El presidente de EEUU, Donald Trump, lleva adelante una supuesta campaña antidrogas en el Caribe para evitar que los estupefacientes sigan dañando a sus conciudadanos, así como amenaza con sanciones o acciones más duras contra países latinoamericanos. Sin embargo, datos recientes muestran una cara diferente de la historia.
El Informe Mundial sobre las Drogas 2025 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito reflejó que el negocio ilícito continúa generando ingresos tanto en EEUU como en la Unión Europea (UE), aunque menos de lo obtenido en países como Afganistán y Myanmar.
Dado el peso de EEUU y la UE en la economía mundial, son una «pequeña proporción» de su PIB. En el país norteamericano, por ejemplo, los mercados minoristas de drogas generaron 146.000 millones de dólares, traducido en el 0,8 % del Producto Interno Bruto (PIB) en 2016.
Desde el siglo XX ha ido tomado más peso. Un estudio de 1990, citado por Naciones Unidas en su informe, estimó que los ingresos minoristas generados por la venta de drogas equivalía al 47 % de todos los ingresos delictivos identificados en EEUU.
Otro estudio determinó la ganancia anual en 110.000 millones de dólares, generados por la venta de drogas durante el período 2000-2010, lo que representaba cerca del 40 % de los ingresos totales generados por los grupos delictivos organizados en el país.
Atención al meollo
La directora ejecutiva de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Ghada Waly, ha pedido «abordar las causas raíz del tráfico de drogas en todas las etapas la cadena de suministro».
Hace un año, la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) abogó por reformas políticas guiadas por tres ejes: modernización del sistema global de control de drogas; realismo sobre los límites y daños de control de suministros; y que «el cambio comienza en casa».
«Poner la salud pública en el centro de las políticas nacionales de EEUU, invirtiendo en esfuerzos de prevención, tratamiento, reducción de daños y recuperación basados en evidencia. La crisis de sobredosis ha dejado al descubierto las graves deficiencias del sistema de salud pública y la red de seguridad social, ambos fragmentados y debilitados», opinó.
WOLA reconoció la dificultad de reformar la temática. «La burocracia, los intereses poderosos y la política del miedo han generado una inercia considerable en las políticas de drogas. La tendencia de culpar a los extranjeros por los problemas internos de EEUU sigue siendo políticamente efectiva», añadió.
De hecho, Trump y miembros de su Gobierno han responsabilizado constantemente a los migrantes y a otros países de «inundar las calles» estadounidenses de drogas, especialmente Venezuela, pero no suelen hacer referencia a la demanda interna.
Consumo al alza
«A mí no me importa lo que dicen las Naciones Unidas, a mí no me importa», declaró ofuscado el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, en una conferencia de prensa efectuada en septiembre pasado en Ecuador.
Naciones Unidas ha alertado que el consumo de drogas se ha situado en «niveles históricamente altos». Solo en el caso de la cocaína, pasó de 17 millones de usuarios en 2013 a 25 millones en 2023.
De la misma forma, ha llamado la atención sobre «el vínculo entre las cuestiones de salud mental y los trastornos por consumo de drogas». Por ello, junto a organizaciones como WOLA han solicitado un reforzamiento de la salud pública.
«En algunas regiones, entre ellas Europa y América del Norte, se han observado indicios de un descenso generalizado de la práctica de inyectarse drogas y una mayor tendencia a fumarlas», resumió, al tiempo que señaló que esta práctica «conlleva graves riesgos a largo plazo».
(RT)
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