“La extrema derecha le arrebató la Constituyente al presidente chileno Gabriel Boric por ser este políticamente blandengue, por tratar de acomodarse a los intereses de Estados Unidos y no responder a los del pueblo obrero, minero, estudiante, el de los jóvenes que salieron a protestar y perdieron ojos o fueron mutilados y violados. Ese pueblo fue abandonado por él y por su culpa, la nueva Constitución será escrita por la derecha pinochetista”, expresó Miguel Ángel Pérez Pirela, en su programa Desde donde sea.
“¿Qué les hace pensar que este sector de ultraderecha va a crear una Constitución progresista y de izquierda, si son los mismos que a partir de 1973 asesinaron, torturaron, metieron a la cárcel y obligaron a exiliarse a miles de chilenos por sus ideas políticas?”, preguntó el filósofo, escritor y comunicador político venezolano al analizar el reciente resultado electoral.
“Todo esto es culpa de ese gris personaje que es Gabriel Boric, que llegó al poder representando el ideal de cambio constitucional del pueblo alzado en 2019 y ha actuado de una forma tan desacertada que la nueva Constitución será más pinochetista que la actual, lo que es mucho decir, pues esta que fue redactada a la medida del autócrata, en plena dictadura”, añadió.
Presentó el Iguanazo, la caricatura de Iván Lira, en la que un alto oficial con una calavera en su gorra, dice: “En Chile, cambiar la Constitución de Pinochet es hacerla más pinochetista”; y el otro, con casco y rasgos gorilescos, responde: “¡Sí, mi general!”.
Recalcó que el aplastante triunfo de las fuerzas de ultraderecha en las votaciones del pasado domingo 7 de mayo para elegir a 50 consejeros constitucionales, parece haber enterrado definitivamente los anhelos de la sociedad chilena de embarcarse en un proceso de cambios profundos que le permitiera dejar atrás el pesado lastre de la dictadura de Pinochet.
Insistió en que en este funesto resultado luce clara la responsabilidad política de Boric, cuyo liderazgo se consolidó en el contexto del estallido social de 2019, en el que se clamó, incluso con violencia, por una transformación radical del Estado chileno.
Boric triunfó en las urnas en diciembre de 2021 con 55 % de los votos frente al ultraderechista José Antonio Katz, con un programa de indudables tintes progresistas –especialmente si se lo compara con los estándares chilenos–, pero inevitablemente amarrados a la aprobación de una nueva Carta Magna, en el entendido de que esta era la única manera de cumplir cabalmente con sus promesas de campaña.
Año y medio después, el gobernante de 37 años, no solo no ha podido poner en marcha prácticamente ninguna de las reformas ofrecidas, sino que fue incapaz de apuntalar en dos oportunidades una nueva Constitución con la que las fuerzas sociales que reclamaban el fin del neoliberalismo y de la herencia pinochetista esperaban lograr sus objetivos.
Los hechos
Invitó a leer la nota de LaIguana.TV titulada: “Chile: Ultraderecha arrasó en elecciones y consiguió el poder de veto para reformar la Constitución”.
En el cuerpo de esa noticia se señala que el Partido Republicano, liderado por el ultraderechista José Antonio Katz, se alzó como gran ganador en los comicios de este 7 de mayo, al asegurarse 23 de los 51 consejeros –50 más uno de los pueblos originarios– en los que recaerá la responsabilidad de redactar una nueva Constitución para Chile.
Asimismo, la coalición derechista Chile Seguro, cercana al expresidente Sebastián Piñera, consiguió 11 escaños. De su lado, la lista Unidad para Chile, integrada por los partidos de la coalición de gobierno, alcanzó 16 cupos, mientras que las fuerzas políticas de centroizquierda y la centroderecha no obtuvieron ningún representante.
Si se hacen cuentas, aunque la derecha y la ultraderecha presentaron listas separadas para el Consejo Constitucional, no es muy difícil pensar que eventualmente podrían aliarse y controlar 34 de los 50 votos.
“Y Boric, mientras tanto, está más ocupado en criticar a Venezuela para satisfacer a Estados Unidos, que en honrar este proceso constituyente, que lo llevó al poder”, comentó el moderador.
Reacciones
Poco después de anunciarse los resultados, un visiblemente desencajado Gabriel Boric ofreció declaraciones a la prensa en las que trató, sin éxito, de presentar la jornada como una victoria para la democracia de su país.
En su intervención, el mandatario también exhortó a los recién electos miembros del Consejo Constitucional a elaborar una Carta Magna con mirada de largo plazo, en lugar de privilegiar disputas partidistas coyunturales.
En concreto, conminó a los recién electos convencionales a trabajar por la unidad del país y recordó que el proceso de aprobación previo de una nueva Constitución fracasó porque, entre otras cosas, quienes pensaban «diferente» fueron incapaces de alcanzar acuerdos.
La ausencia de referencias directas de Boric a la derrota de su coalición, no debería llevarnos a concluir que el presidente chileno no está consciente de los peligros que ello supone para la institucionalidad democrática liberal que suele defender.
Por ello, al saberse vencido aplastantemente por la ultraderecha –que a efectos ilustrativos puede comparársela con el bolsonarismo y el trumpismo–, recalcó la importancia de mantenerse dentro de los límites de las instituciones y de buscar acuerdos.
“Esto es falso –comentó Pérez Pirela-. Por su culpa habrá un retroceso democrático, por ser políticamente blandengue, por tratar de acomodarse a los intereses de Estados Unidos y no con los del pueblo obrero, minero, estudiante, el de los jóvenes que salieron a protestar y perdieron ojos o fueron mutilados y violados. Ese pueblo fue abandonado por él y por su culpa, la nueva Constitución será escrita por la derecha pinochetista”.
“La derecha y la ultraderecha no van a buscar acuerdos, porque si hay algo incrustado en la sociedad chilena es el pinochetismo y la próxima Constitución será aún más pinochetista”, insistió.
“Parece un comentario muy obvio y hasta retórico, pero advertimos que no es gratuito, pues estos grupos, guiados por la antipolítica y los discursos basados en ataques personales, no son muy proclives a respetar las reglas del juego cuando los resultados les son adversos en términos de su proyecto político, que con frecuencia es equiparado con el sentir de las mayorías”, planteó el moderador.
“En pocas palabras: o las cosas se hacen según ellos dicen o rápidamente emprenden acciones contra el Estado, a menudo con complicidad de agentes locales y ante la mirada cómplice de la así llamada ‘comunidad internacional’, como se ha visto en Venezuela, Brasil, Argentina e incluso en los Estados Unidos, por mencionar algunos casos bien documentados”, añadió.
Subrayó que por esta razón no sorprenden las declaraciones que formulara Katz, devenido en líder indiscutible de la oposición, en las que atribuyó el triunfo de su alianza a la situación socioeconómica del país –aunque haya sido el gobierno de Piñera el principal responsable– y a una especie de pase de factura a un «gobierno fracasado».
“Si se presta atención, se revela el mecanismo discursivo que antes expusimos: el proyecto político de la ultraderecha, en este caso, es no cambiar la Constitución pinochetista y no enfrentar las causas de la elevada desigualdad presente en el país, se equipara sin más a los deseos de la mayoría de la población. Dijo claramente que van a hacer lo mismo que han hecho siempre. ¿Si un pinochetista dice eso, qué se puede esperar?”, recalcó Pérez Pirela.
¿Qué dicen los resultados?
En términos prácticos, los resultados indican que los representantes de los partidos de la derecha y la ultraderecha dispondrán de poder de veto absoluto sobre el articulado desarrollado por la Comisión de Expertos y no estarán obligados a negociar ningún punto de la norma constitucional con otras facciones políticas.
Por otra parte, concurrió a las urnas 85 % de los chilenos habilitados para votar, lo que deja fuera de cuestión cualquier debate sobre la legitimidad de quienes resultaron electos, así como cualquier posible cuestionamiento sobre la supuesta apatía de la sociedad chilena con respecto al cambio constitucional, una matriz que fue abiertamente impulsada por medios europeos tales como BBC o France24.
Otro aspecto a considerar fue la alta incidencia de votos en blanco y nulos en la elección de los consejeros, que según sus defensores, constituía una forma activa de manifestarse contra la legitimidad del proceso, que derivó de un acuerdo entre partidos políticos en el Congreso y no de la voluntad popular.
En este orden recalcamos que el 26 % de los chilenos que sufragaron el pasado domingo optaron por marcar la opción en blanco o directamente anular su voto. Globalmente considerada, la cifra ocupó la tercera casilla entre las preferencias, quedando por debajo de la lista oficial por apenas 100.000 votos.
En un trabajo para la agencia RT, el analista político Ociel Alí López destaca que la opción de votar nulo o blanco se quintuplicó en relación con el proceso de septiembre de 2022, donde se rechazó la Constitución elaborada por la Convención Constitucional.
No es un dato menor. Si se interpreta en conjunto con el fracaso estrepitoso de los partidos de la Concertación –que gobernaron Chile desde 1990 hasta la emergencia de Sebastián Piñera–, queda bastante claro que estas organizaciones no gozan de los apoyos de la mayoría, pero no solo.
En conversación con teleSUR, el analista Guillermo Holzman avanzó que los comicios del pasado domingo dejaron en evidencia un desgaste en el sistema político chileno.
A su parecer, esta debacle afecta de manera particular a los partidos tradicionales, aunque también a las izquierdas, altamente fragmentadas e incapaces de cohesionarse en torno a un programa político claro, lo que contrasta con la coherencia exhibida por Katz y su partido.
A esto agregamos que algunos personeros que participaron en la elaboración de la Carta Magna rechazada abrumadoramente en septiembre, trabajaron decididamente para objetar el nuevo mecanismo constituyente en virtud del control que tienen los partidos políticos sobre él.
A finales de abril, el senador independiente Karim Bianchi aseguró que desde que inició el nuevo proceso constitucional, se había visto «cómo Chile ha sido violado por los partidos políticos».
En el mismo tono crítico –más bien próximo a la antipolítica– señaló que «los expertos [que están trabajando el anteproyecto de Carta Magna] están demostrando ser unos monigotes, unos títeres de los partidos políticos, redactando todo para la perpetuidad de los partidos».
Desde la izquierda, voceros como el exdiputado Hugo Gutiérrez, quien sirvió como constituyente por la lista del Partido Comunista de Chile, respaldó públicamente el voto nulo, al considerar que el intento de redactar una Constitución en un conciliábulo controlado por los partidos constituía «un fraude democrático».
Si bien puede decirse que son opiniones de particulares, es claro que ese discurso contrainstitucional está ganando terreno y logró calar en un sector significativo de los votantes, que pareciera estar en la actitud de no querer saber nada de la política, de los partidos y ni siquiera de la nueva Constitución.
(LaIguana.TV)