domingo, 7 / 09 / 2025
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El poderío militar del Dragón Rojo no es un cuento chino (+Clodovaldo)

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Cuando se escriba la historia de la decadencia del imperio estadounidense —tal vez dentro de varias décadas— los investigadores habrán de reseñar estos días iniciales de septiembre de 2025, en los que China exhibió su poderío militar.

El Dragón Rojo dio a entender que no solamente es la primera potencia económica, sino que también se ha metido de lleno en la pugna por el liderazgo en el campo de las armas, tanto convencionales como nucleares. Lo que le faltaba para graduarse de superpotencia en un mundo en el que la guerra o la amenaza de ella siguen siendo una de las claves del dominio.

Y no fue únicamente una contundente exhibición de músculos bélicos, sino también un aldabonazo disruptivo en el ámbito geopolítico, pues, a la par, se llevó a cabo una muestra de lo que ya se perfila como una nueva alineación del poder a escala planetaria, expresada en la Iniciativa de Gobernanza Global (IGG), una estrategia diplomática igual de impresionante —y amenazante— para EEUU y sus socios europeos y asiáticos que la formidable panoplia ostentada por China en la parada militar.

El golpe fue efectivo y tuvo, además, su componente efectista, como corresponde a estos tiempos de preeminencia de la imagen y el mensaje breve. El contendor principal, Donald Trump ha resentido el castigo. Anda dando traspiés sobre el cuadrilátero global, como un boxeador al que tuvieron que darle conteo de protección y el referee está preguntándole cuántos dedos ve.

Del desfile chino al peñero bombardeado

Especulando un poco, ese tremendo knockdown tal vez haya sido una de las causas por las cuales el presidente de EEUU salió, en persona, a ufanarse de, presuntamente, haber hundido de un cañonazo una pequeña embarcación presuntamente venezolana, matando, presuntamente, a once personas presuntamente venezolanas y más presuntamente terroristas del Tren de Aragua.

Podemos imaginar la obra más o menos así:

-En la primera escena, Trump y sus asesores ven a Xi Jinping regodeándose (al elegante estilo chino, pero regodeándose, al fin y al cabo) con todos sus nuevos juguetes: misiles nucleares intercontinentales; misiles submarinos de diverso alcance; misiles diseñados específicamente para enfrentar un posible ataque desde la base militar estadounidense de Guam, con capacidad, incluso, para neutralizar portaaviones; armas láser; perros y lobos robot; tanques de nueva generación; drones de combate; lanzacohetes y sistemas de defensa antiaérea. Como corolario, unas tropas numerosísimas y perfectamente sincronizadas, como corresponde a un país gigantesco y con una tradición milenaria en artes de combate.

-En la segunda escena, Trump, muy amargado, exige a sus subalternos algo que mostrar en materia de vigor militar, para no quedar ante el mundo con una mano delante y otra detrás, algo que sería —y lo fue— insidiosamente caricaturesco en un personaje como él.

-En la tercera escena, Marco Rubio, exclama algo como “¡te lo tengo!” y le dice que declare públicamente que sus todopoderosas fuerzas armadas han borrado del mapa un barco cargado de drogas, procedente de Venezuela y tripulado por terroristas, en aguas internacionales del Caribe.

-En la cuarta escena, Rubio difunde el presunto video del presunto “ataque letal” y genera una tormenta de dudas sobre la veracidad del hecho en sí, pues incluso podría tratarse de una obra de la inteligencia artificial creada con mucha estupidez natural.

Bajo la hipótesis de que este episodio vergonzoso haya sido un intento de dar una demostración de dominio militar en respuesta al manotazo chino en la mesa de la geopolítica, en verdad salió muy mal. Fue el típico gesto del desesperado que termina quedando peor de lo que estaba.

 Si el ataque fue real, Trump que —hay que repetirlo— salió en persona a asumir la autoría de la operación, estaría incurso en un vil asesinato en masa, un delito de lesa humanidad, violatorio de numerosas cláusulas del derecho internacional. Si fue falso, queda empantanado en el más bochornoso de los ridículos.

La egomanía como problema

¿Tuvo algo que ver la demostración de capacidades bélicas de China con este acontecimiento o pseudoacontecimiento? No se sabe, pero luce probable. Así funciona la geopolítica, sobre todo cuando la ejecutan egomaníacos.

Y Trump —qué duda puede caber— lo es. De hecho, cuando le preguntaron por el desfile chino, respondió que “lo hicieron para que yo lo viera”, lo que demuestra que cuando se pone ante el espejo sigue observando al individuo más poderoso del mundo. Nadie discute que sea, ciertamente, un emperador, pero cabría decirle una frase célebre de Micaela Vásquez, la abuela de mi esposa: “¡Alábate guate, que el río te bate!”.

En verdad, el metamensaje de los chinos iba para él, pero también para toda la élite estadounidense y europea, en especial a esos que han pasado los 34 años posteriores a la caída de la Unión Soviética mirándose el ombligo y dedicándose a otras actividades autocomplacientes.

Claro que las agencias de inteligencia de EEUU y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) saben hace tiempo que China les está latiendo en la cueva en lo referente a armamento, pero hay que entender la rabieta de Trump: no es lo mismo leer la cosa en un informe clasificado a que te la restrieguen en la cara frente al mundo entero.

Esos informes, si están ajustados a la verdad, deben haber llegado a la conclusión de que ya China, por sí sola, les está ganando, por puntos, un hipotético combate de peso completo. Y si se le suman Rusia y otras potencias emergentes, la victoria sería por nocaut fulminante.

Del fin de la historia al fin del imperio

Si EEUU ya perdió con China la supremacía económica y tecnológica, y ahora está perdiendo la superioridad militar, ¿significa que el imperio estadounidense entró en una fase terminal?

Bueno, la Historia recomienda no precipitarse, pues otros imperios han tardado hasta siglos en desplomarse y algunos que parecían hundidos, encontraron un segundo aire. Así que, en los próximos rounds del combate, EEUU podría reponerse. Además, la industria cultural estadounidense y europea sigue siendo dominante en muchos países y eso enlentece la caída.  No olvidemos que en las películas siempre gana Rocky Balboa (o Rambo).

No obstante, en lo referente a la velocidad de los cambios políticos y geopolíticos, hay que tener en cuenta que los procesos en estos tiempos son mucho más rápidos. La experiencia de la Unión Soviética sólo duró un poco más de 70 años. Cuando se desintegró, la intelectualidad neoliberal habló de que había llegado el fin de la Historia, pero apenas han transcurrido tres décadas y media y ya la terca Historia ha demostrado sobradamente que sigue viva.

En épocas precedentes, las hegemonías de gran escala caían más lentamente, tal como se puede comprobar leyendo sobre los imperios mongol, romano, otomano y varios otros. Pero el ascenso del gigante asiático en lo económico (y el consiguiente declive de EEUU) ha sido un proceso que ha tomado velocidad progresivamente. Los chinos pasaron décadas sirviendo de maquilas para las grandes corporaciones occidentales, pero a partir de un cierto momento, despegaron con sus propios impulsos y pasaron a ser los fabricantes de casi todo, con una gama ancha de niveles de calidad, incluyendo los más altos.

Hoy, los chinos son los grandes innovadores del planeta en la mayor parte de los campos civiles. Por lo exhibido en el desfile conmemorativo de los 80 años de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, parece que lo están haciendo también en el coto de la defensa.

Si ya superaron ciertos estándares en cuanto a armas tanto convencionales como nucleares, está claro que la ecuación geopolítica ha cambiado. ¿Será por eso que EEUU anda disparando misiles contra peñeros (o simulando que lo hace) en una supuesta lucha contra el narcotráfico? ¿Será por eso que envía sus navíos, incluyendo submarinos de propulsión nuclear, a las cercanías de Venezuela y luego protesta porque la Fuerza Armada Nacional Bolivariana los “hostiga”?

En psicología llaman sobrecompensación al comportamiento de quien da demostraciones de fortaleza, casi siempre excesivas, despóticas y hasta criminales, porque se siente débil e inferior. ¿Será este el caso del emperador anarajando y su combo de lugartenientes y lisonjeros?

(Clodovaldo Hernández / Laiguana.tv)


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