La Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales En Defensa de la Humanidad (REDH), coordinada a nivel internacional por el doctor en Filosofía Política, Miguel Ángel Pérez Pirela, envió un contundente comunicado al Comité del Premio Nobel de la Paz, en el cual se señala que dicho galardón “ya está manchado de sangre”.
“Su Comité ha decidido entregar el galardón de este año a la principal promotora de la guerra, de la invasión a su propio país y de la desestabilización de Venezuela y de toda la región: María Corina Machado. Sepan, señores, que el premio que otorgarán en ceremonia solemne ya está manchado de sangre”, indican los intelectuales en el texto.
Además, le recuerdan a los encargados de entregar este otrora prestigioso premio, los nexos de Machado con el genocida Benjamín Netanyahu, y ”su apoyo al genocidio contra el pueblo palestino y a las guerras de agresión promovidas por Israel. ¿De qué paz hablarán en su ceremonia?”, preguntan.
Asimismo, señalan que en 2014, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños adoptó por unanimidad la proclama que declara a esa región como zona de paz.
“Hoy, el Premio Nobel de la Paz se ha convertido en una suerte de Caballo de Troya del siglo XXI y bajo su aura se planifican y se pretenden perpetrar los mismos crímenes cometidos contra los pueblos de Libia, Afganistán, Irak y Siria”, puntualizan los representantes de la REDH.
Finalmente, señalan, que después de la grotesca ceremonia que realizarán el 10 de diciembre, “ya no tendrán autoridad moral alguna para hablar de paz ni de justicia, palabras que ustedes manipulan a su antojo para satisfacer las ambiciones geopolíticas de los Estados Unidos”.
A continuación el comunicado completo.
Señores:
Comité del Premio Nobel de la Paz
Oslo-Noruega.-
De nuestra mayor consideración:
Desde hace varios meses, el mar Caribe se ha convertido en el escenario de una concentración militar desproporcionada y grosera con un portaaviones, buques de guerra, aviones de combate, helicópteros, misiles de largo alcance, submarinos nucleares y miles de soldados.
Esto implica una gravísima amenaza a la paz y la seguridad internacionales, como lo reconoció la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la mayoría de los gobiernos de la región y múltiples organizaciones políticas y sociales de nuestros pueblos.
El gobierno de Estados Unidos ha hecho pública su intención de derrocar al gobierno legítimo de Venezuela con el objetivo de apropiarse de las reservas de petróleo más grandes del mundo.
En medio de esta clara violación de la Carta de las Naciones Unidas y del Derecho Internacional, nos encontramos con la desagradable noticia de que su Comité ha decidido entregar el galardón de este año a la principal promotora de la guerra, de la invasión a su propio país y de la desestabilización de Venezuela y de toda la región: María Corina Machado.
Sepan, señores, que el premio que otorgarán en ceremonia solemne ya está manchado de sangre. Mientras se escriben estas líneas, más de ochenta latinoamericanos han sido asesinados a través de ejecuciones sumarias bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, realizadas bajo las órdenes de Donald Trump, y promovidas y aplaudidas, por su galardonada.
Ustedes, además, conocen las estrechas relaciones políticas entre Machado y Benjamín Netanyahu, su apoyo al genocidio contra el pueblo palestino y a las guerras de agresión promovidas por Israel. ¿De qué paz hablarán en su ceremonia?
Recuerden, señores, que en el año 2014, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños adoptó por unanimidad la proclama que declara a esa región como zona de paz. Hoy, el Premio Nobel de la Paz se ha convertido en una suerte de Caballo de Troya del siglo XXI y bajo su aura se planifica y se pretenden perpetrar los mismos crímenes cometidos contra los pueblos de Libia, Afganistán, Irak y Siria.
Nosotras y nosotros, amantes de la paz, repudiamos las guerras y seguiremos luchando por la paz genuina y verdadera, aquella que solo puede ser entendida como un derecho de los pueblos, indivisible de su autodeterminación y de la defensa de su soberanía.
Finalmente, después de la grotesca ceremonia que realizarán el 10 de diciembre, ya no tendrán autoridad moral alguna para hablar de paz ni de justicia, palabras que ustedes manipulan a su antojo para satisfacer las ambiciones geopolíticas de los Estados Unidos. Esas palabras son patrimonio exclusivo de los pueblos que luchan por su soberanía.













