El expresidente de Brasil Jair Bolsonaro ya destaca por su habilidad para hacer mucho ruido – cual perro bravo – al inicio de cualquier evento, generar mucha polémica, emocionar y luego recular para dejar que sean otros quienes se ensucien las manos. Antes de los actos de desestabilización del 8 de enero de 2023, donde ultraderechistas radicales tomaron la sede de los poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo en Brasilia, Bolsonaro ya había dejado recado de lo que debía hacerse en un Brasil ahora gobernado por Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva.

En una nueva entrega de Entre Líneas, la comunicadora e investigadora Naile Manjarrés aborda signos, símbolos y señales de este acontecimiento y contrasta diversas lecturas acerca del auge de la religiosidad y su vínculo con el manejo del poder en Brasil.

El poder de “Dios”

Según reseña el historiador y politólogo venezolano, Juan Romero, quien es citado en el programa Entre Líneas, hay que “comenzar a señalar el hecho de cómo se ha venido orquestando una estrategia de neocolonización, a partir de iglesias con influencia calvinista y anglicana en nuestra América. Ambas iglesias han sido clave en los movimientos supremacistas que han tenido epicentro tanto en EEUU como en otras partes de Europa. Eso no es nuevo. En el caso de la historia de EEUU se constituyeron en la base de los llamados ‘padres fundadores’ y con ellos el sustento de superioridad étnica – religiosa, que permitió el casi total exterminio de las comunidades originales en el actual territorio de EEUU así como en los territorios despojados a México, en el siglo XIX”.

En anteriores entregas de Entre líneas del 2022 fueron analizadas las diatribas fundamentadas en la segregación y se apuntó, como casos ejemplares, a la primera ministra italiana; al partido Vox en España y el hecho de que Donald Trump es todo, menos asunto del pasado. Lo mismo ocurre con Bolsonaro, cuyos postulados flotan como una especie de fantasma del pasado, y funciona como un producto hecho a la medida de los intereses y las distorsiones de ciudadanos que desean todo menos parecerse a su propia gente.

Banderas por doquier abrazando actos y gestos de violencia junto a la toma de los edificios de tres poderes en Brasilia nos dejan símbolos, señales y signos en los que no suelen escatimar los imperios ni los sectores dominantes para contar nuevas historias y revirar el curso de acontecimientos al margen de cualquier sentido común. Además, cuentan con todos los recursos para imprimirlos, exportarlos y viralizarlos en un contexto donde están demasiado conscientes de la impresión que han causado sus fallas en el manejo del poder.

Decretos directo a la yugular de Bolsonaro

Lula llegó y no perdió tiempo para elevar decretos que llevan a tierra cualquier pretensión de retomar un orden con carácter humanista en el país. Firmó un texto que inicia el proceso de reestructuración de la política de control de armas en el país. El decreto reduce el acceso a armas y munición y suspende el registro de nuevas armas de uso restringido para cazadores, tiradores y coleccionistas.

En materia de protección ambiental, tras haber escuchado en 2019 a Jair Bolsonaro decir que la Amazonía no era el pulmón del mundo para justificar que no haría demasiado para prevenir su devastación, Lula firmó un decreto que restablece la lucha contra la deforestación en la Amazonía brasileña. Sobre Bolsonaro se sabe que está bien ligado a la industria de la madera y es fan del uso y abuso de redes sociales que favorecen sus negocios de compra-venta de parcelas de la Amazonía a través de Marketplace, por ejemplo.

En cuanto al manejo de recursos de la nación, Lula ordenó a los ministros que presentaran propuestas para retirar del proceso de privatización empresas públicas como Petrobras, Correos y la Empresa Brasileña de Comunicación (EBC) que ya estaban cocinándose a fuego para nada lento.

(LaIguana.TV)