El jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF) es un edulcorante líquido obtenido por un proceso enzimático a nivel industrial a partir del almidón de maíz, que surge en Estados Unidos en el año 1970, como una alternativa a la sacarosa, fundamentalmente por ser más económico y estable en alimentos procesados y bebidas ácidas.
El JMAF es un ingrediente que no se encuentra naturalmente en los alimentos, sino que se produce a nivel industrial, y la industria alimentaria la utiliza con frecuencia. Dentro de sus propiedades se destacan su intenso sabor dulce y bajo costo.
Gran parte de la fructosa consumida en países desarrollados o en vías de desarrollo no se ingiere de la forma natural (presente en frutas, verduras y miel), sino que proviene del agregado de JMAF. Este consumo viene incrementándose notablemente en los últimos años productos ultraprocesados como panificados, galletitas, cereales de desayuno, golosinas, barras de cereal, panificados, enlatados, aderezos y dulces y en diferentes bebidas como jugos concentrados, jugos en polvo, gaseosas y aguas saborizadas entre otros.
Diversos estudios científicos muestran cómo la alimentación contemporánea ha ido corriendo los límites de dulzor originales como la leche materna, hortalizas, frutas, leche y yogur sin azúcar agregada, hacia otros alimentos con azúcar agregado, sumando además los estímulos adicionales de los edulcorantes no nutritivos.
En el trabajo realizado por CEPEA realizado en personas de 1 a 69 años, en 11 ciudades de Argentina, la ingesta promedio de azúcar resultó 109 g, representando un 25% de la energía total, con una leve tendencia decreciente en relación al nivel socioeconómico y con valores máximos de ingesta en escolares y adolescentes. Un 70% de la ingesta total es azúcar agregado (76 g) y tres cuartas partes de él provienen de tres fuentes alimentarias: bebidas azucaradas, azúcar en infusiones y panificación y galletitería dulce.
Analizando este y otros trabajos similares surge la necesidad de generar estrategias y programas de educación alimentaria para reeducar la percepción del dulce, y de aprender a saborear el dulzor de alimentos con azúcares naturales o intrínsecos como los contenidos en hortalizas, frutas, leche y yogur. Comenzar este camino de reeducación, ayudaría a disminuir las enfermedades crónicas no transmisibles asociadas a un alto aporte calórico, y a alto consumo de azúcares, entre otros nutrientes.
El alto y prolongado consumo de fructosa puede contribuir al desarrollo de enfermedades como síndrome metabólico, obesidad, hiperglucemia, dislipemia, hipertensión arterial que constituyen factores de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes. También puede generar distensión abdominal, meteorismo y diarrea.
Por eso es muy importante considerar al momento de recorrer las góndolas para adquirir los alimentos cotidianos que se haga una mirada sensible sobre los contenidos descritos en las etiquetas y así se pueda determinar si tienen o no JMAF. Claramente no todos los alimentos contienen JMAF, y siempre será más saludable seleccionar aquellos que de este edulcorante que es día a día más cuestionado.
El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.
La elección de alimentos con alto contenido graso, o con azúcar agregada o JMAF promueven balances positivos de energía y mecanismos hormonales que sumado a hábitos como ingesta rápida, desorden en horarios en horarios de ingesta, ansiedad, o depresión que potencian esta enfermedad.
Por otro lado, esta demostrado que altas concentraciones de fructosa disminuyen la sensibilidad a la insulina con la consecuente Insulinoresistencia y aumento de los valores de glucosa en sangre. La insulinoresistencia estimula un incremento en la secreción de insulina que lleva al deterioro a largo plazo de las células beta que la producen, conduciendo a la diabetes mellitus tipo 2. Estos valores altos de insulina, estimulan la producción hepática de grasas e influyen sobre el desarrollo de la hipertensión. En el síndrome metabólico, es aquel que presenta un grupo de factores de riesgo de enfermedad cardiaca, diabetes y otros problemas de salud, también se ve afectado.
Actualmente en la Argentina los legisladores están tratando la ley del etiquetado de alimentos. El objetivo sería encontrar un “sistema” que integre o logre un equilibrio entre la matriz del alimento y el nutriente crítico no recomendado (ácidos grasos saturados, sodio y azúcares).
Si el futuro sistema de etiquetado de alimentos a implementar en la Argentina, está acompañado de una campaña de educación alimentaria poblacional, para que toda persona pueda leerlo e interpretar el mensaje de calidad de alimento que tiene enfrente, esto será un inicio de tratamiento de las enfermedades crónicas no transmisibles.
Las recomendaciones nutricionales para la población general es que la cantidad de hidratos de carbono cubra un 55% aproximadamente del total de energía, y un máximo de 10% de azúcares libres.
Calcular ese 10% para el consumidor, no es tarea sencilla, ya que actualmente no es obligatorio la declaración de la cantidad de azúcares que el alimento contiene. El producto puede decir que contiene sacarosa o JMAF, pero no la cantidad. Al no ser obligatorio especificar en qué cantidad o concentración se encuentra, no es posible cuantificar su consumo diario.
Para finalizar, tomar medidas y acciones en educación alimentaria y nutricional junto con la reeducación del paladar, tanto en adultos y en niños, son necesarias para mejorar los hábitos de consumo de azúcares y la salud de la población.
(Ámbito)
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