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Los últimos cuatro años del campeón panamericano de ciclismo de ruta, Miguel Ubeto, estuvieron llenos de dificultades, duras cumbres y obstáculos que vivió tanto en su vida personal como en su carrera profesional, que sirvieron como lecciones de vida y estímulo para resumir y completar en 3 horas, 46 minutos y 26 segundos los 165 kilómetros que lo llevaron a obtener la medalla de oro en los XVII Juegos Panamericanos, Toronto 2015.

 

En entrevista exclusiva para la Agencia Venezolana de Noticias (AVN), Ubeto, quien además obtuvo el cupo a los Juegos Olímpicos Río 2016 por su desempeño en Toronto, narró cómo fueron esas casi cuatro horas de competencia, en las que revivió las batallas que libró y que ahora, tras consagrarse campeón, ponen su objetivo en otro nivel: ganar el oro olímpico.

 

«Todo lo que viví en esos años no podía traducirse sino en ganar la medalla de oro. Todavía estoy asimilando este triunfo porque son cuatro años esperando la revancha. Recuerdo cuando pasé la meta en Guadalajara y como me sentí derrotado, sobre todo al perder por un percance mecánico, eso te abruma», rememoró Ubeto, quien en el sprint final de los Panamericanos 2011, donde obtuvo la plata, perdió el contacto de su pie con el pedal de su bicicleta y vio escapar el oro.

 

Sin embargo, el criollo que ganó la Vuelta a Venezuela en 2012 y participó en los Juegos Olímpicos de Londres ese mismo año comenta que aquella tristeza sufrida en México lo fortaleció y le dio la determinación necesaria para seguir luchando por el triunfo.

 

«Siempre visualicé mi triunfo, porque uno tiene que pensar es en ganar, visualizar el podio, la medalla de oro, y eso hice durante todo este tiempo, calladito y con el objetivo claro», comentó Ubeto.

 

Guía para el triunfo

 

Miguel contó que antes de enfrentar una competencia realiza una rutina muy personal: le pide a Dios y a los santos de los que es devoto para que lo acompañen en la carrera. «Rezo unas oraciones para San Antonio, a San Expedito, y el rosario de las llagas de Jesús, siempre los rezo antes de las carreras. La noche antes de la competencia lo hice antes de dormir y tuve un sueño profundo».

 

El día de la prueba, Ubeto salió a entrenar en la mañana por una hora y 15 minutos con el equipo venezolano, que lo integraban Enrique Díaz (sexto lugar), Xavier Quevedo (puesto 11) y Yonder Godoy (no terminó). La carrera comenzaba a las 4:00 de la tarde.

 

«Entrenamos, lo hice muy concentrado pensando en la carrera, casi no hablé con los muchachos. Luego fuimos a almorzar y regresé a hacer mis oraciones. Dije: llegó el día tan esperado, Señor, solamente te pido que me guíes y que ilumines el camino que debo seguir para alcanzar el triunfo».

 

Antes de salir a la carrera, Ubeto tomó el número que lo identificaba, el 111, que le habían entregado las autoridades de los Juegos tres días antes. «Para mí es muy significativo el número que me dan, a pesar de que son al azar. Me dieron el 111, una cifra importantísima».

 

Ese «uno», repetido tres veces, casualmente se correspondían con las tres participaciones de Ubeto en la prueba de ruta en Juegos Panamericanos, pues en su primera incursión participó en el ciclismo de pista.

 

«He ido a cuatro Juegos Panamericanos, tres de ellos en ruta, y esos tres panamericanos se identificaban con esos tres 1, y el número 1 es victoria, es ser el primero. Cuando le dije a mi esposa que me habían dado el 111, ella me dijo: ‘Ese número me ha perseguido toda la semana, eso quiere decir que vas a ganar, tienes que confiar en ti y no dudar en ningún momento, porque nos preparamos para eso», detalló Miguel, quien resaltó que su preparación siempre involucra a sus dos hijos, su esposa, su familia y todas las personas que lo rodean.

 

Una carrera dura

 

Ya con su uniforme de Venezuela puesto, montó su bicicleta y junto a sus compatriotas salió rodando hasta el circuito donde se disputaría la prueba.

 

«Salimos a las 3:00 de la tarde rumbo al circuito y apenas llegamos me atacó la ansiedad, de esa que te abruma, te pone nervioso, y eso que ya tengo 18 años en la selección nacional. Nos paramos en la raya de partida y al lado estaba el que era favorito, el canadiense (Guillaume Boivin), que quedó tercero. Ya había competido contra él en Cuba y sabía que era fuerte».

 

Ubeto relató que la carrera fue muy dura desde los primeros metros. «Los canadienses comenzaron atacando, normalmente en las pruebas se hacen hasta 3 kilómetros tranquilos pero aquí, desde que bajaron la bandera, a los 100 metros, hubo el primer ataque y nunca pararon, fue una carrera muy dura, tan dura como toda la preparación que tuve durante estos cuatro años».

 

Mientras pedaleaba, las exigencias de la carrera reflejaban en su mente los momentos más duros y los más satisfactorios desde la pasada edición de los Panamericanos.

 

«Las primeras cuatro vueltas fueron de ataques, de un gran momento, esos ataques fueron como ir de nuevo a los Juegos Olímpicos, cuando me consagré campeón nacional, como ser campeón de la Vuelta a Venezuela y pasar al ámbito profesional, fue estar en ese mejor momento, donde me sentí en plenitud de condiciones».

 

Contó que, así como la vida tiene altos y bajos, en el ciclismo la ruta está llena de subidas y bajadas, y en plena carrera, cuando estaba en su mejor momento, vino un bajón.

 

«Cuando íbamos del lado de la meta pegaba el frío del lago y luego, cuando entrabas al parque, había mucho calor por la humedad y esos cambios drásticos me empezaron a dar calambres. Eso me recordó cuando sufrí la caída en la Vuelta al Táchira, donde me fracturé el hombro y luego, por usar un medicamento para tratar esa lesión, di positivo en una prueba antidopaje y me suspendieron».

 

«Ese fue uno de los momentos más duros en mi carrera, y así pasó ese día en la pista: esa cuarta, quinta y sexta vuelta fueron los momentos más duros, los calambres me empezaron a agarrar los cuádriceps y ahí empezó el debate mental, por un lado me decía: ‘Miguel, tienes que seguir, te preparaste para esto, y por el otro: retírate, retírate ya, llegaste hasta aquí, bájate».

 

En ese instante, a Ubeto se le viene a la mente una conversación que tuvo con el colombiano Marlon Pérez cuando ambos dieron positivo por dopaje. Esa vez el neogranadino, quien es su amigo desde que comenzó su carrera, le dijo que se iba a retirar. «Le dije que no, que debíamos superar el momento y lo negativo transformarlo en positivo y así hice, cuando quería parar dije: ¡No!, tienes que seguir luchando, se me paran los pelos al recordar, porque ese es el combate mental del ciclismo, porque uno puede ser muy fuerte físicamente pero si no tienes la mentalidad, no ganas».

 

Cuando Ubeto fue suspendido, dictó charlas, tituladas Mi Testimonio, Juego limpio, para orientar a los deportistas sobre el uso de productos que pueden causar daño a sus carreras. La experiencia se extendió a categorías juveniles.

 

Mientras sufría esos calambres Ubeto buscó la forma de reaccionar con fe y el apoyo de sus compañeros: «Comencé con mi mantra: ‘Dios conmigo, nadie en mi contra’, y esa frase la repetí durante la última hora y media de carrera. Luego mis compañeros llegaron al grupo, porque el lote se partió y el único venezolano que estaba adelante era yo, me llega Luis Díaz y me pregunta cómo iba, y le dije, ¡uy voy mal!, y me responde: tranquilo, que eso se te va a pasar».

 

«Enseguida llega Xavier Quevedo y me pregunta: ¿Miguel, tienes algo para los calambres?, y yo, que siempre voy preparado, llevaba dos alka-seltzer, le di uno y me tomé el mío, y Luis volvió a venir y me dijo: tranquilo, que vamos a ganar, tú te preparaste para esto. Él es un chamo de 24 años pero muy maduro mentalmente, y me ayudó en ese momento, como lo hizo mi hermano de vida, Tomás Gil, quien me apoyó cuando salí positivo y fue fundamental para pasar la mala racha de cuando me suspendieron».

 

Punto de quiebre

 

Tras unirse a los otros venezolanos, Ubeto se volvió a sentir en plenitud de condiciones, sólo restaban tres vueltas al circuito y en ese instante comenzaron nuevamente los ataques y se dio una fuga.

 

«En la fuga se escaparon el ecuatoriano Navarrete, el campeón nacional de México, y el doble campeón nacional de Estados Unidos, pero se fueron muy temprano, gastaron mucha energía, y mi momento de crisis sirvió para recuperarme, para volver a tener fortaleza mental, que es mi condición innata. Dije: ‘Miguel, ya llegó el momento, vamos adelante, tienes que ir adelante; cualquier ataque, tienes que ir por ellos’, y así lo hice. En las últimas dos vueltas fue como cuando se acabó mi suspensión por el dopaje, cuando la UCI acepta nuestros alegatos, porque yo utilicé de forma terapéutica esos medicamentos tras sufrir la caída y la fractura de mi hombro, y me reducen la sanción de dos años a un año y un mes».

 

Luego de la suspensión, Ubeto volvió a competir y consiguió victorias en Venezuela y México, donde lo contrató un equipo profesional. «Me contratan, me dan la confianza para correr nuevamente en un equipo extranjero y comienzo con la Vuelta de Tamaulipas y le gano a Gil Cordobés, uno de los mejores sprinter de América, eso me llenó de satisfacción».

 

Ese recuerdo, Ubeto lo trasladó a Toronto cuando salió en fuga junto al canadiense y al argentino: «Agarramos a los dos escapados, al ecuatoriano y al mexicano, y los pasamos, le llegamos al estadounidense, y quedaban como 6 kilómetros, le habíamos sacado 30 segundos al lote, logré ponerme en tercera posición, primero el argentino, segundo el canadiense y de último el estadounidense, que era el más fuerte porque estuvo en todas las escapadas pero no fue el más inteligente».

 

«A falta de 294 metros de la raya, piqué, fueron 20 segundos, promedié 1.194 vatios máximos, y 760 vatios de promedio, una velocidad máxima de 56 kilómetros/hora y velocidad promedio de 53 km/h. Eso me permitió que nadie pudiera superarme a pesar de que gané por el aro de la bicicleta, eso bastó para ser el campeón de los Juegos».

 

Final en cámara lenta

 

Ubeto agradece profundamente a su entrenador, el estadounidense Hunter Allen, a quien califica como «el arquitecto» de su triunfo. «Hunter comenzó a entrenarme desde Londres 2012 gracias a Tomás Gil, quien me lo recomendó, y ahí planificamos el objetivo, que era esta medalla».

 

Los metros finales por el oro fueron duros. Miguel comentó que cuando comenzó el embalaje los pasó a todos pero sus contrincantes no se quedaron atrás y buscaron rebasarlo.

 

«Los finales siempre son súper reñidos. Comienzo el embalaje y los paso a todos, pero ellos me agarran rueda y una estela, que les da posibilidad de superarme, porque yo era quien le metía el pecho a la brisa. El estadounidense iba del lado izquierdo y el canadiense también pero quiso pasar por el medio de los dos y la única manera que tenía para pasarme era dándome codo para yo abrirme, pero mantuve mi fuerza a pesar de que él insistía y yo duro, sin moverme. Ese momento fue fundamental, porque no puedes dudar, y yo mantuve mi línea de carrera, no cedí, fue imposible que me pasara».

 

Al pasar la meta, los segundos siguientes fueron en cámara lenta. «Fue una emoción muy grande (…) fue recordar la pérdida de un gran amigo, como fue el ciclista Richard Ochoa, a una prima que falleció en un accidente con su esposo, todos los momentos con mis hijos, sus cumpleaños, sus campeonatos de karate, sus finales de fútbol; mis padres, mi esposa, mi país, todo te viene a la mente y ahí me invadió el llanto de alegría porque todo el sacrificio y las horas de trabajo se vieron recompensados».

 

(AVN)