allí, que pudiera negociar más hacia la derecha que hacia la izquierda'», especuló.

Empero, ello no evitó que cargara contra esa izquierda, a la que tachó de «bobalicona» y acusó de creer que «en un cafetín (…) puede resolver los problemas del mundo», sin aterrizar en la realidad.

Las minorías electorales y su poder de decisión en el balotaje

Aunque el académico proyecta que es probable que los sectores no identificados con la derecha y la ultraderecha en Brasil respalden a Lula en el balotaje, en unas circunstancias como las que caracterizan esta justa electoral, el «costo político del voto de estas minorías», muchas de las cuales no sobrepasaron siquiera el 1,5 % de los sufragios, será proporcionalmente muy alto porque estos grupos tendrán la capacidad de inclinar la balanza en la segunda vuelta.

Así las cosas, advierte que «cualquier cosa podría pasar», porque aunque es verdad que Lula arranca este tramo final de la campaña «con muy buen pie» y una ventaja de casi seis puntos sobre Bolsonaro, la brecha, aunque cuesta arriba, no es irremontable. Allí, a su parecer, podría sumarse

«Ya anoche lo decía Lula, con mucha pausa, con mucha tranquilidad. En las primeras palabras que dio, dijo: a mí el pueblo brasileño me dio 30 días más para seguir conversando con él y desde hoy comienzo a conversar. Esa es una tarea. Él sabe que el compromiso es duro y que el camino se lo dan empedrado de cuanta mala intención puede haber en este mundo. Lo mismo le hicieron a Petro y lo mismo le han hecho a todos los gobernantes progresistas», explicó.

En su criterio, el escenario electoral brasileño se distingue del de Venezuela porque aquí el gobierno nacional «ha demostrado que la mayoría de los males que estamos viviendo son derivados de un bloqueo, de un asedio», mientras que en el gigante suramericano, Bolsonaro está respaldado por grupos envangélicos, dogmáticos y violentos.

Los desafíos de Lula en la segunda vuelta

El internacionalista explicó que la segunda vuelta o balotaje es una herencia de la idea del policlasismo, fundamento de la socialdemocracia. «Para los que no lo recuerdan, el policlasismo era una especie de colchón para evitar las diferencias entre las clases sociales que genera el modelo capitalista de desarrollo», abundó.

Así, «en el capitalismo, la división internacional del trabajo, estratificación de la sociedad, por tanto, hay unos que son de origen muy pobre pero se sienten menos pobres porque viven en el urbanismo y no viven en la barriada», completó.

Sobre esta premisa, la socialdemocracia expande «sus tentáculos de poder» y apuesta ya no a «la convivencia entre clases sociales», sino el pacto entre clases sociales para obligar a los jefes de Estado y de gobierno, según el caso, a buscar consensos, «porque los gobiernos no son enteramente sus gobiernos sino una componenda de muchos factores alrededor del Estado».

«No estoy hablando del Parlamento, estoy hablando del Estado, que es la parte que dirige el gobierno para la acción social y la satisfacción de las demandas sociales», aclaró.

En el parecer del diplomático, en Brasil –como en Colombia–, el pueblo ha sido «maltratado históricamente por una oligarquía enquistada en el poder y que ejerce el poder», porque las estructuras coloniales permanecen «intactas», algo que para los venezolanos puede ser difícil de entender porque, en su decir, en el país no se constituyó una burguesía que asumiera el control del Estado, sino que subrogó esa tarea a partidos políticos mediocres.

«Nosotros no podemos entenderlo, primero porque nuestra burguesía no llegó a ser burguesía porque no tiene conciencia de clase y segundo, es muy floja. O sea, ese trabajo lo dio por delegación a unos flojos de Acción Democrática y Copei que gobernaron durante 40 años como les dio la gana», puntualizó.

En su opinión, esto se ve claramente cuando se analiza la figura de Pedro Carmona Estanga, cara visible del golpe de Estado que se perpetrara en abril de 2002 contra el entonces presidente, Hugo Chávez.

«¿Y quién es Pedro Carmona Estanga? Un empleado de Venoco, porque tiene 3 % de las acciones. Él no es dueño de Venoco, podemos decir, un ejecutivo de cierto nivel que tiene 3 % de las acciones. Eso no significa nada en el mundo empresarial», ilustró.

En el caso brasileño, la realidad no puede ser más opuesta: el actual mandatario, Jair Bolsonaro, «surge de los sectores más recalcitrantes de la ultraderecha, pero con un anclaje muy importante en las Fuerzas Armadas» y en este contexto tan polarizado aún flota en el ambiente la amenaza de un golpe de Estado y el desconocimiento de los resultados electorales, lo que obliga a Lula y a su campaña a redoblar esfuerzos para morder votos en sectores que no se sienten del todo identificados con la agenda progresista.

Tortolero considera que una de las cartas que tendrá que jugarse Lula estas próximas semanas será la de atacar directamente el discurso del conservadurismo evangélico, particularmente el que profesan los sectores afectos al bolsonarismo, que se creen en el derecho «de matar gente, perseguir muchachos, ir en contra del vecino, no aceptar a los negros ni a las prostitutas ni a los homosexuales, para discriminar entre el bien y el mal».

«La fe ciega conduce al fascismo y el fascismo es la etapa criminal del capitalismo y ahí es donde Bolsonaro encaja perfectamente bien. Lula va a tener que diferenciarse y va a tener que hacer todo un esfuerzo por rescatar las luces blancas que estén en ese panorama y traérselos para este lado, más allá de los partidos», apunta, pues estas formas de organización no siempre recogen los anhelos de un sector de la población que es capaz de otorgarle el voto a «alguien que le garantice libertad y espacio de derechos».

‘Lawfare’ y polarización

El internacionalista asegura que el ‘lawfare’ contra Lula ha tenido un efecto significativo en la sociedad brasileña, porque aunque fue absuelto de todos los cargos, en capas amplias de la población continúa la sospecha de que sí eran ciertas las acusaciones en su contra pero fue perdonado», matriz que en este caso fue ampliamente impulsada por los medios de comunicación, particularmente el conglomerado O Globo.

«Si Globovisión –me voy a permitir nombrarlo y asumo la responsabilidad– en una época fue una cosa asquerosa en contra de Chávez, multiplíquelo por tres, cuatro, cinco, seis veces peor. Esa es una corporación completa que maneja toda la información, todas las noticias dentro de ese gran país que es Brasil, al cual se le llega más por radio que por televisión», comparó.

Sin embargo, acotó, el noreste brasileño, donde la mayoría de la población es pobre y tales narrativas tienen menos posibilidad de cuajar, el líder petista se impuso por un amplio margen, cosa que no sucedió en los espacios geográficos habitados por la clase alta y las clases medias, más proclives a creer en lo que se dice en los medios.

«Quiere decir que estamos en un Brasil que se dividió en dos, porque tienes una población muy rica, una población clase media y unos que aspiran a ser ricos y a ser clase media (…), ahí es donde se inscribe ese mensaje: ‘Lula es ladrón’, ‘Lula es peligroso, es un comunista’. Le quitas el nombre de Chávez a cualquier cosa en contra de Chávez y vale, le quitas el nombre de Lula y le pones el nombre Maduro y vale, porque es el mismo relato», sintetizó.

El regreso de Brasil a la multipolaridad

Para concluir, el experto valoró que el eventual regreso de Lula a la presidencia de Brasil «es una buena noticia para la multipolaridad», porque bajo su liderazgo podrían potenciarse mecanismos que hoy acusan franco abandono como el Mercosur y también resurgir otros casi fenecidos, como Unasur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN).

«Todos estos órganos multilaterales nos van a permitir cumplir con las tesis de la solidaridad, la complementariedad y valga el término, el aprovechamiento de esto en un mercado que cada día es más homogéneo, más de bloque y menos de individuo», señaló.

Tortolero justificó estos buenos augurios en referencia a un conjunto de pugnas entre el unilateralismo del así llamado Occidente global –Estados Unidos, algunos países europeos y otros aliados– y los múltiples polos de poder que están surgiendo en los restantes espacios, particularmente en Eurasia, donde hoy se libra una cruenta guerra que, en su opinión, obedece a la incapacidad occidental para asimilar la recuperación de Rusia como potencia tras haber sido dejada en ruinas.

«Nadie puede negar que en Asia tenemos una China preponderante, que agrupa todos los países del Asia en cuanto al desarrollo económico y social, desde Corea del Sur, que es una parte de Norteamérica puesta en el Asia, pasando por Malasia, Indonesia, todos los países que están alrededor y las zonas que están en conflicto con China, todos viven de China», destacó.

Una situación similar se vive en el continente africano, que trabaja afanosamente por construir dos polos, uno al norte y otro al sur, con el propósito de ampliar sus mercados.

En América Latina, la situación también es promisoria. «Ves que aquí está un Andrés Manuel López Obrador que nos da la feliz noticia de decir: ‘hay que potenciar el Celac, porque con el Celac vamos a brillar con luz propia y no necesitamos ni a Canadá ni a Estados Unidos», apuntó

«En ese marco poder hacer entonces hacer alianzas estratégicas continentales. América Latina y caribeña sigue siendo la mina de oro por explorar. Cuando digo oro, digo coltán, bauxita, tierras raras, petróleo y todo lo que usted se imagine, y agua por cantidad. De todo eso hay un poquito aquí», concluyó.

(LaIguana.TV)