En 2024 se realizarán seis eventos presidenciales en el continente americano. La primera cita ocurrirá en El Salvador, el próximo 6 de febrero.

El proceso salvadoreño que se avecina en pocas semanas tendrá especial connotación debido a la probable reelección del actual presidente, Nayib Bukele, quien se ha convertido en un personaje político para toda la región por los cambios que ha representado en su país.

Su intento de reelección y la forma atribulada en cómo se ha forjado, traen la idea que lo que se juega en El Salvador no es solamente un comicios más, sino la proyección de Bukele como un modelo a seguir a lo largo del continente.

Luego, el 5 de mayo, se celebrarán las elecciones en Panamá. Dicho evento será importante para el subcontinente centroamericano, que ha sufrido fuertes dosis de conflicto político los últimos años.

Un hipotético giro de Panamá hacia la izquierda consolidaría la tendencia en la subregión centroamericana de gobiernos que se salen de la órbita de Washington o que, al menos, toman distancia de su discurso  proimperial.

Las presidenciales en Panamá se llevarán a cabo después de la asunción del mandatario guatemalteco, Bernardo Arévalo, lo que supone una victoria del movimiento popular de ese país.

El caso panameño tiene sus singularidades, pero al igual que el de Guatemala, el evento presidencial viene precedido de unas enormes protestas sociales que han sido exitosas y han logrado penetrar la agenda pública. Por ese motivo, es probable que ese auge de masas tenga algún impacto en el evento electoral por venir.

Un hipotético giro de Panamá hacia la izquierda consolidaría la tendencia en la subregión centroamericana de gobiernos que se salen de la órbita de Washington o que, al menos, toman distancia de su discurso  proimperial.

El 19 de mayo es el turno de República Dominicana, un país en el que la pugnacidad política ha venido en ascenso. El régimen de partidos ha vivido un grado de mayor disputa interna los últimos años. No se augura necesariamente un cambio ideológico de magnitud, pero sí es bastante factible que presenciamos un escenario atribulado.

El 2 de junio es el turno de las presidenciales en México. El presidente Andrés Manuel López Obrador se despide. No buscó una reelección, a pesar de su liderazgo prominente, sino que se acogió al sistema vigente y va a dar el testigo a un sucesor.

Las elecciones en México son determinantes para América Latina, ya que no solo es un país con una de las economías más grandes de la región, sino que su cercanía con EE.UU. le da cierto privilegio a la hora de las negociaciones y esto le otorga un relieve geopolítico.

Por supuesto que esas elecciones son determinantes para América Latina. México es una de las principales economías de la región, pero además su cercanía con EE.UU. le da cierto privilegio a la hora de las negociaciones y esto le otorga un relieve geopolítico.

México va a presenciar este año una campaña de marcada disputa ideológica y es bastante probable que haya tensiones en torno a la misma, en un país ya de por sí conflictivo.

Segundo semestre del año

Durante el segundo semestre del año veremos elecciones en EE.UU., en Venezuela y en Uruguay.

En las elecciones de Uruguay, pautadas para el 27 de octubre (primera vuelta), el izquierdista Frente Amplio se viene perfilando en las encuestas como favorito para vencer a la gobernante Coalición Multicolor. En esa línea, es probable que veamos un recambio de signo ideológico en el gobierno.

Una hipotética vuelta a la «era Trump» implicaría una agitación discursiva que va a generar mayor expectativa en relación tanto a los conflictos que están abiertos, como los que están latentes, especialmente con Venezuela.

El 5 de noviembre serán las elecciones presidenciales en EE.UU., que estarán marcadas por el conocido performance del exmandatario Donald Trump. Este evento se convertirá en el centro de las miradas del mundo, sobre todo por los debates durante la campaña en torno al campo geopolítico.

Así las cosas, una hipotética vuelta a la «era Trump» implicaría una agitación discursiva que va a generar diatriba y mayor expectativa en relación tanto a los conflictos que están abiertos, como los que están latentes, especialmente con Venezuela, país que estará llevando en paralelo sus propias presidenciales.

Aunque todavía no se tiene la fecha certera del evento electoral en Venezuela, sí cabe esperar que las campañas presidenciales de EE.UU. se crucen con las del país suramericano en el segundo semestre del año. Este cortocircuito podría impactar el ambiente electoral venezolano, afectado por la política de sanciones de Washington.

Ya Trump, durante su primera gestión, consideró públicamente la opción de invadir Venezuela y es posible que lance dardos contra el presidente Joe Biden, en vista de que el mandatario demócrata ha optado por una política de flexibilización de medidas coercitivas sobre el país caribeño. El objetivo del político republicano será asegurar el voto del importante estado de Florida.

También es probable que este tema entre en agenda y produzca una «promesa jugosa» de mayor intervención por parte de la Casa Blanca en la región, que entusiasmará a las derechas, no solo de Venezuela, sino aquellas que están en el gobierno, como la de Argentina, y las que desean volver, como la brasileña.

Al finales de 2024 se conocerá el nuevo mapa ideo-político del continente americano y, a partir de allí, podrán proyectarse nuevos escenarios en el resto de los países.

Por lo pronto, cabe observar la disputa que ocurrirá a lo largo de todo el año en los seis países donde se escogerán presidentes para nuevos períodos constitucionales.

(RT)