Bien, ya sabemos el motivo del fracaso del plan “¡Esto se acabó!” que la oposición dura-durísima puso en marcha para los días 09 y 10 de enero. Conocemos la causa, al menos de acuerdo al diagnóstico del importante dirigente de esa tendencia Juan Pablo Guanipa. La razón del descalabro fue que no tuvieron suficiente gente presta a matarse por ellos en las calles ni militares dispuestos a un alzamiento de derecha en los cuarteles. Una evaluación lapidaria, en más de un sentido, valga reconocerlo.
Comencemos con un detalle humorístico o, al menos, curioso: los opositores tienden a comportarse según sus sobrenombres. El veredicto de Guanipa (al que podríamos llamar “la Guanipada”) es bastante realista, riguroso, descarnado, lo que muestra un patrón en estos notables líderes. La señora María Corina Machado, a quien el ministro Diosdado Cabello —y su alter ego, el presentador de televisión— le ha encasquetado el apodo de “la Sayona”, se ha aficionado a “aparecer” (en el sentido en que suelen hacerlo los espantos) en lugares misteriosos, y ataviada con un espeluznante capuchón. Por su lado, Guanipa, que es maracaibero, pero pasa por tequeño, al parecer ha decidido distinguirse por el análisis crudo de la realidad opositora.
Perdón por el intento de chiste y la digresión sobre el “determinismo nominativo” de la oposición. Sigamos con la reflexión formal: Si aceptamos como acertados los porqués de Guanipa acerca de la debacle del antichavismo rabioso en los días referidos, no podemos conformarnos con esa primera explicación. Es necesario ahondar en los porqués de esos porqués; en las causas de esas causas; en el motivo de esos motivos. En esta primera entrega de una serie, abordaremos la parte civil del asunto.
Primera pregunta: ¿por qué no asistieron las multitudes?
Los cabecillas del plan “¡Esto se acabó!” tenían expectativas de llenar las calles de personas dispuestas a todo por la causa opositora. Pero, al menos en Caracas, que es donde se bate el cobre, la “aparición” de Machado ocurrió ante una de las concentraciones menos concurridas en años. Si en lugar de la mandamás de este segmento político, hubiese sido ella una cantante célebre, la empresa promotora habría cancelado el concierto por baja boletería, con alguna excusa barata, como ha ocurrido varias veces con Bad Bunny y especímenes semejantes.
Aspiraban a que las movilizaciones del 9-E se parecieran a la megamarcha del 11 de abril de 2002, pero no se asemejaron ni siquiera a las micromarchas de Juan Guaidó, después del fiasco de los Plátanos Verdes, cuando ya tenía meses anunciando el cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Por esos días, el interino sólo provocaba bostezos.
Algunas posibles causas
Son varias las razones de este comportamiento de la masa votante de la oposición, cuantitativamente muy respetable (que nadie se llame a engaño sobre eso). Cada quien las puede poner en el orden que le parezca más ajustado a la realidad. Acá va mi jerarquización:
Pésima opinión acerca del liderazgo. Guanipa expone dos razones para el fracaso del plan que coinciden en un punto: los responsables están fuera del ámbito del liderazgo. La baja asistencia de manifestantes es —aunque él se cuidó de no expresarlo de esa forma— responsabilidad de los que se quedaron al margen; la no activación de los cuadros militares, en tanto, sería culpa de los oficiales de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) a los que les faltaría determinación o vaya usted a saber qué.
Pero esos comportamientos tienen una posible causa común, que se les devuelve a Guanipa y compañía como un martillo que da en el clavo, pero luego rebota y golpea la frente del que lo usa: los líderes de este movimiento insurreccional no tienen la ascendencia suficiente entre las masas civiles, y mucho menos en la esfera castrense. Harían bien, pues, en asumir su barranco.
Respecto a los civiles, está claro que, de manera mayoritaria, tienen una pésima opinión acerca de sus dirigentes. Buscando el porqué del porqué del porqué, podemos aventurar una hipótesis: esos líderes se lo han ganado (el desprecio, digo) a pulso. Tienen ya 26 años enfrentándose a adversarios que, según el discurso altisonante y sobrado que sostienen, son menos inteligentes, menos cultos, menos honestos y más feos que ellas y ellos… ¡pero, nada que logran superarlos! Con un liderazgo así, es natural que la militancia vaya desde la ligera desconfianza hasta el más severo desdén.
Militancia forjada a imagen y semejanza de la dirigencia. Ahora bien, no tenemos razones para romantizar al pueblo opositor ni tampoco ganas de hacerlo. Así que, si bien es cierto que resulta una irresponsabilidad tratar de culparlo de los fracasos de su dirigencia, no es tampoco falso que tienen los líderes que se merecen y que por haberse calado a esos personajes también les toca su dosis de culpa.
Y, otra cosa, en rigor, muchos opositores de la clase duros-durísimos se parecen tanto a sus capos (masculinos y femeninos) que podemos considerarlos hechos a su imagen y semejanza. Basta que usted realice una observación antropológica, lo más sencilla y objetiva posible, de su escuálido favorito (no opositor, sino escuálido, usted me entiende) y verá que en él o ella anidan rasgos de supremacismo social, moral, étnico, religioso y político; subestima a los adversarios; se victimiza constantemente; y, para completar el cuadro, admira a unas figuras de la política internacional y a gobernantes de otros países que parecen sacados de una galería del horror.
Expectativas infladas. Aterrizando en la circunstancia concreta de la semana pasada, una conjetura bien fundamentada es que la concentración masiva que no cuajó puede entenderse como la consecuencia de casi cinco meses de desmovilización de la militancia opositora. En ese sentido, las expectativas de cientos de miles de personas volcadas a las calles fue un bobo error de cálculo.
Después de los intentos de caotizar al país, ejecutados por los “comanditos” de María Corina Machado los días 29 y 30 de julio, las pocas iniciativas de llevar a cabo actividades públicas (concentraciones, marchas, protestas) fracasaron una tras otra. El emblema más caricaturesco de ello fue la invitación hecha por Magali Meda, asistente personal de Machado, para que los opositores se empatucaran la cara y las manos con pintura de labios, dizque para poner el rrrégimen en jaque, algo así como un reto de TikTok convertido en revolución de colores ¡Válgame Dios, señor!
Pretender que el pueblo opositor arrancaría el año con una superprotesta callejera luego de tanto tiempo enchinchorrado (incluyendo unas Navidades bonitas) es una demostración de poco estudio de la historia reciente de Venezuela y, en general, de la dinámica de las masas.
Deberían analizar sus propios hechos históricos, señores opositores. Por ejemplo, la gigantesca manifestación del 11 de abril de 2002, criminalmente desviada por una dirigencia sin escrúpulos (en lo esencial, la misma de ahora, por cierto) no fue, en absoluto, un hecho repentino. Ocurrió luego de meses de grandes y pequeñas marchas y otras actividades, intensamente promovidas por una maquinaria mediática hegemónica que tenía a la televisión como su buque insignia.
Los grandes medios habían alcanzado tal capacidad de manipulación de masas que ponían a la gente a hacer lo que les diera la gana a sus dueños: tocar cacerolas, poner la bandera al revés, vestirse de negro, cantar “¡y va a caer!” en el estadio e, incluso, ridiculeces como una bailanta estilo Venevisión en la autopista, junto al perfumado río Guaire.
Hoy en día, esos medios ya no existen, cambiaron de postura política o han perdido sus audiencias frente a nuevas tecnologías de información y entretenimiento. Sin embargo, algunos dirigentes opositores parecen creer que todavía cuentan con esa prodigiosa arma, y por eso se estrellan contra la realidad, como insectos voladores en una ventana de vidrio.
La locución “acumulación de fuerzas populares” suena a marxismo-leninismo o a maoísmo y, claro, los burguesitos pantalleros que han tomado el control de la oposición por largo tiempo no estudian esas cosas porque les da urticaria. Deberían hacerlo, pues allí hay claves sobre la construcción de movimientos de masas.
[Sin embargo, es necesario advertirles que estudiar mucho la literatura del comunismo o el socialismo tampoco es garantía de nada. Si se revisa bien, se notará que en estos fracasos de la ultraderecha del siglo XXI se repiten los errores de la ultraizquierda de los años 60 y 70. Pero ese es un tema aparte].
Mala interpretación de un aluvión electoral. Quienes dirigieron el plan del Acabose se basaron en una noción muy absurda: que la masa votante del 28-J estaría alineada, esperando instrucciones suyas para eso que esos líderes han llamado «cobrar» su supuesta victoria.
Es una prueba más de la superficialidad y la flojera de esos dirigentes. No trabaja esa gente en la evaluación continua de la realidad; no estudia esa gente la bibliografía política; no reflexiona esa gente en lo individual ni tampoco debate en lo colectivo; no compara esa gente situaciones actuales con otras del pasado o de otros países. Si lo hicieran, habrían entendido que el voto aluvional nunca debería tomarse como un capital político permanente, ya asegurado. Por el contrario, ese tipo de acumulación electoral es inestable y evanescente, se puede degradar con rapidez, sobre todo si el candidato nominal es un caballero inodoro, insípido e incoloro que, en cuestión de horas, se piró del país.
Al torrente electoral del abanderado presidencial, Edmundo González Urrutia, aportaron votos los partidos que cuentan con estructuras nacionales o regionales porque formaron parte de una coalición coyuntural. Los dirigentes de esas organizaciones no necesariamente avalan las aventuras apocalípticas de Machado. Al contrario, muchos de ellos se ubican en el lado opuesto de esas vías, entre otras razones porque están pensando en las elecciones parlamentarias, estadales y municipales que vienen.
A ese aluvión se sumaron también votantes no partidistas que quieren un cambio de gobierno, pero que también desean preservar la paz, pues saben que es el escenario en el que pueden prosperar en sus trabajos o con sus empresas y emprendimientos. En resumen, están dispuestos a votar, no a ir a la guerra ni a llevar al país de regreso a etapas superadas, como los oscuros años de la década pasada.
Traumas con la calle caliente. Un aspecto digno de considerar en el fracaso del 09 y 10 de enero es que ni siquiera los sectores pirómanos por naturaleza de la oposición salieron esos días a subvertir el orden. ¿Por qué pasó esto? Una explicación parcial —y simplista— es que los cabecillas no distribuyeron el dinero disponible para financiar la insurrección. Se lo robaron, pues, lo cual no sería ninguna novedad en un liderazgo que ha mostrado repetidamente sus inclinaciones cleptómanas.
Pero otra posible causa de la ausencia de los más pendencieros es que esa militancia de armas tomar quiso pasarles factura a los líderes por su desgraciada gestión de la ola de detenciones, luego de las elecciones presidenciales.
Quienes participaron en el intento de desconocer el resultado electoral mediante una acción tumultuaria saben que la dirigencia los dejó solos. El candidato-tapa se fue al exilio; la candidata inhabilitada se declaró en la clandestinidad; ciertos personajes se refugiaron en una embajada; la mayoría de los cuadros políticos asumió un bajo perfil oloroso a cobardía (o algo así). En fin, que quienes fueron detenidos en los disturbios, actos vandálicos y criminales del 29 y 30 de julio, así como sus familiares, tienen muy claro que con esos generales correlones, la tropa siempre terminará pagando los platos rotos.
Miedo… ¿pero a qué o a quiénes? Cerremos este primer bloque de análisis de variaciones sobre la Guanipada, tocando un punto fundamental: se ha dicho que la enorme militancia antichavista no salió a las calles el 9-E por temor a ser víctima de la represión del rrrégimen. Esto tiene su fundamento real en que, en días previos, se llevó a cabo un despliegue de cuerpos de seguridad tan público y notorio que hasta los motorizados de Caracas respetaron —¡aunque usted no lo crea!— las luces de los semáforos, las aceras, las flechas de las calles y los pasos de peatones.
Sin duda, esa demostración de musculatura represiva influyó, pero si revisamos el tipo de mensajes que estaban enviando, desde sus posiciones seguras, los voceros del plan “¡Esto se acabó!” tendremos que concluir que la militancia opositora convocada a esas actividades tenía razones muy firmes para quedarse en casa. En el discurso de los dirigentes del ala dura-durísima aquello era una guerra avisada. ¿Y quién quiere ser soldado en una guerra así?
Quizá el llamado más grotesco a la violencia lo hizo el pran mayamero Iván Simonovis, quien, de manera abierta, invitó a la gente a asistir armada a las concentraciones, suma irresponsabilidad que no sorprende al provenir de un sociópata. No obstante, la invitación a inmolarse corrió incluso por cuenta del mismísimo González Urrutia, quien dijo que “con miedo no se va a la guerra”.
[Sí, el mismo que se refugió en una embajada antes de que se pegara el primer leco de fraude, el mismo que voló, literal y figuradamente hablando. Pero este punto que merece consideración aparte].
Con esa clase de exhortaciones, hechas por “comandantes” que tienen en común el estar bien lejos, la mayoría de los opositores comunes y corrientes hicieron lo que el instinto de conservación recomendaba, imitar a sus líderes (volvemos a la imagen y semejanza), quienes, a la hora nona, siempre han declarado solemnemente que es mejor que digan “aquí corrió un cobarde” y no “aquí cayó un valiente”.
[En la siguiente entrega, abordaremos la otra parte de las variaciones sobre “la Guanipada”, es decir, las hipótesis sobre por qué los militares tampoco se alzaron el 9-E]
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
Más noticias y más análisis de LaIguana.TV en YouTube, X, Instagram, TikTok, Facebook y Threads.
También para estar informado síguenos en:
Telegram de Miguel Ángel Pérez Pirela https://t.me/mperezpirela
Telegram de Laiguana.tv https://t.me/LaIguanaTVWeb
WhatsApphttps://whatsapp.com/channel/0029VaHHo0JEKyZNdRC40H1I
El portal de Venezuela.