La imprenta llegó tarde a Venezuela, casi tres siglos después de su arribo a otros países de la región. Las autoridades coloniales seguramente retrasaron su llegada advertidas del carácter libertario y rebelde del pueblo venezolano. De hecho, cuando ya no pudo aplazarse más su entrada en el país, viene como pertrecho de guerra en pleno proceso de independencia. Es Francisco de Miranda, el precursor de la emancipación americana, el primero que trata de introducirla en el país, en 1806, para difundir decretos y proclamas de libertad, pero, aunque su esfuerzo no tuvo el éxito que esperaba su ejemplo caló hondo en el espíritu de las generaciones siguientes. 

Simón Bolívar, brillante estratega militar que coronó la independencia americana en el campo de batalla, hizo un uso intensivo de la imprenta, a la que llamó “la artillería del pensamiento” con una concepción visionaria de lo que hoy llamamos la guerra mediática. Entre los primeros disparos de ese armamento ideológico estuvo la caricatura. Es decir que, desde su aparición, la caricatura en Venezuela estuvo ligada siempre a la diatriba política y social, convirtiéndose en reflejo y expresión fiel de dos características fundamentales del pueblo venezolano, su chispeante sentido del humor y una aguda intuición política.  

El siglo XIX es un período complejo, la independencia tuvo un costo enorme, la economía quedó devastada, la población diezmada y la infraestructura prácticamente en ruinas. En ese contexto la caricatura sirvió para afianzar la soberanía cultural e identidad visual de la naciente república, difundiendo las costumbres, modas y valores de una ascendente clase criolla y satirizando lo que se podría considerar como los grandes vicios de la época. Mientras sentaba las bases de un mestizaje gráfico, combinando el estilo y la calidad de factura de la escuela tradicional europea con situaciones costumbristas que hundían sus raíces en lo más profundo de nuestras herencias culturales de origen indígena y africana.  

La disputa entre liberales y conservadores llenaban de sobresaltos aquel periodo e inspiraban unas caricaturas de fino humor y alta calidad de ejecución plástica. Como los elegantes dibujos satíricos publicados en la revista El Mosaico, en 1855, y que se atribuyen al ilustre político e intelectual don Fermín Toro. Por aquellos años proliferó el arte del humorismo gráfico al mismo ritmo con que se establecían nuevas imprentas en el país, se mejoraban los procedimientos técnicos para la reproducción de imágenes y se multiplicaban las publicaciones dedicadas a la sátira política. Para 1875, en la revista El Zancudo, los caricaturistas son ya dibujantes con formación, expertos en litografía y grabado. En este grupo destaca Carmelo Fernández, fundador de la Academia de Bellas Artes. 

Hacia finales del siglo XIX una rica diversidad de manifestaciones gráficas animaba el ambiente artístico y enriquecía la cultura visual del país. Pero habría que esperar hasta bien entrado el siglo XX, para que surgiera la caricatura moderna en Venezuela. Leoncio Martínez “Leo” funda Fantoches, en 1923, comienza una renovación técnica, temática y estilística del género de la caricatura. Introdujo la historieta y el uso del balón para contener los textos, creó tipologías de personajes para representar al pueblo llano y a sus explotadores, abordó temas como el petróleo, el papel de la mujer, la pobreza o el sindicalismo y asumió una línea editorial de lucha contra el dictador Juan Vicente Gómez, que le costó multas, persecución y cárcel.  

Las generaciones posteriores de caricaturistas asumieron la experimentación y adoptaron una actitud más abierta ante las corrientes estéticas que agitaron el mundo del arte contemporáneo. Dibujantes de vanguardia tomaron prestados los hallazgos estéticos del cubismo, el expresionismo, el constructivismo o cualquier otra escuela que les resultara útil para armar propuestas innovadoras dentro del humor gráfico venezolano. Aunque la tradición criollista de Fantoches, también tenía seguidores como se evidenció en El Morrocoy Azul, que empezó a circular en 1941. En sus páginas destacaron las caricaturas costumbristas de Víctor Simone Delima y Claudio Cedeño, con sus abigarradas composiciones repletas de personajes populares. 

Para la segunda mitad del siglo XX, la caricatura se consolida como género periodístico y prácticamente todos los diarios y revistas incluyen secciones de humorismo gráfico. Aunque muchas publicaciones optan por las tiras cómicas estadounidenses y la mayoría de los poderosos son intolerantes a las críticas risueñas de los caricaturistas, los dibujantes se las apañaron para sobrevivir y algunos despuntaron por su talento. No se puede hablar de este periodo sin hacer una mención especial del Sádico Ilustrado, revista humorística que circuló hacia finales de los años setenta y que reunió algunas de las firmas más ilustres de la literatura y de las artes venezolanas. Entre sus caricaturistas figuraron, Pedro León Zapata, quien también era su director, Régulo Pérez, Abilio Padrón, Luis Britto García, Víctor Hugo Irazábal, Luis Guevara Moreno y muchos otros que elevaron el arte satírico venezolano hasta niveles de excelencia nunca antes vistos. 

Cuando llegó el fin de siglo, terminó la hegemonía de una vieja clase política en Venezuela. Con el siglo XXI empezó también la revolución bolivariana, un proceso político, económico, social y cultural que influye en todos los aspectos de la vida nacional y frente al cual los caricaturistas no han sido indiferentes. Los humoristas que en el pasado se dividieron entre realistas y republicanos, conservadores y liberales, de derechas o de izquierda, hoy se asumen como chavistas y antichavistas. 

Se pueden identificar dos tendencias en el humorismo gráfico actual en Venezuela, una corriente revolucionaria y nacionalista que mantiene un discurso en defensa de los intereses del país y una facción reaccionaria cuya base argumental es la campaña mediática en contra de la nación, y que aplaude gobiernos paralelos, agresiones, bloqueos y sanciones. En cualquier caso, la caricatura en Venezuela goza de buena salud; existe un semanario humorístico, El Especulador Precoz, muchos medios impresos y digitales reservan espacios para el humor gráfico, las nuevas tecnologías facilitan la publicación de contenidos en línea y las redes sociales sirven de vitrina para muchos talentos que hacen el registro y semblanza de este tiempo con sus trazos e ingenio. 

(Iván Lira)