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¿Le conviene al antichavismo jugar con el fuego loco de una rebelión popular generalizada?.- No parece, aunque la idea de propiciar saqueos y atajaperros en los alrededores de los establecimientos comerciales ha sido el gran objetivo de la canalla mediática en los últimos días.

Hasta el más superficial análisis demuestra que es una matriz de opinión sórdidamente elaborada en laboratorios de guerra sucia y puesta en órbita con el aval de quienes toman las decisiones en grandes medios de comunicación nacionales y multinacionales. Todos se han puesto de acuerdo para gritar al unísono: ¡saqueo, saqueo!

Los promotores de esta idea saben que compromete la vida, la integridad física y el patrimonio de muchísimas personas y empresas, pero no les importa porque tienen confianza en que ellos mismos y sus intereses corporativos saldrán ilesos. Claro, algunos de los genios que impulsan el zafarrancho ya ni siquiera viven en Venezuela y otros (siempre cortos de vista), sí residen acá, pero creen que el país arderá en llamas y a ellos no se les quemará ni siquiera una pestaña.

La matriz de dar casquillo a los saqueadores se nota hasta en la élite ilustrada opositora. Miembros de la Alianza de Articulistas Antichavistas (la venerable Triple A) se están frotando las manos con la posibilidad de lo que califican como un brote de desorden y pillaje. Como muchos de ellos tienen una visión mecanicista de la sociedad a la que analizan, sostienen que si ocurre algo parecido al 27 de febrero de 1989, este acontecimiento marcará la ruptura del profundo vínculo entre la mayoría nacional y la Revolución Bolivariana, tal como el Caracazo significó el comienzo de la crisis terminal de la IV República. Para hacer semejante extrapolación dejan a un lado decenas de otros factores que un estudioso no fanatizado de la historia actual debe tomar en cuenta.

Más temeraria todavía es la actitud de ciertos comerciantes medianos y pequeños, que no están metidos en la verdadera movida, pero creen estarlo. Usted los oye hablando y pareciera que se reúnen frecuentemente a conspirar con los grandes “chivos” de Fedecámaras, aunque lo cierto es que para la verdadera burguesía son tan pobretones como cualquier asalariado. Obviamente no se dan cuenta, pero desempeñan el rol de carne de cañón en esta conspiración a gran escala. A ellos les tocaría poner las pérdidas materiales y exponer su propio pellejo si la chispa hace ignición y se quema la pradera. Son las vitrinas, las neveras, los locales de las bodegas, de los supermercados de mediana dimensión, de las carnicerías y otros establecimientos de ese nivel los primeros que van a sufrir el embate de un masa enardecida. Es decir, que serán los bienes de esos micro, pequeños y medianos empresarios los que servirán como locación de las escenas que los medios andan buscando para cumplir su profecía: un país cayéndose a pedazos.

Los grandes cacaos ya tendrán ensayados los operativos de desalojo de sus caserones y pent houses, vía Estados Unidos o Europa, pero ¿para dónde va a coger los ricachones de segunda categoría, que no tienen el jet listo para despegar?

En el paquete de los que hacen cálculos favorables sobre un posible remezón social están, por supuesto, los dirigentes políticos opositores. Igual que los analistas que los asesoran, algunos de estos líderes creen que luego de recoger los vidrios (y los cadáveres, claro), el país va a querer volver, manso, a las manos de la derecha. Otros piensan que la conmoción pública justificaría la intervención extranjera y que, luego de un arrase represivo que ni te cuento, los gringos les entregarían a ellos, sus muchachos mimados, un país libre de chavistas, listo para reconstruir y gobernar, al estilo Afganistán o Irak.

¿Y el opositor común y silvestre? En la plaza, en la oficina, en el transporte público, a algunos se les oye hablando con entusiasmo de la sampablera que se va a armar de un momento a otro. Conozco varios que se sienten valientes e, incluso, dispuestos a meterse en el rebumbio. “Ellos estarán a favor del saqueo hasta que se oigan pasos y lecos en la entrada de su edificio”, pronostica mi amigo el Estrangulador de Urapal, mientras nos tomamos unos marrones de 75 bolos cada uno.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])