Este año Rusia celebra una fecha de enorme trascendencia: el 80º aniversario de su industria atómica, ocho décadas que reflejan una historia de coraje científico, innovación tecnológica y compromiso con la paz y el progreso de la humanidad. El punto de partida oficial de esta epopeya se sitúa en agosto de 1945, cuando el Gobierno soviético creó el Comité Especial para el uso de la energía atómica. En aquel momento el mundo acababa de presenciar una tragedia sin precedentes: los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, que mostraron al planeta el poder destructivo del arma nuclear utilizada por Estados Unidos. Ante esa amenaza, la Unión Soviética tomó la difícil decisión de desarrollar su propio escudo defensivo, pero desde el inicio concibió el átomo no solo como fuerza militar, sino también como fuente de energía para la vida.
El esfuerzo de nuestros científicos, encabezados por Ígor Kurchátov y Yuli Jaritón, permitió que en apenas cuatro años el país dominara la tecnología nuclear. Sin embargo, el verdadero hito llegó en 1954 con la puesta en marcha de la primera central nuclear del mundo en Óbninsk, que inauguró la era de la energía atómica con fines pacíficos y abrió un nuevo capítulo en la historia de la humanidad. A partir de allí, Rusia se convirtió en pionera global del “átomo para la paz”, demostrando que la energía nuclear puede ser una fuente limpia, segura y prácticamente inagotable.
Hoy nuestro país es el único en el mundo que controla todo el ciclo nuclear, desde la exploración de uranio hasta el reciclaje del combustible usado. Bajo el emblema de “Orgullo, Inspiración y Sueño”, la industria rusa ha desarrollado reactores de última generación con los más altos estándares de seguridad, centrales de ciclo cerrado capaces de reutilizar hasta el 95 % del combustible y reducir al mínimo los residuos radiactivos, la flota de rompehielos nucleares más poderosa del planeta —imprescindible para el desarrollo de la Ruta Marítima del Norte y para el acceso sostenible al Ártico—, así como aplicaciones médicas avanzadas, como radiofármacos y terapias dirigidas contra el cáncer, que hoy salvan miles de vidas en Rusia y en muchos otros países. Además, Rusia es líder en investigación de fusión nuclear y en el diseño de reactores modulares de pequeña escala, tanto terrestres como flotantes, que garantizan electricidad constante incluso en las regiones más remotas.
Un avance particularmente prometedor es el desarrollo de reactores de neutrones rápidos con ciclo de combustible cerrado, en los que el uranio-238 —habitualmente desechado en los reactores térmicos— se transforma en plutonio-239 y puede reutilizarse una y otra vez como combustible. Tal como destacó recientemente el subdirector general del OIEA, Mijaíl Chudakov, en el marco de la “Semana Atómica Mundial” en Moscú, las instalaciones que se están construyendo cerca de Tomsk permitirán aplicar en la práctica este enfoque revolucionario y prescindir del proceso tradicional de enriquecimiento de uranio. Este “círculo virtuoso” de generación y regeneración de combustible abre la puerta a una energía prácticamente ilimitada, reduce de manera radical los residuos radiactivos y fortalece la seguridad energética global.
La cooperación internacional ha sido siempre un pilar de nuestra política nuclear. Rusia comparte su experiencia, forma especialistas locales y ofrece soluciones tecnológicas sin condiciones políticas. Este espíritu de asociación se refleja en el estrecho vínculo estratégico entre Rusia y la República Bolivariana de Venezuela. Juntos exploramos la posibilidad de desarrollar proyectos en energía nuclear, medicina y formación de talento, con el objetivo de fortalecer la seguridad energética, impulsar la ciencia y mejorar la calidad de vida de nuestros pueblos.
La energía atómica representa una respuesta real a los desafíos del cambio climático y al creciente consumo eléctrico de la era digital. Según el OIEA, la capacidad nuclear mundial podría más que duplicarse para mediados de siglo. Rusia está preparada para liderar este proceso, ofreciendo tecnologías limpias, fiables y económicamente competitivas.
En este 80º aniversario rendimos homenaje a los pioneros que, en tiempos de guerra y esperanza, hicieron posible un sueño que hoy ilumina hogares, impulsa la ciencia y salva vidas. La industria atómica rusa es orgullo nacional y patrimonio de toda la humanidad. Su historia demuestra que el átomo, nacido en la encrucijada de la tragedia de Hiroshima y Nagasaki, puede y debe ser un instrumento de paz, progreso y cooperación entre los pueblos.
(Laiguana.tv / Sergey Mélik-Bagdasárov – Embajador de la Federación de Rusia en la República Bolivariana de Venezuela)
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