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Si en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) siempre se diferenciaron dos tendencias, como ocurre en casi todas las organizaciones políticas, así como en situaciones de tensión y conflictos, que tradicionalmente clasifican como halcones y palomas, la elección secreta de su candidato a presidir la Asamblea Nacional permitió que no solo se expresaran tales tendencias, sino que dominaran los más radicales frente a quien de alguna manera representaba las posibilidades de diálogo.

Apenas se conocieron los resultados de las elecciones del 6D, y que los mismos fueron de abrumadora ventaja opositora que le garantizaba una mayoría calificada, fue Henry Ramos Allup quien primero mostró sus garras de vencedor, y habló de remoción del Gobierno, amnistía general, destitución del equipo de ANTV y estimuló para otros anuncios similares como modificar la Ley Orgánica del Trabajo y la de Precios Justos, entre otras. Se mostraba como el líder de la línea dura, con lo cual atraía partidarios aún más radicales; consciente debió estar de que esa posición le ganaba adeptos para la próxima escalada a la Presidencia de la AN. Entre tanto, Julio Borges se mostraba más comedido, aunque sabiéndose primera fuerza dentro de la MUD. Primero Justicia había obtenido más diputados que nadie, pero sus declaraciones siempre fueron más comedidas. “Si sustituimos un sectarismo por otro sectarismo, estamos haciendo mal las cosas… Ya logramos unir a la oposición, ahora nos toca unir al país”, dijo a una semana de la victoria.

Como sabemos, hoy se elige la junta directiva de la Asamblea, y aunque no está claro cómo se resolverá la situación provocada por la sentencia de la Sala Electoral, que impide la juramentación de cuatro diputados de Amazonas, de lo que estamos seguros es que Ramos Allup será electo presidente y, seguramente, es el punto de partida de una nueva confrontación en el seno de la Asamblea y con otros poderes. Nada de lo que la mayoría de la gente esperaba.

 

(ÚN)