domingo, 26 / 10 / 2025
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“Elogio de Donald Trump”: Imperdible artículo de Luis Britto García

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Usual es atacar al adversario político; la imparcialidad exige, sin embargo, reconocer méritos y evitar mezquindad en la apreciación de resultados.

Comencemos por el elevado plano ideológico. En vano perdimos la voz los izquierdistas denunciados al neoliberalismo encarnado en el consenso de Washington. Sin que casi nadie nos hiciera caso, señalamos que la absoluta libertad de comercio, de mercado y de importaciones, la privatización de empresas y bienes públicos, la eliminación del proteccionismo estatal, la inversión extranjera sin regulación, eran el camino a la ruina. Y en efecto, arruinaron a Estados Unidos. Ahora resulta que Trump para hacer de nuevo a América grande rompe tratados de libre comercio, aplica prohibitivo proteccionismo arancelario contra productos e inversiones foráneas, convierte todos sus amigos en enemigos y transforma la otrora pacífica clase trabajadora gringa en avispero contra el racismo, la represión ejercida por el ejército y la instauración de la monarquía.

Aliado de primera magnitud de Estados Unidos era Canadá. En vano, los progresismos de ambos países intentaron corroer esta alianza entre el primer consumidor de hidrocarburos del mundo y uno de sus principales proveedores. Bastó que a Trump se le ocurriera anunciar que convertiría a Canadá en el estado número 51 de la Unión, para que los indignados canadienses dejaran de comprar productos estadounidenses, de usar el dólar en sus transacciones cotidianas, y amenazaran eliminar el suministro de petróleo y cortar la energía eléctrica para dejar los estados norteños a oscuras.

Pasemos por alto su sonado éxito en enemistarse con Dinamarca e indirectamente con la Unión Europea anunciando la anexión de Groenlandia. Temimos siempre los progresistas que un intervalo lúcido revelara al Departamento de Estado que el primer objetivo de su diplomacia debía ser evitar la unión entre la Federación Rusa y la República Popular China. Mucho más astuto, emprendió Trump infatigable campaña de amenazas, confiscaciones de bienes en el exterior y guerras por intermediarios contra el país eslavo, para forzarlo a consolidar una alianza firme, inconmovible, invencible e invulnerable con China, Norcorea, la India y el Brics.

Preocupó siempre a la izquierda el poderío colonial y neocolonial del Viejo Continente, ahora siervo abyecto de la OTAN. Nada rompía la perruna devoción del Viejo Mundo hacia los ejércitos que lo ocupan. Ni siquiera cuando un sabotaje yanqui cortó el ducto del Nordstream por el cual recibía energía fósil rusa, lo obligó a pagar los carísimos hidrocarburos estadounidenses de fracking y arruinó la industria local a favor de los perforadores gringos. Para terminar de degradar Europa a parque temático, anunció Trump que esta debía gastar 10% más del PIB para costear su propia ocupación militar, noticia que estremeció de placer a la sumisa Unión Europea y su servicial Úrsula van der Leyen.

Inútilmente, advertimos los izquierdistas trasnochados sobre los peligros que corren los estadistas que sirven incondicionalmente a los imperios. Nadie nos hizo caso hasta que vio a Zelenski, primero regañado públicamente por presentarse en la Casa Blanca sin saco ni corbata. Luego, humillado en vivo y directo ante los medios con afirmaciones tales como “estás perdiendo esta guerra. Sin nuestras armas, no durarías más de dos días”. “Lo sé, lo sé”. En fin, forzado a entregar la mitad de la riqueza mineral de su país para prolongar un conflicto que solo interesa a Estados Unidos. Gracias a Trump, ya hasta el último pitiyanki sabe cómo paga el Diablo a quien le sirve.

Sigamos con el patio trasero. “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, dicen que dijo el dictador Porfirio Díaz. Digno de admiración para todos los progresistas es el respeto que a duras penas impuso el país azteca a su colosal vecino; motivo de preocupación fue siempre que se rajara ante las presiones de este. Apenas repuesto del esfuerzo de malquistar a su país con sus más próximos aliados, incurrió Trump en la brillante idea de quitarle a México el nombre del golfo homónimo, lo amenazó por el pecado de suministrarle mano de obra migrante barata, exigió terminar el muro de la infamia a costa del país azteca y amenazó con un nuevo diluvio de aranceles, El posible entendimiento con su segundo país fronterizo quedó convertido en pleito irremediable.

Brasil reúne la mitad de la superficie y de la población de América del Sur. Gobiernos serviciales mantuvieron este coloso en afinidad con la potencia norteña. “Donde vaya Brasil, irá Latinoamérica”, reconoció Nixon. Poderosos intereses adelantaban una unión del Mercosur con Estados Unidos. Todo iba de maravillas hasta que Trump arruinó el plan abrumando con aranceles a los cariocas. Hasta el mesurado Lula perdió la compostura al contestar al gigante del norte. Ya Brasil y Latinoamérica saben dónde ir juntos: contra Estados Unidos.

No olvidemos a Colombia, donde oligarquía e imperio prolongaron más de medio siglo un conflicto que todavía no termina, e instalaron 9 bases militares yanquis que misteriosamente no pudieron combatir el narcotráfico. Gustavo Petro sí lo hizo: entre 2023 y 2024 decomisó cifras récord de droga, detuvo y extraditó 700 capos. No perdió tiempo Trump en insultarlo “descertificándolo” y llamándolo jefe del narcotráfico. Gracias a Donald, hoy en día no hay colombiano ni latinoamericano que no sepa quién es quién.

Lo expuesto evidencia que Trump piensa una cosa, dice otra y hace una tercera. Ello no impide que entre su aluvión de falacias se deslice de vez en cuando una verdad. Por ejemplo, al hablar sobre Venezuela: “Tenemos oro líquido… Lo mejor que se puede conseguir… Mejor que el oro… el mejor y más hermoso sistema energético del mundo… oro líquido… no tenemos más que sacarlo”.

Con pocos resultados predicamos algunos ilusos, la unión nacional contra el imperio. Lo que no logramos en décadas lo consiguió Trump en días masacrando pescadores venezolanos con misiles de su flota descomunal. Según encuestas, 95% de los compatriotas sabe ahora quién es el adversario y desea unirse contra él. Digo yo que el 5% restante también sabe, pero es parte del enemigo.

(Luis Britto García)


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