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Es falso que los gatos tengan más de una vida –ni 7 ni 9, una- sólo que su extraordinario estilo al caer los hace casi inmortales ante una de las causas más comunes en el deceso de animales domésticos.

 

El gran secreto de estos felinos y su habilidad para caer casi siempre de pie se esconde en su oído medio que, al igual que en los humanos, es donde se ubica su centro de equilibrio, detectando en todo momento en qué posición estamos con respecto a nuestro centro de gravedad.

 

En los gatos, el fino sistema vestibular reacciona en menos de una décima de segundo, cuando la cabeza de nuestro gato ha perdido su posición normal tras el tropiezo. En ese momento, y ante la señal de que algo anda mal, el cuello reacciona colocando la cabeza del animal en una posición correcta. Inmediatamente se ponen a trabajar los músculos de todo su cuerpo para burlar la llamada “ley de conservación de momento angular”, que dice que un cuerpo rígido presenta cierta resistencia a girar sobre un eje, es decir, a cambiar su velocidad angular.

 

El gato es capaz de burlar la ley de conservación del momento angular para caer de pie.
 

Si esta ley se aplicara a la caída de un gato, de espaldas, para el animal sería imposible girar 180 grados, pero lo hace, comenzando por su cabeza, gracias a la señal enviada por su oído.

 

El gato se gira, cambiando la velocidad angular. Para ello, lo que hace el gato es arquear la columna mientras estira las patas traseras y recoger las delanteras. La masa de la parte trasera se encuentra alejada del eje de rotación, lo que crea una pequeña velocidad angular de la parte trasera.

 

Esto provocará el mismo momento angular (por la ley de conservación) que una velocidad angular más grande en su parte delantera. Esto se debe a lo cerca que se encuentran sus patas (y la masa) del eje de rotación. En un movimiento seguido, el gato retrae las patas traseras y estira las delanteras, lo que provoca el giro, aprovechando la ley de conservación.

 

Al final, el gato se encontrará en la misma posición que al comienzo pero girado hacia el suelo.

 

Una vez de frente al suelo, el gato inicia el proceso para amortiguar la caída, algo que logra retrayendo las patas y encorvando su columna, adoptando forma de paracaídas. Según algunas investigaciones el gato es capaz de reducir la velocidad de caída a la mitad que otro cuerpo, aunque difícilmente se salvará si cae de un piso 100, pues la aceleración en caída libre sigue existiendo (todos los cuerpos al caer se aceleran 35 kilómetros por hora cada segundo, a medida que se aproximan al suelo).

 

Su excelente sistema amortiguación es la medida de seguridad final del gato, que ya está tocando el suelo. Primero lo hace con sus patas delanteras que absorben y transmiten la fuerza del impacto como un sistema elástico por el cuerpo del gato, además, lo hacen con las garras extendidas para evitar resbalones, y la espalda arqueada. De esta forma, el cuerpo distribuye la fuerza de la caída minimizando el daño.

 

Su gran estilo al caer, convierte al gato en uno de los animales con más posibilidades de sobrevivencia ante estas dificultades, tanto así que El Chombo le dedicó una canción en 2001, una de las más populares de ese año.

 

(buenafuente.info)