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La desaparición del pequeño “Ricardito” tuvo un final feliz.  Doce horas después,  Ricardo Enmanuel Urdaneta  González, de solo dos años y cuatro meses, volvió  a sentir los brazos de sus padres y jugó, de nuevo, con su carrito rojo favorito.

 

No se trató ni de un secuestro ni  de un rapto.  Aún los cuerpos de seguridad no saben cómo  calificar la desaparición del infante. Lo cierto es  que  “Ricardito” pasó toda la noche del miércoles en una humilde vivienda en el barrio Torito Fernández, residencia de una adolescente, de 16 años, con retardo mental.

 

La agonía de la familia Urdaneta comenzó a las 7:00 pm del miércoles mientras los padres del niño, Ramón y Eunice, estaban en plena inducción para que su hijo formara parte de los Servidores de María.

 

Mientras los padres escuchaban el curso, en un salón ubicado en la parte trasera del templo, “Ricardito” estaba al cuidado de otros jóvenes   Servidores de María.

 

El pequeño estaba entretenido, jugaba con su carrito rojo y escuchaba a los adultos entonar   cánticos en los jardines de la Basílica. En un momento de imprevisto llegó un grupo de  Chimbangueles de San Benito a la entrada del templo.

 

Entre la bulla y algarabía, el niño se alejó del grupo   caminó hasta la entrada de la Basílica.

 

Una adolescente, de 16 años, especial, lo observó y “pensó que estaba extraviado” y decidió llevárselo a su casa.

 

La muchacha caminó por el  centro de Maracaibo, a oscuras, con “Ricardito” en brazos, hasta llegar a la parada de los carritos por puestos de La Limpia, detrás del Hospital Chiquinquirá. 

 

Allí se embarcó junto al infante en un Ford Conquistador casi convertido en chatarra y se bajó en La Curva de Molina. Desde allí, caminó  hasta el sector El Muro, para finalmente agarrar una “camionetica” que la llevó hasta la entrada del barrio Torito Fernández. Caminó por dos calles de arena, llegó a la casa de sus abuelos paternos.

 

“Ricardito” pasó toda la noche junto a la adolescente y sus abuelos. Lo bañaron, le cambiaron el pañal y  hasta le dieron tetero. “Preguntaba mucho por su mamá y a veces lloraba”, dijo la joven.

 

Mientras “Ricardito” estaba en  la pequeña casa de latas de zinc. Sus padres junto a un grupo de feligreses hacía una vigilia y cadena de oración en la Basílica. “Oramos de rodilla a Dios y la Virgen de la Chinita para que apareciera sano, fueron las peores horas de nuestras vidas, pero tuvimos siempre fe en que aparecería con vida”,  expresó el padre, Ramón Urdaneta.

 

Las oraciones traspasaron las paredes del templo y las suplicas por un reencuentro del niño con su familia se hicieron virales en las redes sociales. 

 

La foto del pequeño sonriendo fue divulgada en las cuentas de Instagram de venezolanos en cada rincón del país y hasta en Miami. La noticia, que se regó por Maracaibo, fue el aviso para la familia de la muchacha. Se comunicaron con las autoridades. 

 

A las 8:00 de la mañana de ayer, el papá de “Ricardito” recibió la llamada que alegró su vida. Su hijo estaba en la comandancia de la policía regional de La Curva de Molina.

 

Media hora después, se reencontró con su familia de nuevo en la Basílica. Hubo llanto, esta vez de alegría. Los milagros existen y este fue uno.

 

Los padres agradecieron a la joven adolescente por haber cuidado al niño. 

 

“La Chinita salvó a ‘Ricardito’ del peligro, Dios escuchó nuestras plegarias”, dijo la madre. 

 

(Panorama)