Viernes 11 de este mes 11. No eran las 11 de la mañana ni son las de la noche. Temporalidades mediante, después, en la presentación del libro Conversaciones Descoloniales, Pérez Pirela contó que “le cayeron a mandarriazos” (imagine la fuerza y el sonido del saxofón soprano de Manuel Barrios) “a tanta filosofía de allá”. Y señaló para allá. 

De después a antes, se puede uno confundir: editor no es escritor pero sí; depende, pero no; es mejor entonces acercarse a los milagros. Antes, o durante, Carlos Ortiz, editor y escritor que desanda y anda, en ese orden, habla de un libro de José Gregorio Hernández. Reinaldo Iturriza, escritor y editor con bicicleta, le escucha, en medio del trajín de la ahora trajinada GAN: “Lo que hice fue trabajar en el concepto y la gestión editorial; el libro tiene fotografías que muestran facetas de José Gregorio en la calle, por eso se llama José Gregorio en la vía. La idea es tratar de recuperar el registro de una figura que forma parte del paisaje urbano, está presente en todas partes, pero al mismo tiempo, es una compañía. Él anda en la vía, con la gente. Y tiene una crónica, en la mitad del libro, de Marlon Zambrano, que trata de ubicar a la gente en esa experiencia de andar en la calle con José Gregorio Hernández”. Y siguió hablando con Iturriza, quien tiene varios libros en varios stands. 

Una iguana 

Miguel Ángel Pérez Pirela estaba ronco. Tapabocas negro, chaqueta verde, pantalón amarillo y con la adrenalina de la primera vez, lo agarré descuidado y ocupado, muy ocupado. “Hoy es un gran día porque nace La Iguana Ediciones. Nosotros alargamos nuestro espectro epistemológico, de conocimiento semántico, de sentido y comunicacional a la cultura; ya no solamente seremos un portal informativo sino también una plataforma que hará publicaciones bibliográficas. Y nace con el libro que vamos a presentar hoy, Conversaciones Descoloniales, un libro que va a marcar un hito, porque en él recogimos las entrevistas que el maestro del periodismo, Clodovaldo Hernández, y este servidor, le hicimos a figuras como Enrique Dussel, Atilio Borón, como Ramón Grosfoguel…” “¡Grosfoguel!”, grité sin gritar. Grosfoguel voltea, Pérez Pirela aprovecha y se va a mover una lámpara desde donde sea hasta donde es. Ramón Grosfoguel, quien se cambiaría de puesto dos veces, con movimientos rápidos para que, digámoslo así, su cabello profundo dejara mirar a quienes estaban detrás, sigue hablando del libro: “Este es un libro seminal, allí se recogen entrevistas de pensadores críticos latinoamericanos en perspectiva descolonizadora y antiimperialista. Es muy útil y muy importante. Aquí estamos apoyando”. “¿Cuánto cuesta el libro?”. Pérez Pirela vuelve y responde: “Va a ser gratuito. Lo van a encontrar en LaIguana.TV”. 

Clodovaldo 

Manuel Barrios es el maestro de saxofón de Pérez Pirela. Del Jazz hablaría más tarde el ministro Ernesto Villegas, a quien le dio la palabra Valentina Vadell, coeditora de este primer libro. Quizá, la conexión (¿o compilación?) de todas las Artes en la GAN, pusieron las oraciones orales en las humanidades correspondientes: “nunca había entrado tanta gente”, afirmaría antes, o después, el ministro; “¡el cine!”, le recordaría Liliane Blaser al nombrarlas; “¡la fotografía!”, dijo sin hablar Félix Gerardi cuando levantó la mano sin cámara y Villegas veía. Y la voz le cambió: «Cada gota de tinta, cada idea parida alrededor de estos dos felices acontecimientos tiene el signo del heroísmo que caracteriza a la persistencia tenaz del pueblo venezolano en su decisión de transitar caminos descoloniales». La editorial Vadell Hermanos cumplirá 50 años en marzo del año que viene. «Salvando las distancias, aunque en aquella época no se llamaban así, los libros que imprimía Vadell tienen que ver con la descolonización«. 

Un movimiento de sillas, que no se mueven solas y que terminó formando medias lunas, me llevó a las lunas del poeta tunecino Ridha Mami, que antes, en la mañana, leería, sentado, sus trabajos breves desde la tarima donde ya no está la alfombra azul: quedan unos trozos protegiendo el piso. Después, Pérez Pirela, de pie, lee, de una de las solapas del primer libro de esa nueva editorial, un texto de Clodovaldo Hernández: “Si no mudara su dura coraza, la iguana dejaría de crecer. Ese escudo que la defiende de los peligros exteriores se convertiría en su prisión. Al cambiar de piel a menudo, demuestra su afán de transformarse, expande su soberanía corporal sin deformar su ser real”. Caminando en la caminería por donde también se trota, en Los Caobos, pudiera alguien acercarse a la fuente de agua que cuando se mueve, tiene forma de flor. Allí, Clodovaldo Hernández, el escritor, ha tomado alguna decisión importante. Pérez Pirela sigue leyendo las palabras escritas por el novel novelista corredor de distancias sin medidas, trotador en las letras justas, peatón en el reposo a juro. Esa presentación de aquella colección, Cambio de Piel, de La Iguana Ediciones, «asume esa naturaleza transmutativa, esa vocación por el renacer permanente y lo expresa mediante la difusión de ideas esenciales que pugnan por trascender los estrechos espacios en los que han permanecido confinadas. Son los saberes ancestrales que se renuevan y se muestran con piel remozada para la reflexión y el debate”. 

La GAN 

En Gradillas, después, dos gavilanes comían del cantero de acelgas en la terraza de la Escuela de Comunicación Popular Yanira Albornoz. (Dictarán un Diplomado en Periodismo Científico el próximo 16 de enero; las inscripciones comienzan este lunes). Abajo, se reinauguraba el Museo Sacro. Guardias patrimoniales barrían la Plaza Bolívar con escobas que no son escobas, pero barren. Ella también quiere estudiar. Cuando la conocí y le pregunté, me respondió: «Es complicado». Iba en bici, ella, y estaba lloviznando, como todos los días de estos días de feria, que son rostros conocidos y ausentes, rejuvenecidos o sonrientes, absortos en unas lecturas que son distintas aquí adentro. Un café pequeño, bien hecho, cuesta cuatro punto cinco. Escuchar, en esta ciudad, cuatro punto cinco, es pensar en la divisa estadounidense, regada en tanto billete de a un dólar deteriorado que, en poco tiempo, se harán carteras o cosas que se hacen con los billetes viejos, inservibles. «Bolívares; cuatro punto cinco bolívares», aclara el cajero del café caraqueño escrito con k. Dos por un dólar. «No puede pasar por ahí…». 

Ella deja el ademán de bajarse. 

«…con la bicicleta». Y no pasó, y no entró, y no me vio, como dice la canción de PTT, otra, tantas veces repetido, tantas veces arrepentido de sus participios. Es otro principio. 

Fue Sergio Rodríguez Gelfenstein quien pagó los bolívares. Inquieto antes de la presentación del libro de su tocayo, protestó porque la relación leche/bolívares, de cuatro punto cinco, pasó a costar Bs.13, poco más, poco menos. Sergio Guerra Vilaboy sonreía y esperó tranquilo su café. Y su tocayo presentó su libro. 

La GAN tiene vericuetos, terrazas, vacíos, palos trancando puertas de vidrio y ahora, gente, mucha gente. Afuera, el café cuesta más de cinco y a pocos pasos, en el Paseo Anauco, un librero hace su trabajo. “Lo tenía”, pero tiene tiempo sin verlo. Cazadores de microbios es el título de ese libro esquivo. 

“¿Dónde queda la GAN?”, es la pregunta que ya no sorprende. Caraqueñas que desconocen la estructura, visitantes que “viven” dentro y carros parados en la ciclovía convinieron en cambiar un poco la dinámica de estos metros cuadrados tan caminados desde antes de, cuando no había eso, pero tampoco esto. Ximena González Broquen es la compiladora de las Conversaciones Descoloniales y directora de La Iguana Ediciones. Esa presentación está terminando. «Lo descolonial suena mucho últimamente. En estas páginas, entre estas líneas, transitan muchas coordenadas de viaje que plantean y replantean, planean y desplanean, a cada instante, el rumbo que tomamos. Pero ahí están, indicándonos un porvenir por recorrer, contándonos otras historias y otras realidades a la vez siempre nuestras, también». Lee con una sonrisa que descoloniza. «Descolonial es entonces un proceso, un actuar, un sentir, un vivir; no una etiqueta, sea académica o política. Es toda praxis insurgente que se alza desde su propio espacio, desde su propio cuerpo, territorio, vivencia, historia, para tejer, desde el narrar, otro pasado, otros futuros. Es pues, una, entre muchas otras formas de nombrar esa voluntad de vida, voluntad de construir otro modelo civilizatorio basado, precisamente, en la comunidad de vida, comunalización del poder, del saber, del ser. Descolonial es solo una de las palabras que recoge ese sentipensar de liberación propio de nuestros pueblos». 

(Gustavo Mérida / Ciudad Caracas)