El 2022 puede ser recordado como uno de los años más complejos de la historia contemporánea, donde la recuperación tras la pandemia de COVID-19 y el conflicto entre Rusia y Ucrania complejizaron el panorama económico mundial. 

La inflación, el encarecimiento de combustibles y alimentos y las consecuencias económicas de las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos contra Rusia, sin embargo, no impidieron a las divisas de tres países latinoamericanos aproximarse al cierre de 2022 con un escenario en números positivos. 

Las monedas de Uruguay, Brasil y México lograron una apreciación frente al dólar estadounidense de 8,9, 5,2 y 2,2%, respectivamente, de acuerdo con un análisis elaborado por el sitio especializado en economía Bloomberg. 

Con una población de 3,4 millones de habitantes, según cifras del Banco Mundial, la realidad social que ha permitido la economía uruguaya es de estabilidad, cobertura de derechos sociales y bienestar generalizado, una dinámica y complejidad muy distintas a las de Brasil y México, los países más poblados de América Latina, en orden descendente. 

Sin embargo, estas dos últimas naciones latinoamericanas son las potencias económicas más fortalecidas de la región latinoamericana, además de tener actividades productivas industrializadas y fuertemente integradas en relaciones comerciales con las dos principales fuerzas económicas del planeta: Estados Unidos y China

Sputnik conversó con el economista político Óscar Rojas para entender qué ha facultado el cierre positivo de estas divisas latinoamericanas. 

Las divisas: mercado de especulación privada 

«Las divisas son un mercado por sí mismo, se trata de un mercado de especulación donde yo como inversor especulador hago una valoración de cuál es el futuro en el corto, mediano y largo plazo de una economía, entonces hay todo un mercado en el cual yo puedo estar comprando monedas para salvaguardar mi valor en esas monedas o convertirlas hacia otras», explica el especialista. 

«Entonces, estos resultados implican que las monedas que tienen un mejor desempeño son las monedas mayor demandadas en el sentio de que han dado en el mercado una imagen de estabilidad porque lo que un inversor hacia el futuro necesita es precisamente condiciones de que el valor invertido no solo se mantenga sino que el objetivo final es que aumente los rendimientos», agrega el doctor en economía egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 

Es decir que el peso uruguayo, el real brasileño y el peso mexicano han proyectado una sensación de fortaleza en el mercado regional de divisas que les ha permitido apreciarse frente al dólar de Estados Unidos, hacia el cierre de 2022. 

No obstante esta dinámica, el análisis de Bloomberg identificó que un sector muy minoritario de la sociedad uruguaya, por ejemplo, tiende a ahorrar en su propia moneda; en cambio, se sigue intercambiando la divisa nacional por dólares para las proyecciones económicas. 

Rojas recuerda que, pese al buen desempeño de estas divisas latinoamericanas, la influencia estadounidense en la región sigue siendo preponderante. «Hay una dependencia estructural», apunta. 

En el caso de México, distingue, a pesar de la estricta integración del país norteamericano con su vecino angloparlante, las dimensiones de su economía le permiten un rango de acción autónoma.  

En cambio, el caso de Uruguay es el de una dolarización de facto, considera, donde además figura la influencia del vecino Argentina, con una deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de tales dimensiones que ha obligado al Gobierno a solicitar la renegociación con el organismo financiero, y con un constante escenario de inestabilidad financiera y devaluación. 

«Hay una subjetividad que dice que al estar directamente anclado al dólar no tendrías los problemas de tipo de cambio, cambiarios, pero esto no es así. Pero culturalmente siempre va a ser deseable, sobre todo en términos de mercado negro, la posibilidad de hacer tus ahorros y también tus transacciones en una moneda que se considera fuerte», como el patrón dólar, explica Rojas acerca de esta desconfianza latinoamericana en el ahorro en su propia divisa. 

La insistente influencia de EEUU 

Si bien los análisis económicos internacionales actuales nunca soslayan el crecimiento y protagonismo de China, Estados Unidos todavía concentra el mayor Producto Interno Bruto (PIB) del mundo, según comparativos del Banco Mundial. 

En el corto plazo, apunta el economista, se percibe una relocalización de procesos productivos hacia el continente americano como consecuencia de la guerra económica que en los últimos años han sostenido Pekín y Washington. Por ejemplo, China es el principal destino de las exportaciones tanto uruguayas como brasileñas, según comparativos del Observatorio de Complejidad Económica (OCE). 

«Eso genera, por ejemplo, una revalorización del circuito americano, pero a mi punto de vista esto es digamos solamente un episodio de la serie porque todavía queda muy lejos en términos del sistema monetario un competidor real y efectivo del dólar, todavía sigue siendo muy fuerte», matiza Rojas. 

Desde 1945, cuando terminó la Segunda Guerra Mundial con una Europa devastada por el conflicto, Estados Unidos garantizó que su divisa fuera el canal de intercambio internacional, recuerda el doctor en economía. 

«China va a aumentando, pero todavía hay muchas cosas que resolver en el sentido productivo, por ejemplo saber si van a poder contar con una autonomía en la producción de chips, que es la tecnología que actualmente da el salto cualitativo entre el dominio o no dentro de una industria», compara. 

«En cuanto China pueda lograr autonomía, puede disponer de otras estrategias de crédito que puedan alcanzar mucho más allá de Asia, entonces en ese momento va a ser cuando se va a crear la necesidad, por ejemplo, de que los países tengan una canasta más diversificada de valores que les permita ir bajando su dependencia con respecto al dólar», reconoce. 

Sin embargo, este posible proceso no ocurrirá en un escenario inmediato, estima el economista. Además, tampoco perfila un mundo donde se traslade el centro económico de Estados Unidos a China, pero sí un escenario con diversificación de motores económicos. 

«Toda esta dinámica que se está generando, el objetivo sería que fuera multicentros», ilustra Rojas. La llamada nueva ruta de la seda, ejemplifica, una estrategia de diversificación de cadenas de suministro impulsada por China persigue como uno de sus principales objetivos no solo transmitir mercancías, sino multiplicar los centros productivos planetarios. 

«Es así como un asunto dialéctico en el cual China aumenta su fuerza en la medida en que eso ayuda a que Estados Unidos disminuya la forma unilateral (de su economía), y de ahí el siguiente proceso sería que se empiecen a generar multicentros no tan dependientes como actualmente ocurre», añade. 

Un siglo XXI de crisis permanente 

Prácticamente, desde que comenzó el siglo XXI el planeta afronta una crisis económica, acentuada por la debacle financiera de 2008, recuerda Rojas, lo que en suma hablaría de que la economía mundial vive un proceso de transición. 

«Es decir, ya estamos en el movimiento de cambio», al que se suman factores como la crisis económica derivada del coronavirus y el impacto internacional que ha generado el conflicto entre Rusia y Ucrania, dos de los principales productores de alimentos del mundo, mientras que el primer país es también líder en el mercado internacional de petróleo y energéticos como el gas. 

Además, este escenario genera una reorganización política acelerada, especifica Rojas, acompañada de otros fenómenos como un resurgimiento internacional de las ultraderechas, lo que permite vaticinar un imaginario de cambios estructurales hacia 2050. 

Un siglo XXI de crisis permanente 

Prácticamente, desde que comenzó el siglo XXI el planeta afronta una crisis económica, acentuada por la debacle financiera de 2008, recuerda Rojas, lo que en suma hablaría de que la economía mundial vive un proceso de transición. 

«Es decir, ya estamos en el movimiento de cambio», al que se suman factores como la crisis económica derivada del coronavirus y el impacto internacional que ha generado el conflicto entre Rusia y Ucrania, dos de los principales productores de alimentos del mundo, mientras que el primer país es también líder en el mercado internacional de petróleo y energéticos como el gas. 

Además, este escenario genera una reorganización política acelerada, especifica Rojas, acompañada de otros fenómenos como un resurgimiento internacional de las ultraderechas, lo que permite vaticinar un imaginario de cambios estructurales hacia 2050. 

¿Qué se proyecta para 2023? 

Los niveles de pobreza y desigualdad en Uruguay son bajos y hay casi una total ausencia de pobreza extrema en su territorio, señala el Banco Mundial, por lo que en términos relativos se trata del país con la clase media más amplia de América, pues contempla más del 60% de su total poblacional. 

Sin embargo, el economista Rojas recuerda que se trata de una sociedad pequeña en un país poco industrializado, y donde a pesar de estos indicadores de desarrollo sanos el Uruguay no está exento de los problemas de la violencia capitalista. 

Además, un factor que le ha permitido al país sudamericano mantener indicadores sólidos de bienestar social es que no se encuentra en medio de los principales canales de explotación capitalista, agrega el egresado de la UNAM. 

«Que es un caso completamente diferente de las dos principales economías del continente, que es precisamente Brasil y México, en ese orden», describe. 

Acerca del desempeño del real y los pesos mexicano y uruguayo en el año que está por comenzar, el economista insiste que el mercado de las divisas está en manos de intereses privados, que si bien sustentan sus proyectos de inversión en análisis muy rigurosos de datos que les permitan concebir desempeños a futuro, también dan lugar a la incertidumbre derivada de la especulación. 

«Aunque se hagan las proyecciones, estas tienen una alta volatilidad, pero lo que sí estamos viendo con claridad es que como América actualmente está reorganizándose por la cuestión de la guerra, hay un flujo muy importante hacia estos países» de los esfuerzos económicos estadounidenses, que busca mantener su influencia en la región, abunda Rojas. 

«Le conviene y necesita que sus países de influencia estén en un proceso de industrialización», especifica. 

El capital contemporáneo, señala, está muy trasnacionalizado, lo que se describe en que los mismos Estados Unidos mantienen muchos negocios con China a pesar de las declaratorias explícitas y soterradas de confrontación comercial. 

Así, ambos focos de influencia trasnacional, Pekín y Washington, buscan escenarios de estabilidad, en donde destacan México y Brasil, pues a pesar de sus devenires políticos, sus economías han logrado continuidad, considera el doctor en economía. 

«México y Brasil son los lugares donde hay más espacio para la especulación porque son los países más industrializados y son los países que hasta ahora han mantenido una relativa estabilidad» en un panorama latinoamericano con problemas de inestabilidad como el que acaba de encarar Perú, con la destitución desde el poder legislativo del presidente Pedro Castillo. 

Rojas apunta que, pese a sus amenazas de incertidumbre política como el golpe blando, Brasil ha mantenido una continuidad económica y una diversificación de sus relaciones, como muestra su pertenencia al llamado grupo BRICS, una alianza comercial que protagoniza junto a Rusia, la India, China y Sudáfrica. 

«Entonces, en este esquema de reorganización, en este tramo específico de especulación, pues claro que los capitales van a demandar estas monedas, que son dentro de la región las mejores perspectivas de mantener atesoramiento de valor», concluye el economista político. 

(Sputnik)