El dramático alud que sumergió bajo el lodo a Las Tejerías con el lamentable saldo de 54 personas fallecidas y nueve desaparecidas, además de numerosos daños materiales, motivó al periodista Clodovaldo Hernández a conversar en su espacio Cara a Cara con el geógrafo Pascual Curcio Morrone, experto en ordenamiento urbano y gestión de riesgos.

Además de una licenciatura en geografía por la Universidad Central de Venezuela, Curcio obtuvo un título en análisis de datos en la misma casa de estudios y un grado en fotogrametría por la Universidad de Stuttgart (Alemania).

Para el especialista carece de interés explicar a la población que reside en Las Tejerías qué ocurrió, porque fue testigo de primera mano de los eventos. Sin embargo acotó que la respuesta última tras esta clase de fenómenos tiene que ver con la relación que los seres humanos establecemos con la naturaleza.

«Entendamos que el medio físico natural es un ente vivo, que tiene su metabolismo propio, así como nosotros tenemos el nuestro», destacó, lo que significa que aunque no podamos apreciar el movimiento del suelo o los árboles, esto no implica que permanecen estáticos.

Antes bien, explicó, el medio físico natural se mueve a partir de lo que se conoce como «factores desencadenantes», a saber: los movimientos telúricos, conocidos popularmente como terremotos o sismos, que vienen de la corteza terrestre y las precipitaciones, que proceden de la atmósfera.

«En síntesis, nosotros estamos sobre nuestra madre, pegados al seno de nuestra madre con energía que viene de abajo y viene de arriba; estamos en un sándwich y no tenemos opción de huir. Tenemos que sentarnos a pensar, conversar y convivir con ese hermano nuestro, ente vivo, que es el medio físico natural», redondeó.

¿Se pudo prevenir lo ocurrido en Las Tejerías?

Curcio es de la opinión que el tipo de fenómeno natural que se produjo en Las Tejerías el pasado 8 de octubre puede prevenirse, aunque acotó que «frente a situaciones extremas hay que tener un plan de fuga».

Con esto quiso significar que si bien hay elementos del medio físico natural que pueden medirse, los llamados «factores desencadenantes» no siguen un patrón determinado –»son aleatorios»– y, por tanto, resulta imposible predecirlos con suficiente precisión.

«Tú puedes predecir que va a llover, pero no cuánto» y del mismo modo sucede con los terremotos.

Con interés pedagógico comparó esta clase de eventos naturales con lo que ocurre cuando una madre se enoja con su prole y esta corre a esconderse, que es lo que exactamente hacemos los seres humanos frente a estas contingencias.

Pese a lo dicho, aseguró que existen métodos dentro de la ciencia para analizar los datos asociados a los parámetros del medio físico y establecer estándares considerados «normales», que a la postre sirven de referencia a los expertos.

«Nosotros tratamos de controlarlos por vía de la estadística. Con ella tratamos de establecer una normalidad en el comportamiento de los factores desencadenantes», como lo hace a diario la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), abundó.

Esta es la base para calcular promedios que alertan a los conocedores sobre los riesgos sísmicos en las distintas zonas del país, que a su vez deben ser considerados al momento de construir, completó.

No obstante matizó que «eso no significa que no se pueda dar un evento extremo en donde tengamos que implementar un plan de evacuación e incluso, un plan de reconstrucción».

Ninguna previsión es infalible. Así, recordó, «el último sismo intenso que se vivió en Venezuela fue en el 2018, en el estado Sucre y a pesar de todas las previsiones que se tomaron, porque esa es una zona sísmica de alto riesgo, fallecieron cinco personas».

¿Para qué sirven los valores «normales» definidos por los científicos?

El geógrafo y analista de datos comentó que en el caso de las precipitaciones, los valores «normales» definidos por los científicos tienen incidencia en dos ámbitos del ordenamiento urbano: el acceso al agua potable y la construcción de drenajes.

«A efectos de la construcción de drenajes y de obras hidráulicas, a veces se trabaja con el promedio superior y a veces con el límite máximo» y con base en eso se establece «una conducta» del comportamiento pluviométrico de la zona, sin que ello impida «que en el mediano y largo plazo se produzcan eventos que estén por encima de esa ‘normalidad’ que yo he fijado», comentó.

Otras variables influyen decisivamente en la posibilidad de que un lugar pueda ser reconstruido para uso residencial tras una tragedia como la ocurrida en Las Tejerías. Es lo que ocurre con el relieve, particularmente en lo que corresponde a la inclinación de las pendientes y la composición de las rocas de la litosfera.

En el caso de la población aragüeña, este factor apunta hacia la viabilidad de la reconstrucción, mientras que en La Guaira, por ejemplo, después del deslave de 1999, los expertos desaconsejaron el uso de ciertos terrenos con fines residenciales.

«No es igual una roca dura donde el agua rebota como que si fuera una pared de cemento a una roca que está deleznable –que tú la tocas y se cae e incluso con la mano la puedes romper– y el agua viene y la socava, llena eso de agua y se cae. Eso es lo que incrementa la cantidad de lodo y partículas (…). La carga de sólidos que viene en caída, cuando llega al punto de la planicie se deposita porque la pendiente terminó. Es en este punto donde el agua funciona como un dique, agarra por los laterales y comienza a llegar a zonas donde nunca antes», explicó.

¿Se puede vivir con el riesgo de deslaves y otros fenómenos naturales?

En este punto de la conversación, el periodista Clodovaldo Hernández refirió que buena parte de los asentamientos urbanos en Venezuela está situado a los márgenes de ríos y quebradas, lo que a la luz de los embates causados por las lluvias en el país permitiría concluir que gran cantidad de personas vive en condiciones de riesgo.

Frente a este alegato, Pascual Curcio sostuvo que el hecho de que el riesgo exista, no anula la posibilidad de vivir con él sino que abre el compás para elaborar planes de contingencia frente a eventos extremos, pues estos siempre están precedidos por algún «aviso», inclusive en el caso de los terremotos, donde no es infrecuente que las réplicas superen al primer sismo.

A su juicio, de manera análoga ocurre con el caso de las lluvias, pues cuando se anuncian precipitaciones sostenidas y alimentadas por otros factores como «coletazos» de ciclones, es previsible que se produzcan desbordamientos en los cursos de agua y afectaciones en las zonas circunvecinas.

Los desafíos del ordenamiento urbano

El también fotogrametrista asegura que en estas circunstancias deben activarse planes de contingencia que permitan salvaguardar la integridad física de las personas y, muy por sobre todo, crear una cultura de manejo del riesgo en el contexto de fenómenos naturales de gran calado.

En su decir, a pesar de los numerosos testimonios que ratifican la importancia de salir a tiempo de las zonas de riesgo, muchas personas prefieren permanecer atrincheradas en sus viviendas, aun cuando ello pueda traducirse en un desenlace fatal.

Curcio se permitió un comentario dirigido específicamente a los habitantes de Las Tejerías:

«Ya la quebrada ha hablado. Ese amigo de nosotros, que es la quebrada, ha hablado y ha trazado un nuevo cauce donde se ha concentrado la mayor cantidad de residuos. En ese límite que trazó la quebrada no se debe construir, pero eso no significa que en las otras áreas (…) no se pueda seguir viviendo».

A este respecto aconsejó a las autoridades que reconstruyan el margen de la quebrada según el cauce trazado por el deslave, dejando una zona de seguridad de al menos 50 metros entre el curso de agua y las construcciones, que en su visión tomaría la forma de un área verde con fines recreativos.

A esto sumó la preparación de un plan de monitoreo permanente de la pluviosidad durante la temporada de lluvias y la elaboración de un plan de evacuación, que se activaría en el caso de alerta.

Frente a la eventual resistencia de la población para abandonar sus hogares y bienes materiales, el especialista considera que ha de adelantarse una importante labor de concientización, que incluya explicaciones detalladas y soluciones frente a una situación de pérdida total de sus posesiones.

«En Caracas hay un serio problema heredado de ocupación territorial, que afortunadamente –porque las quebradas no tienen características torrentosas– hacen que, de momento, no se produzcan desastres pero no se descarta la posibilidad, en la medida en que se siga esta alteración climática que estamos sufriendo», advirtió.

Los lapsos se han acortado y movimientos que tardaban mucho tiempo, ahora se producen en apenas unos pocos años. Eso, afirma, es lo que muestran los registros pluviométricos de Las Tejerías, que vivió una temporada lluviosa abundante una década atrás sin que ello se tradujera en desastre porque el río siguió su cauce, gracias al efecto protector de la naturaleza y a labores de canalización realizadas con anterioridad.

Empero, puntualizó que no siempre es posible realizar intervenciones de ingeniería hidráulica en los cursos de agua e incluso aseguró que ello resulta «contraproducente» en aquellos que tienen carácter torrentoso.

«Al estar cargados de lodo por el efecto del desprendimiento de detritos de las vertientes –de arena, de piedras, de árboles–, eso funciona como un efecto abrasador erosivo intenso, que incrementa hasta 10 veces el poder erosivo del agua», precisó.

Esto, explicó, fue exactamente lo que ocurrió en La Guaira y por ello, las autoridades regionales se han enfocado en que las áreas de alto riesgo permanezcan deshabitadas o con muy baja densidad poblacional.

«Cuando el plan urbano determina que esta es un área de seguridad, hay que hacerla cumplir», enfatizó.

Rol de la organización comunal

Para finalizar, Curcio calificó como «determinante» el rol de la organización comunal en la prevención de desastres naturales y en la implementación efectiva en el terreno de los planes de evacuación diseñados por los expertos.

«Este es el grupo que va a llevar la información y va a organizar la eventual evacuación, es el que va a estar en contacto con las autoridades nacionales», puntualizó.

Para que este correaje funcione, las instancias de gobierno local y regional deben informar apropiadamente a los voceros sobre los refugios habilitados y rutas seguras, en caso de que sea necesario poner en marcha un desalojo masivo.

En el caso de Las Tejerías –y en contraste con el Litoral Central– existe una zona estable que es el valle del río Tuy, que cuenta con una extensión de 300 hectáreas en las que están ubicadas algunas industrias importantes.

A este respecto especuló que es posible que «existan galpones que ya no se están utilizando y pueden tomarse como zonas de refugio».

«No hay que temer a esos interfluvios, pero hay que respetar esos márgenes de seguridad porque la quebrada puede crecer, puede tumbar la vertiente porque hay sectores de esa formación geológica que están seriamente meteorizados y eso se convierte en escombros que van a acelerar la capacidad de erosión de esa quebrada. Si hay un ranchito ahí, se lo va a llevar», concluyó.

(LaIguana.TV)