Gran revuelo causó en medios internacionales la noticia de que a Edmundo I le dio un beriberi, una pálida, un soponcio, hecho luego del cual surgió la imperiosa necesidad de designar un suplente que se encargue de las trascendentales tareas apostólicas que él venía cumpliendo.

Un comunicado oficial del alto dignatario indica que él, pese al patatús, telele o yeyo que sufrió, logró designar a la mandataria encargada de cubrirle el reposo. Se trata de Lasayo Machado, quien asumiría el liderazgo que él ha desempeñado con tanto ahínco y presteza.

Sin embargo, en círculos madrileños surgió la duda sobre la autenticidad del documento, pues alegan los testigos que, al momento de la vaina rara, vahído o caligüeva, Edmundo I estaba completamente gagá, así que mal podía haber emitido un edicto para designar a la suplente.

Por eso se ha planteado que debe realizarse un cónclave para decidir quién asumirá el coroto de Edmundo I, mientras él se recupera.                                                     

La propuesta la hizo el cardenal Vampiro, quien aspira al cargo. [Bueno, esto último no es noticia: él aspira desde que estaba en cuarto grado].

Otro candidato al trono de Edmundo I es el príncipe Leo, quien esgrime a su favor el haber realizado ya milagros relativos a la inmaculada concepción. Tercia en la pugna Su eminencia del Pádel, quien ofrece su experiencia comprobada en interinatos.

Lasayo Machado, desde su refugio secreto-secretísimo, aislada de todo contacto carnal, ha asegurado que no se dejará quitar el rol de encargada. “¡Qué cónclave ni que ocho cuartos —dicen que dijo—. Aquí la papisa soy yo”.

(Clodovaldo Hernández)

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