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Ante la mirada indiferente de las autoridades, la violencia sigue en alza en Estados Unidos, donde se han hecho rutinarios los ataques armados dentro de escuelas y espacios con grandes concentraciones de personas.

 

Sólo este año, 290 tiroteos masivos se han registrado en esa nación norteamericana, en la que también se reportan 9.964 fallecidos por armas de fuego.

 

Reseña Telesur en su sitio web que estos actos violentos se han hecho recurrentes en ese país norteamericano, especialmente en escuelas y universidades, como consecuencia, entre otras cosas, de la persistencia de leyes que facilitan la obtención de armas, bajo el argumento de la defensa personal.

 

El hecho más reciente se reportó el 2 de diciembre, cuando en horas de la mañana se registraron dos tiroteos en el estado de California, ubicado en la costa suroeste de Estados Unidos, donde al menos 14 personas fallecieron y otras 17 quedaron heridas. 

 

El primer tiroteo se registró en el Centro Regional del Interior, donde se atiende a personas con discapacidad, en San Bernardino, California, en tanto que el segundo se dio dos horas más tarde en el hospital estatal Patton.

 

De acuerdo con los reportes de los cuerpos de bomberos, uno de los tres atacantes fue abatido, un segundo se escondió dentro de una iglesia y el tercero se fugó.

 

El 9 de octubre, una persona fue asesinada y tres resultaron heridas luego de un tiroteo en la Universidad del Norte de Arizona en Flagstaff, donde son atendidos más de 25.000 estudiantes.  

 

A este acto violento se suma el perpetrado por un joven de 26 años de edad en un campus de Oregón, el 1º de octubre pasado, que dejó 13 muertos y más de 20 heridos.

 

Previo a ello se produjo otra balacera en un centro educativo en California, y entre junio y julio de este año se perpetraron otros en Filadelfia, Carolina del Sur, Nueva Jersey y Detroit.

 

Ante la secuencia de los hechos, el presidente estadounidense, Barack Obama, admitió que la nación es una de las más violentas del mundo y reconoció la falta de acción y toma de decisiones al respecto.

 

«Creo que hay un arma por cada persona que está en Estados Unidos. Entonces, ¿cómo pueden decir que mientras más armas haya, estaremos más seguros? Somos el Estado con el mayor número de armas, pero también con el mayor número de personas muertas con armas, tenemos la evidencia», dijo y manifestó la necesidad de cambiar las normativas legales, que autorizan el porte de armas en Estados Unidos, sin hasta ahora concretarse las modificaciones.

 

De acuerdo con un censo poblacional de 2012, entre 280 millones y 350 millones de armas se encuentran en Estados Unidos, que hasta agosto pasado era habitado por 318,9 millones personas.

 

Aunque por años la demanda de establecer controles ha sido un clamor de la población, siempre se ha impuesto la Segunda Enmienda a la Constitución de Estados Unidos, realizada en 1791, en la que se establece como un derecho de los ciudadanos la posesión de armas de fuego libremente.

 

A la violencia armada en Estados Unidos se le suma la violencia racial de la que en los últimos años han sido víctimas jóvenes afroamericanos, asesinados a manos de policías norteamericanos blancos, en situaciones sospechosas y ante la mirada de un sistema de justicia que suele absolver a los agentes de seguridad implicados en los hechos.

 

Los residentes negros en territorio estadounidense suelen ser víctimas de ataques, arrestos, citaciones, uso de la fuerza y violaciones de la libertad de expresión, sin ningún tipo de justificación.

 

Uno de los casos más emblemáticos ocurrió el 9 de agosto de 2014, cuando el joven afroamericano Michael Brown, de 18 años de edad, fue asesinado por el policía de piel blanca Darren Wilson, en Ferguson, Missouri, San Luis.

 

La autopsia privada preliminar reveló que el joven recibió al menos seis disparos, dos de ellos en la cabeza y cuatro en el brazo derecho. Sin embargo, la versión oficial indica que Wilson propinó los disparos a Brown luego que el joven supuestamente tratara de arrebatarle su arma de reglamento. 

 

Testigos del hecho también han señalado que al momento del brutal ataque, el joven se encontrada desarmado y con las manos en alto. 

 

Pese a ello, en noviembre de 2014, el Gran Jurado decidió no imputar a Wilson, quien esperó la decisión judicial en libertad plena. Esta medida provocó movilizaciones de calle que fueron dispersadas y reprimidas por cuerpos policiales.

 

(AVN)