Según el expresidente colombiano Ernesto Samper la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) nació en un contexto caracterizado por la falla del sistema interamericano diseñado tras la Segunda Guerra Mundial para asegurar la convivencia entre las Américas.

Esta falla ha presentado varios síntomas demasiado evidentes, entre estos, la falta de coherencia de la Organización de Estados Americanos (OEA), que – en vez de defender a todos los países de América- ha promovido el caos en países que, a juicio de Estados Unidos, se salgan de la norma, cuyos gobiernos no garanticen el resguardo de sus intereses de seguridad en el resto del continente.

Un ejemplo reciente: el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia en 2019 y la posterior instalación de un nefasto gobierno de facto con el beneplácito de la OEA. Ni qué decir de su patética y repudiable actuación desde el año pasado ante Perú.

Si seguimos enumerando síntomas le sigue el accionar de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y esto se debe a un factor básico y elemental: no tiene independencia económica por tanto no puede operar bajo criterio particular ni establecer juicios o emitir fallos que no estén condicionados.

La misma vara sirve para medir los desaciertos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que pasó de días de gloria a verse reducido a un ente gobernado por una ficha política en Brasil del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, una figura que atenta en todo orden contra los intereses y derechos de los latinoamericanos.

Partiendo de esto, los países sudamericanos vienen operando bajo las normas de instituciones sesgadas en lo diplomático, lo jurídico, lo político y lo financiero. Estas condiciones sirvieron de base para la creación de Unasur, para su desarticulación a partir de 2019 y para lo que se presenta como su reactivación este 2023.

En un contexto en el que el presidente Luiz Inácio “Lula” Da Silva y el presidente argentino, Alberto Fernández, anunciaron el regreso de sus países a Unasur, y en espera de las declaraciones oficiales por parte de países como Venezuela, Colombia, Chile y Ecuador, la comunicadora e investigadora Naile Manjarrés enuncia las claves de la vieja y nueva agenda de Unasur y plantea varias interrogantes: ¿La Unasur podría erigirse como un factor de peso ante la decadencia de la OEA? ¿Con su idea de crear una moneda común y un sistema financiero más conveniente a los países de la región se convierte en una salida a las sanciones estadounidenses? ¿Qué lugar y cuánto peso debe dársele a la ideología en América Latina?

Esta nueva entrega de Entre Líneas suma respuestas por parte del exsecretario de Unasur entre 2014 y 2017, Ernesto Samper; el fundador del Grupo de Puebla, Marco Enrique Ominami, y el director ejecutivo de la Casa Patria Grande, Matías Capeluto, en exclusiva para La Iguana.TV.

(LaIguana.TV)