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Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Antonio Machado

Señor Márquez, ya varios de mis compatriotas se han dignado a responderle su olvidable “Carta a los jóvenes”. Me sumo a este vendaval como joven venezolano que se forma y que se siente parte de quienes con amor patrio estamos destinados a conducir la “Venezuela que habrá de venir”. Vale decir, no lo hago desde el “exilio” que impone la academia que tanto defiende usted o desde la comodidad de “lentes oscuros” a manera de “antifaz”, lo hago entendiendo los problemas que afronta mi país y teniendo una sólida confianza en “los poderes creadores del pueblo”.

 

Del desconocimiento al “otro” solo se desprende un comportamiento nazi-fascista que niega la realidad, que perfila una interpretación unidimensional de la sociedad y que justifica la desaparición forzosa de quien no piensa igual a usted. Se lo dice alguien que no hace vida en ninguna institución del gobierno ni es supuesto “bolichico” tal y cual ha figurado con altivo tono de patán en su nefasta carta. La negación de una inmensa mayoría de nuestro país es el presagio de la excomulgación y consecuente persecución de un segmento de la sociedad que históricamente fue invisibilizado y que hoy es protagonista de los procesos sociales del país. No es gratuito su olvido a quienes, aun soportando las inmensas colas en mercados y farmacias y padeciendo los embates de una criminalidad importada que hace las veces de sicario de la esperanza, siguen apoyando una Revolución que les ha hecho poder y les ha devuelto su patria. Su desconocimiento del “otro” (que es mayoría en nuestro país) es el eterno error de una clase política empresarial y asesina que le acosó a usted (por cierto) en otrora. Lamentable su ambidiestra noción del humor: ayer hostigado por esos verdugos, hoy alimentando sus grotescas orgías en especies de “cortes” al peor estilo medieval en el Este de Caracas y en la muy lejana Miami.

 

Hay una “Venezuela que habrá de venir” y muchos nos estamos formando (por aquí o por allá) para que sea una patria independiente científica y tecnológicamente, para que lo que comamos y vistamos sea hecho por nuestras propias manos, para que sea una sociedad de paz con justicia social, para que en nuestro país se extirpe de manera definitiva los abismos entre mayorías empobrecidas por el capital y minorías enriquecidas a la sombra de la renta petrolera. Al menos coincidimos en algo. ¡Sí! Somos “brillantes, inteligentes y creativos”, amén de resultar una generación buena “en ese amplio y hermoso sentido que la bondad contempla”. Pero al paralelo su discurso pretende desdibujarnos de un mapa multicolor que se llama Venezuela. ¡No todos los honestos y gente de “buena voluntad” estudiaron en una “universidad”, son empleados de trasnacionales o viven en el Este de la capital! Como diría Juan Pablo II: “Despierta y reacciona, es el momento”.

 

Quienes nos quedamos en la patria que nos vio nacer lo hacemos colmados de anhelos, sueños y esperanzas. Somos una juventud que se desmitificó y salió de los anaqueles que la marcaban de “boba”. Yo soy uno de los millones de jóvenes venezolanos que le exigimos respeto y que con dignidad entendemos que para hacer una revolución verdadera hay que estar dispuesto a incontables cuotas de sacrificio, teniendo como inspiración cardinal la esperanza bíblica hecha palabra para el analfabeto, comida para el hambriento, agua para el sediento, vestido para el desnudo, techo para el sin hogar, tierra para el campesino, trabajo para el desocupado, dignidad para el indígena, igualdad para la mujer.

 

Ya somos millones que estamos inscritos en el Registro Electoral Permanente del Consejo Nacional Electoral. Ya desde hace rato que votamos, que participamos. Debe saberlo (porque nos hace entender que no revisa las cifras o las “desconoce” como forma fascistoide de ignorar la realidad), las continuas elecciones han llevado a la gente humilde y jamás tomada en cuenta por el liderazgo nacional tradicional a conducir sustantivas transformaciones en la sociedad venezolana. Innumerables son las muestras. La juventud mayoritariamente rompe el exilio a la cual fue confinada por la terrible Ley de “Vagos y Maleantes”, el dantesco reclutamiento forzoso y la penosa confiscación del espacio público urbano, asumiendo el protagonismo diariamente y dando con el florecimiento temprano de la “Venezuela que habrá de venir”.

 

El “desabastecimiento de ideas y principios” conduce el enano accionar de quienes como usted han olvidado el pasado de represión y hambreamiento al cual fueron sometidas las grandes mayorías. Con entendimiento de nuestras limitaciones nacionales y de las adversidades que afrontamos como pueblo, nos llenamos de coraje e hidalguía patria, tal cual herederos de los jóvenes de La Victoria de 1814 en la Guerra Nacional de Independencia y de la juventud masacrada en las puertas de universidades y liceos en los tiempos oscuros de la denominada Cuarta República. Tenga por seguro que esos son nuestros referentes. Chávez es nuestro referente: su disposición a dar la vida por la verdad, por abastecer de “ideas y principios” a las nuevas generaciones son referentes asumidos voluntariamente y no a sangre y fuego al estilo holliwoodense o policíaco que parece usted convocar. Señor Laureano Márquez, no es nuestro referente: lo malos humoristas que se han convertido en payasos del circo empresarial no podrán colmar de dignidad y sentido del momento histórico a una generación que se hizo libre de conciencia y autosuficiente de acción.

 

Nosotras y nosotros, votaremos y desmitificaremos de nuevo sus palabras llenas de rencor al prójimo trabajador y de odio a quien piensa distinto a los empresarios corruptos (que de seguro le financian sus terribles presentaciones y comunicados). Quienes están por votar por primera vez en las venideras elecciones parlamentarias lo harán mayoritariamente por el futuro que ya ha echado a andar. Nuestros ánimos desdibujan todo afán conformista y saltan las barreras de la mediocridad, porque estamos más que dispuestos a exigir los ajustes y rectificaciones necesarias e ineludibles en el marco de una revolución permanente dispuesta a cambiar todo lo que deba ser cambiado. La Revolución venezolana es perfectible, tiene rostro joven y convoca al concurso de todas las mujeres y todos los hombres honestos y amantes de la paz.

 

La juventud de hoy ya no está sometida al “gas del bueno” (que tanto usted menciona en su carta) ni mucho menos a ofrendar su sangre en universidades y liceos (como olvidó voluntariamente mencionar en su carta). Afortunadamente, a esta generación le tocó vivir este hermoso proceso en democracia y defenderlo de los oscuros intereses antinacionales y antipopulares. Es hora de jugar, sonreír y bailar. Es hora de estudiar y transformar. Es hora de trabajar y seguir construyendo la “Venezuela que habrá de venir”: la socialista.

 

Por: Vicente Moronta