Sin juego de palabras, no tengo ninguna duda de que la duda es uno de los pivotes de la guerra multidimensional, cognitiva, híbrida, difusa o como quiera que se le llame. Los ejércitos cognitivos siembran dudas a granel y, de manera simultánea, nos convierten en sembradores de duda; pretenden que dudemos hasta de nuestra sombra e intentan —con sus dudas retorcidas y sucias— proscribir la duda legítima y saludable.
Revisemos los múltiples usos de la duda como arma de la guerra de última generación, enfocados en el caso actual de Venezuela, país sometido a una nueva escalada de difamación, criminalización y asedio.
La siembra de la duda
Uno de los usos más frecuentes y perversos de la duda como arma de guerra es su siembra sistemática en las filas del adversario político. Para hacerlo contra Venezuela, el poder imperial y sus satélites, aliados y lacayos cuentan con una formidable maquinaria de comunicación masiva: viejos y nuevos medios, plataformas y redes.
También tienen un incalificable ejército de personas y de bots disparando a toda hora mensajes obvia o tácitamente destinados a generar desconfianza mutua entre cuadros revolucionarios civiles y militares, base política y tropa.
No es casual que se haya desempolvado una matriz de opinión originalmente muy burda, como la del Cartel de los Soles, para lanzar estas “bombas de racimo” de dudas dirigidas a varios importantes segmentos:
-La alta oficialidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), con el evidente propósito de quebrar la lealtad al gobierno constitucional, con dos argumentos posibles, ambos típicos del Efecto Duda: a) que pueda haber algo de verdad en las acusaciones; y b) que, aunque sea una infamia, en caso de triunfar la estratagema estadounidense, soportada en el supuesto combate del narcotráfico, todo el que se haya mantenido fiel a sus altos mandos podría ser implicado, por esos jueces extraterritoriales, en un delito internacional.
-El liderazgo político nacional, con la palmaria intención de dividir al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y así lograr la implosión con la que tantas veces han soñado.
-Sectores medios de la FANB que puedan protagonizar una contrarrevolución al estilo del 4-F (de signo opuesto, claro), basándose en el cuestionamiento moral a sus superiores.
-Dirigentes medios y militantes de base que le den crédito al montaje del Cártel de los Soles y detonen la división antes señalada, pero contra el alto mando del PSUV.
-Actores del escenario internacional, para que, en caso de concretarse la agresión, tengan recelos, titubeen, se muestren indecisos, vacilen en intervenir, así sea declarativamente, dada la gravedad de los delitos falsamente imputados.
La duda como gatillo del miedo
Disparar miedos es otra función del arma muy versátil que es la duda. Por eso la operación psicológica clásica incluye hechos reales, pseudoacontecimientos, falsedades y versiones contradictorias de todos esos ingredientes, cuya finalidad es generar estados colectivos de incertidumbre y zozobra, en los que florece muy rápidamente el miedo.
En la coyuntura actual, los hechos reales fueron la declaración de la fiscal general de Estados Unidos, Pamela Bondi, anunciando el refrito del Cártel de los Soles y el aumento de la recompensa por la captura del presidente Nicolás Maduro. Este evento fue seguido de la información oficial de una operación militar en el mar Caribe “para combatir cárteles latinoamericanos”. Los pseudoacontecimientos, las falsedades y las versiones contradictorias corrieron por cuenta de medios de comunicación, periodistas e influenciadores, muchos de ellos —triste es decirlo— nacidos en Venezuela.
Esta parte de la operación no dio los resultados esperados, a pesar de que se emplearon a fondo todos los implicados. Ni siquiera con el apagón, que afectó casi a la totalidad de Caracas y su zona metropolitana el viernes 22, se desató la ola de pánico que habían planificado. Todo indica que la población venezolana, luego de tantos avatares, está vacunada contra el miedo.
La duda para desviar recursos y enfoque
Cuando se siembra la duda acerca de la posibilidad de un ataque militar directo también se pretende poner al enemigo a correr, obligarlo a tomar costosas medidas de apresto operativo y, eventualmente, hacer que desatienda otros frentes de ataque, como los del plano interno.
En la cadena de hechos reales, pseudoacontecimientos, noticias falsas y contradicciones que hemos visto pasar en estos días, es obvia la intención de forzar al país entero a ponerse en una situación prebélica, con la finalidad de que pierda enfoque en la regeneración económica. Se procura ahuyentar las inversiones, pues estas requieren paz y estabilidad. Se trata de compeler al Estado a usar en Defensa recursos que deberían estar destinados a programas sociales y de estímulo a la producción.
También es muy probable que se pretendiera distraer a las autoridades del otro plan en desarrollo: el de las acciones de corte terrorista con los explosivos y las armas de última generación descubiertas en varias zonas del país.
Para ilustrar el efecto que estos merodeos navales tienen en un país bajo asedio, hay que rememorar la experiencia sufrida por la Nicaragua sandinista de los años 80, cuando cada dos por tres sonaban las alarmas de una posible invasión. En tales repetidas ocasiones, el gobierno no podía hacer otra cosa que tomar las previsiones y poner a todo el país en estado de alerta. EEUU recurría al juego de “ahí viene el lobo” —otra modalidad del uso de la duda como arma de guerra—: el día en que se confiaran en que era sólo otro rumor, podían recibir el ataque.
[Por cierto, en Nicaragua, las acciones militares fueron reales y muy criminales, aunque no haya habido un desembarco de marines. No debe olvidarse que las fuerzas estadounidenses (con la CIA en plan estelar), agredieron puertos y embarcaciones nicaragüenses y sembraron minas en las aguas del país centroamericano. EEUU fue condenado por la Corte Internacional de Justicia a pagar reparaciones por esas y otra larga ristra de violaciones al derecho internacional, entre ellas la de entrenar y financiar la guerrilla conocida como “la Contra”. Washington, como es su costumbre, se negó a reconocer la competencia de la Corte. Nicaragua exigía 17 mil millones de dólares en indemnizaciones. En 1991, la presidenta de derecha Violeta Barrios de Chamorro, en pago al imperio por favores recibidos, retiró los cargos y “perdonó” la deuda a EEUU. Y aunque ese es otro tema, no está de más tener en cuenta que esas operaciones navales del poder imperial incluyen armas muy traicioneras y peligrosas para el tráfico marítimo militar, mercante o recreativo. Tampoco se debe olvidar que tales ataques son susceptibles de acciones penales internacionales, aunque estas solamente tengan efectos simbólicos].
La duda que trae paranoia
Las operaciones psicológicas, mediáticas y de redes sirven también como un mecanismo para inducir al adversario a radicalizarse, a volverse paranoico, lo que conduce a segregaciones injustas y a cerrar vías de entendimiento con disidentes y adversarios moderados o regenerados.
Un amigo muy acertado en sus apreciaciones (a quien no nombraré para evitar hacerlo víctima de la marejada de duda), me dijo: “Estoy de acuerdo con ese lema ‘la duda es traición’ en cuanto escudo, como blindaje en un momento de extremo peligro para la independencia, la soberanía, la autonomía y la autodeterminación; pero no debemos perder de vista que callar también es traición, como nos lo han demostrado los hechos de la historia endógena de la Revolución en este recorrido desde 1999”.
Equiparar el silencio con la duda, en cuanto a los efectos perniciosos que produce en el cuerpo social y político, es un punto de reflexión válido tanto para los que tienen responsabilidades de gobierno o conducción política, como para las personas afines a la Revolución que desempeñan funciones de salvaguarda, supervisión, observación y contraloría popular, incluyendo acá a defensores de derechos humanos, periodistas, comunicadores, analistas, comentaristas, intelectuales, influenciadores y activistas sin ninguno de esos títulos o etiquetas.
A los del primer lote (gobernantes y dirigentes) les toca hacer bien las cosas. Por ejemplo, no reincidir en errores que han servido ya para fortalecer las narrativas imperiales sobre dictadura y vulneración de derechos humanos; a los segundos (los comunicadores y gente del común) nos corresponde entender la gravedad del momento, sin perder de vista la enorme zanja que hay entre el discurso militante, partidario o partisano, caracterizado por la consigna y el sesgo, y el discurso analítico, que aporta al debate constructivo y ayuda a identificar y corregir fallas y desaguisados.
Dejo una pregunta para la reflexión: si estamos en un momento de rompe y rasga ante las acciones bipolares de un imperio en decadencia, ¿no deberíamos empezar por abstenernos de abonar el terreno donde quieren sembrar dudas? ¿No sería más fácil evitar despropósitos como ese, tan arraigado, de condenar mediáticamente a gente a la que se tacha de traidores, antes de ser juzgada según las garantías que consagra nuestra Constitución?
Y qué mejor para despedir este pretendido ensayo sobre la duda como arma bélica que parafrasear a nuestro Roberto Hernández Montoya —físicamente ausente hace ya dos años, pero siempre presente con su humor y sus ocurrencias—, diciendo que estas últimas preguntas las dejo colgando por acá “por una duda que tengo”.
(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)
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