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Comencemos por una premisa infalible que avalará la técnica de memorización que proponemos más adelante: entre más excéntrico es algo (o alguien), más memorable es. Si, por ejemplo, estamos conversando con varias personas desconocidas y una de ellas dice algo extraño, quizá fuera de lugar, recordaremos a esa persona y a ese diálogo más que al resto de los que estaban allí, a quienes probablemente olvidaremos. La excentricidad es un atributo fantástico que desafía nuestros hábitos cristalizados de cotidianidad.

 

Si uno tiene una memoria promedio, o incluso defectuosa, la excentricidad puede añadirse voluntariamente a cualquier cosa que se quiera memorizar. Los pasos son los siguientes:

 

1. Crea una imagen y ánclala en alguna parte

 

Convierte esas cosas abstractas que el cerebro se resiste a memorizar (como números o nombres quizá) en cosas visuales. Entre más grotesco, extravagante, surreal, sexual o inusual, mejor.

 

Entonces, por ejemplo, si quieres memorizar el rostro y el nombre de alguien como Julia, intenta convertirlo en una imagen y asociarla con alguien famoso (ej. Julia Carrington). Después, encuentra algo prominente acerca de esa persona y exagéralo al máximo. Si tiene una frente grande, por ejemplo, podrías imaginar a Julia Carrington reposando desnuda sobre esa frente. Entre más vívido y alejado de la realidad mucho mejor.

 

2. Convierte el sonido en imagen narrativa

 

Para el nombre, no intentes pensar en cómo se escribe sino en cómo suena. Rómpelo en sílabas y conviértelas en imágenes. (“Ju” por ejemplo, suena a “justicia”, y “lia” a “liar”, así que un juez liando un cigarrillo funcionará).

 

Luego solo es cuestión de asociar la prominente frente (con Julia Carrington desnuda) y el sonido visual de su nombre. Y por más extraño que parezca, la asociación permanece.

 

Esto, evidentemente, funciona cuando eres realmente malo con los nombres y las caras (o tienes que memorizar demasiados), pero también con cosas más complejas como memorizar un poema. Asociar el primer verso con una imagen estrambótica y luego vincularlo con el siguiente verso, y así sucesivamente (contando una historia en forma de comic mental) es una maravillosa manera de aprenderlo, incluso si suena poco romántico.

 

Un uso cotidiano de esta técnica es una lista de supermercado. Para recordar secuencias de cosas (como en el caso de un poema) solo es necesario hacer un viaje narrativo.

 

a) Comienza en un lugar familiar como tu casa, la entrada de tu casa. Imagina un empaque de leche derramándose en la entrada;

 

b) Sobre la leche derramada hay fresas rojas que contrastan como puntos rojos sobre el líquido blanco;

 

c) Un espárrago desvía el cauce de la leche con fresas hacia la cocina que tiene el piso sucio (necesitas producto);

 

d) Un papel de baño absorbe la leche que llegó hasta la cocina y se convierte en queso derretido.

 

Si practica hacer estas narrativas en el acontecer diario de su vida podrá no solo mejorar su memoria y dejar de depender de dispositivos, sino también abrir paso a la creatividad. Recordemos que las listas, como decía Ray Bradbury, son el principio de cualquier obra maestra.

 

Esta técnica, podría decirse, es una manera de manipular a la propia mente para asombrarse a sí misma. Algunas veces imaginaremos cosas que nos dan vergüenza imaginar, pero ese el punto: ahondar en esa parte secreta, estridente, escandalosa de nosotros para que las imágenes bricen como peces a la superficie. La lógica es sencilla: mover las piezas de lugar para que no se pierdan en la homogeneidad del resto de las cosas.

 

(faena.com)