En una nueva entrega de Entre Líneas estructuramos una línea de tiempo sobre la actual situación política y diplomática de Francia más allá de las consecuencias de un bélico y sensacionalista 2022, marcado por la guerra en Ucrania y la constante intervención mediática, diplomática y militar de supuestos aliados, presuntos enemigos y sobre todo decisiones muy desacertadas por parte de EEUU y la Unión Europea, ni que decir de Ucrania.
Llegó el invierno
Días más cortos, noches más largas y temperaturas más bajas. Lo que pudo ser simplemente el paso de una sesión templada, en Europa se prevé que se extienda incluso más allá de una temporada. Las facturas siguen disparadas, aunque ya desde hace más de 3 meses los 27 Estados miembros de la Unión Europea habían acordado reducir su demanda de gas en un 15 %.
En Reino Unido se repuntan las facturas un 80 %. Alemania impuso un descuento único de 300 euros en el precio de la energía, pero cada hogar pagará 500 euros más que en otros años para ayudar a las empresas de servicios públicos. O así lo reseñan sus autoridades. Familias protegiendo empresas, no empresas protegiendo a las familias. Así funciona la primera economía en el llamado Primer Mundo, mientras vuelven a la brutal explotación del carbón en detrimento del ambiente.
En Inglaterra se podrá pagar hasta 500 libras por mes en 2023 porque el invierno, pese a durar unos meses, se extenderá en los bolsillos europeos durante todo el año siguiente y quizás unos cuantos más porque entre las alternativas de los europeos podría destacar Catar, pero estos no se comprometen a suministrar gas natural licuado si no a partir de 2026.
Francia se comprometió a una reducción de 4 % y su presidente Emmanuel Macron anunció el fin de la abundancia, mientras ordenaba apagar la luz de edificios íconos para inaugurar con eso el inicio de la austeridad. Una austeridad que va junto a la sorpresa de verle estrechar fuertemente la mano de un presidente que hasta el comienzo de este 2022 no reconocía: Nicolás Maduro, el de Venezuela, el país con la mayor reserva de crudo.
Las señales del inicio de la decadencia francesa
El incendio de la Catedral de Notre Dame el 15 de abril de 2019 se llevó la atención del mundo justo de la forma en la que los dueños de las cámaras quisieron que fuera, mientras se impedía la alocución de Macron -quien entonces era primer ministro de Francia- sobre los chalecos amarillos, habituados a colmar las calles de Francia con sus protestas y demandas laborales cada sábado durante varios años.
Si se hace un ejercicio de memoria, inmediatamente se recuerda que se perdió la atención por las urgentes necesidades de la vida y los franceses se abocaron a un excesivo interés por preservar obras que más allá de su indiscutible relevancia artística, no son otra cosa que la simbolización del Poder, de ese que por miedo o por costumbre se desea mantener, cueste lo que cueste.
Si se hace otro breve recuento de los hechos y los daños, se recuerda que un impacto parecido fue generado durante el ataque a las Torres Gemelas en EEUU en 2002, de lo cual las consecuencias fueron más terribles y evidentes: se inició un nuevo ciclo de lo que sería la política exterior estadounidense. En el caso del incendio de la Catedral lo que vimos fue el comienzo de una serie de acontecimientos que dibujaron una nueva normalidad anticipada con la caída de grandes estructuras. A Notre Dame la lograron salvar actuando desesperadamente, la misma suerte no corren los seres humanos que luchan por sus derechos laborales.
¿Y qué vino luego del incendio? el intento de una restauración. Una cadena de acontecimientos: la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU con todo su jactancioso racismo, luego dos años de pandemia de covid-19, auge de los Brics, adiós a al prestigio del grupo de los siete, puros síntomas y señales no del fin del mundo, sino del fin del sistema imperante pero maquillado tal y como lo conocimos durante un siglo.
¿Y qué es Francia en medio de todo eso? Sigue siendo uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; también pertenece al Consejo de Europa, de la OTAN, de la Organización Mundial del Comercio, de la OCDE, del G8, del G20. París además es sede de la Unesco.
La construcción europea es uno de los ejes esenciales de la política exterior francesa. Fueron precisamente dos franceses, Robert Schuman y Jean Monnet, quienes contribuyeron al origen de las comunidades europeas y Francia fue uno de los seis miembros fundadores de la Comunidad Europea del carbón y del acero en 1951 y de la Comunidad Económica Europea en 1957. Francia ha participado activamente en cada una de las etapas de la construcción europea apoyando la creación del sistema monetario europeo, impulsando el acta única, respaldando la creación de un espacio de libertad, justicia y seguridad y participando en el lanzamiento de una moneda única: el euro. El llamado eje París-Berlín fue durante décadas el motor fundamental para la Unión Europea: opulencia, trabajada, estudiada y calibrada.
¿Qué ha sido Francia en los tiempos recientes más allá de vivir de la reputación de las glorias pasadas? La comunicadora e investigadora Naile Manjarrés profundiza sobre esto en una nueva lectura Entre Líneas.
(LaIguana.TV)