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En su más reciente entrega de la columna de opinión “El Espejo”, el periodista José Vicente Rangel (JVR), afirma estar convencido de que a solo 20 días de los comicios parlamentarios, la mayoría de los venezolanos “no quieren actitudes intemperantes” sin embargo, advirtió que “hay sectores que desechan un planteamiento de tal naturaleza, aferrándose a las opciones violentas”.

 

A su juicio el mayor problema de la derecha es que “utilizan la palabra democracia, pero en el fondo la desprecian”, porque sencillamente “está contaminada por el odio y el revanchismo”, las 18 elecciones en las que han sido derrotados por el chavismo, no los deja levantar cabeza.

 

Destacó, asimismo, que la coalición opositora asemejan el 6 de diciembre como un “duelo moral” porque no tienen “sentido cívico”. “En este ejercicio se necesita ser demócrata de verdad y sé que la oposición, tal como se comporta, no es democrática”, destacó JVR.

 

Entre sus sabias y acertadas predicciones, JVR dijo “ojalá me equivoque, ojalá que no, pero todo indica que la derecha desconocerá los resultado de las urnas, de no favorecerles. Hay demasiados indicios de su irresponsabilidad”.

 

A continuación, la disertación completa del periodista: 

 

1 Me atrevería a decir que, hoy por hoy, el sentimiento mayoritario en Venezuela es favorable a la paz. El grueso de la población aspira a que el país entre en una etapa de sosiego, de entendimiento -que no elimina el debate de las ideas-, donde la irracionalidad que promueve la polarización ceda ante la búsqueda del ciudadano de a pie de un clima que le garantice tranquilidad. Un clima sin sobresaltos. Sin amenazas a la estabilidad política, social y económica. Esta no es una conclusión caprichosa, expresión de un voluntarismo que quiere que las cosas tengan que ser así. Al contrario, estoy convencido de que la gente no quiere actitudes intemperantes, sino que la situación nacional tome la senda de la convivencia y el diálogo. Sé que hay sectores que desechan un planteamiento de tal naturaleza. Que se aferran a las opciones violentas, razón por la cual adquiere mayor importancia destacar lo que hoy constituye la realidad nacional, que no es otra que un pueblo que quiere vivir en paz y sectores minoritarios que se oponen.

 

2 El acto del 6 de diciembre trasciende el cometido meramente electoral de escoger la representación parlamentaria. En las actuales circunstancias entraña definiciones que tienen que ver con el poder, con proyectos políticos, sociales y económicos de las fuerzas que compiten, del respeto a la Constitución bolivariana. Es una prueba donde se dilucida el rumbo futuro de las visiones de país que están en juego. Por tanto, lo ideal es que los venezolanos podamos sortear la coyuntura democráticamente, con claro sentido cívico. Hay quienes piensan que no: que lo que viene es un duelo mortal. En cambio, otros están conscientes de que hay que respetar las reglas de juego y que el episodio comicial de diciembre es el punto de partida para las rectificaciones, reajustes y profundización de las políticas elaboradas y ejecutadas hasta el presente.

 

3 No obstante, para este ejercicio democrático se necesita ser demócrata. Demócrata de verdad. No demócrata enmascarado o de los dientes para afuera. Y es aquí donde surgen los problemas. Uno de ellos, quizá el más importante, es la oposición. Lo escribo porque estoy convencido de que la oposición venezolana, tal como se comporta, no es democrática. Utiliza la democracia, pero en el fondo la desprecia. La oposición que existe a partir de la derrota que le propinó Chávez al puntofijismo en diciembre de 1998 -en su propio terreno y con sus mismas reglas de juego- está contaminada por el odio y el revanchismo. Carece de calidad ética. De identidad. Por ser el subproducto de una derrota histórica humillante que a través del tiempo no ha logrado asimilar.

 

4 Es la oposición derrotada en 18 elecciones. Que no ha podido levantar cabeza. Que no saca experiencia de los reveses. Que ante una nueva prueba electoral los repite. Que se mueve en terrenos pantanosos que le impiden avanzar, condicionada por la negación de la realidad. Siempre acompañada por la tentación de la aventura. Moviéndose, fatalmente, entre la legalidad y el golpismo. Definitivamente, esa oposición no es confiable y lo confirma el doble lenguaje que utiliza. La arrogancia con que se expresa. El desprecio por las formas democráticas. Por el adversario. Por el pueblo venezolano. El país la vive con angustia a 20 días de la fecha de votar, porque todo indica que desconocerá cualquier resultado que no la favorezca, y porque hay señales inequívocas de que terminará, luego de conocido el resultado de las urnas, apelando una vez más a la violencia como sistemáticamente lo viene haciendo. ¡Ojalá que no! Ojalá me equivoque. Me encantaría, por el bien de Venezuela. Pero hay demasiados indicios de su irresponsabilidad. Característica de los que no son demócratas. De los que fingen serlo.

 

(LaIguana.TV)