Los científicos sociales solemos caer en la tentación de asumir sin cuestionamiento los consensos intelectuales que van imponiéndose en los ambientes académicos, sin embargo, siempre es bueno detenerse un momento y preguntarnos cuáles son los contenidos de ciertos discursos que asumimos como realidades incuestionables. Por ello en las siguientes líneas intento proponer una visión que busca contrastar con la narrativa dominante alrededor de la cuestión multipolar, se nos dice que estamos transitando desde un mundo unipolar a uno multipolar, incluso existen voces que llegan a describir dicha realidad como un escenario deseable. Por el contrario, desde una perspectiva de larga duración y a partir de unas historias globales de y desde el Sur, podemos sostener que dicho planteamiento constituye una premisa engañosa, y lo es porque no explicita la cuestión imperialista. El verdadero desafío para América Latina no es qué forma adoptará el nuevo multipolarismo, sino cómo sobrevivir a un ciclo histórico de competencia intersistémica que, lejos de ser nuevo, siempre ha traído mayor militarización y peligro para nuestros pueblos.
A partir de ello resulta necesario comenzar con un cuestionamiento a lo que considero son los supuestos que subyacen en la forma dominante en la que suele plantearse la cuestión multipolar.
Quienes defienden y promueven la idea de que caminamos o estamos en una transición hacia un mundo multipolar, asumiendo tanto que esta es una realidad que se despliega ante nuestros sentidos y un mundo más deseable, lo hacen a partir de un supuesto que considero problemático, ese supuesto no es otro sino aquel por medio del cual se afirma que el desmembramiento de la URSS significó la configuración de un mundo unipolar que hoy se derrumba.
En contraposición a los estándares interpretativos, la nuestra parte de una posición que contradice lo anterior, ni estamos dejando atrás un mundo unipolar. ni dentro de las dinámicas sistémicas podemos afirmar que nos encontramos a las puertas de un mundo multipolar que es más deseable. El problema de estas afirmaciones radica tanto en sus limitaciones heurísticas como en sus concreciones prácticas con profundas implicaciones políticas, porque quienes hoy celebran el ‘multipolarismo’ incurren en un doble olvido conceptual: 1. Olvidan que la lógica de la competencia inter-sistémica es una constante estructurante que antecede al último ciclo hegemónico, y, peor aún, obvian que esta competencia nunca ha roto la divergencia colonial que define las relaciones Norte-Sur.
Por ello, de forma alternativa, una aproximación de larga duración y desde unas historias globales desde el sur nos permite hacer una lectura un tanto distinta de nuestro presente. En primer lugar, que la caìda de la URSS fue todo lo contrario a lo que nos han dicho que fue, es decir, no se trató de la constitución de un mundo unipolar caracterizado por la fortaleza incontestable de EEUU, sino un signo de debilidad de la principal potencia ganadora tras las guerras interimperiales de la primera mitad del siglo XX.
En nuestra lectura la caída del muro de Berlín significó el fin de Yalta, es decir, el fin del orden que habían pactado las dos potencias de turno junto a lo potencia en declive, y esto sería parte de un proceso de desmantelamiento del orden de posguerra que comienza cuando Nixon rompe con Bretton Woods. Desde entonces EEUU ha venido sistemáticamente socavando las bases de su propio poder en la medida en que la institucionalidad que otrora le fue funcional, ya no le sirve. Por lo tanto Trump no es una anomalía, se trata de una tendencia que lleva décadas desplegándose, solo que el comportamiento de éste es más estrambótico. Solo recordemos como G.W Bush junto T. Blair y J.M Aznar invadieron Irak contra todo criterio de Naciones Unidas, o como la OTAN dio carta blanca a los bombardeos en Kosovo también en contra del criterio de Naciones Unidas, sin mencionar las sistemáticas violaciones del Estado de Israel a las resoluciones de Naciones Unidas.
El llamado ‘mundo unipolar’ fue una ilusión de gestión hegemónica, una fase de alto consenso occidental, pero que jamás logró suspender las dinámicas históricas de la competencia inter-sistémica, ni la estructura de la divergencia colonial. Para el Sur, fue simplemente la unipolaridad de la dominación, no la unipolaridad del sistema. La idea de que hubo un mundo unipolar y estamos en transición hacia uno multipolar es un planteamiento engañoso. Y lo es porque nos hace invisible que el unilateralismo de los EEUU no es muestra de fortaleza, sino de debilidad, es una demostración de que éste vence (a veces), pero no convence más.
EEUU en el siglo XXI no ha bajado la intensidad de su unilateralismo, todo lo contrario, ha pasado de intervenir en el extremo sur ortiental del meditarraeo a una guerra proxy con Rusia en Ucrania, en América Latina no ha dejado de intervenir y promover golpes de Estado que van desde aquel contra Hugo Chavéz en 2002 hasta sus recientes intervenciones en procesos electorales tanto en Argentina como en Honduras, sumado recientemente a todo esto la actual ofensiva militar en el Caribe en contra de Venezuela.
Sostengo por tanto que, justamente por no poseer una perspectiva de larga duración, quienes nos presentan la realidad de un mundo multipolar, terminan por de igual modo por escandalizarse con los accionares de D. Trump, lo que resulta en otro error. Se les olvida que fue Obama, un premio Nobel de la Paz, quien firmó la orden ejecutiva que transformó a Venezuela en una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional de EEUU.
Por último, nuestra mirada nos hace insistir en que el llamado mundo multipolar no es una novedad histórica. Se trata de una realidad geopolítica que, al menos en los últimos cinco siglos, ha ocurrido otras tres veces. La multipolaridad que hoy observamos es, simplemente, el momento dentro de un ciclo de acumulación donde la competencia intersistémica se dispara, los conflictos geopolíticos se agudizan, la economía se financiariza y el mundo se militariza, volviéndose sistemáticamente más peligroso, especialmente para los pueblos del Sur Global.
Para ilustrar este ciclo peligroso, miremos los hitos que marcan estas transiciones:
- 1648: Fin de la conflictividad con la Paz de Westfalia, que abrió el ciclo del mercantilismo holandés.
- 1815: Fin de la conflictividad con la Paz de Viena, que abrió el ciclo de la Pax Británica y vio nacer la Doctrina Monroe.
- 1945: Final de las guerras inter-imperialistas que trajo el fin de la Pax Británica y dio inicio a la Pax de Monroe.
- 2001: Inicio de la guerra contra el terror, una ventana que aún está por mostrar a qué mundo nos conduce, y que hoy transmuta en guerra contra el narcoterrorismo, mostrándonos paisajes nada alentadores.
Precisamente en ese punto de ‘peligro’ quiero aterrizar mi reflexión. Desde mi posición como venezolano, no puedo pasar por alto lo que está ocurriendo ahora mismo en el Caribe. cuando EEUU concentra ante nuestro mar territorial el 25% de su fuerza naval, haciendo incursiones a nuestro espacio aéreo con bombarderos, amenazando nuestras costas y prometiendo prontas intervenciones terrestres. La competencia multipolar no es una abstracción, es una amenaza concreta que se cierne sobre la vida de nuestros pueblos, y la ética del Sur Global debe responder a esta realidad hoy.
Es por ello que, ante la intensificación del peligro, la ética del Sur Global debe pasar de la crítica a la acción soberana. Si la multipolaridad es la manifestación de un ciclo de competencia intersistémica agudizada, la única respuesta estratégica posible para América Latina no puede ser la alineación automática con un nuevo polo (sea cual sea), sino la construcción de su propia autonomía material y soberana. La clave para sobrevivir a este ciclo histórico es la desconexión estratégica de la lógica de la divergencia colonial que nos ha definido por siglos.
En estas circunstancia AL llega sin haber hecho los deberes, y en tal sentido son tres los imperativos urgentes y consecuentes con la lectura de que el peligro es estructural y no coyuntural:
- Reafirmación de la No-Alineación Activa: No como una neutralidad pasiva, sino como un principio que niega la posibilidad de que nuestro territorio sea utilizado como tablero en la disputa hegemónica. Esto implica fortalecer los mecanismos regionales de defensa y seguridad sin tutelaje extrarregional.
- Soberanía Productiva y Financiera: Abandonar la fe en la globalización neoliberal que intensifica nuestra dependencia. Debemos avanzar hacia la regionalización de las cadenas productivas esenciales y buscar mecanismos de compensación y financiamiento alternativos que escapen al control de las estructuras del norte global, cuyo diseño aún es funcional al hegemón declinante.
- Articulación Ética ante el Peligro Concreto: El silencio ante la agresión militar en el Caribe venezolano es la manifestación de la persistente divergencia colonial en la conciencia crítica. La intelectualidad y los movimientos sociales de la región deben condenar de manera inmediata y unificada toda amenaza de intervención, entendiendo que el Caribe es hoy la frontera crítica donde se materializa el peligro de esta «nueva» multipolaridad. La derecha latinoamericana ostenta varios síntomas de venezolanización, y esto es también patente en la derecha española.
La multipolaridad no es la promesa de un mundo mejor; es el anuncio de un ciclo más peligroso. Nuestro desafío no es elegir qué polo nos ofrece un mejor trato, sino forjar una tercera posición soberana que nos permita sobrevivir, resistir y, finalmente, romper la matriz de la divergencia colonial.
(Artículo exclusivo para la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales En Defensa de la Humanidad de José Romero Losacco)
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