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Alegrarse, eso es lo primero: son miles que desde hace más de una semana están sosteniendo un acampe en la simbólica plaza de la República en París. Simbólica por el nombre -la República opera como mito aglutinador en Francia- y porque ahí fue donde se dieron las grandes movilizaciones luego de cada uno de los atentados del 2015. Si existe un lugar que reúna el espíritu de esta época es esa plaza con el monumento pintado, intervenido, homenajeado, que indica que nada será como antes.

 

Alegrarse no solamente por el hecho de que un movimiento esté naciendo en Francia, sino porque lo hace en el momento más difícil: derechización del sentido común de la población, crecimiento del partido de ultraderecha Frente Nacional, traición abierta del Partido Socialista -la conclusión de una trayectoria iniciada por Francois Mitterrand en los 80-, y una sociedad que se desencuentra cada vez más.

 

El motor de las movilizaciones fue la lucha contra el intento de reforma de la Ley de Trabajo, el telón de fondo es una crisis política, de a poco económica, y social. Algo no anda bien en Francia desde hace mucho y cae a golpes: los cimientos de la Quinta República, los treinta últimos años de neoliberalismo francés con restos de Estado de bienestar, la fase actual del capitalismo y sus coordenadas europeas.

 

Un asunto entonces que trasciende el intento de reforma de Ley del Trabajo, como fue expresado desde la primera noche en la plaza de la República: un sistema está cayendo, hay que inventar uno nuevo, con urgencia. Ese es el ánimo que desde el 31 de marzo se vive en la plaza que inventa un modo de funcionamiento abierto: comisiones de trabajo para darle forma al espacio, asambleas generales cada día a las 18 horas -que llegan a más de 3 mil personas-, y libertad de iniciativa a quienes quieran aportar actividades, materiales, debates, clases, talleres, ideas. Una dinámica que se encuentra en diálogo constante con el ciclo de movilizaciones contra la reforma que tuvo su punto de inicio el 9 de marzo. Combinar lo reivindicativo con lo general, en ese ejercicio se encuentra actualmente el movimiento que ya se instaló en más de veinte ciudades de Francia.

 

Lo general es amplio, demasiado para quienes ven en la plaza una reunión de demandas imposibles de cumplir. Se trata de un hartazgo colectivo contra una clase política formada en las mismas escuelas, la conciencia creciente que mientras las condiciones de trabajo se precarizan otros pocos ganan cada vez más millones, el proceso de homogeneización de los dos partidos que conforman el bipartidismo, los Panamá Papers, el trato hacia los refugiados, el sentimiento de haber sido traicionados por el gobierno del Partido Socialista encabezado por Francois Hollande, quien era una esperanza luego de largos años de derecha. Si la derecha no, el Partido Socialista tampoco, ¿entonces quién? No hay respuesta por ahora, existe un movimiento que se puso en marcha para darle voz al hartazgo acumulado.

 

El punto de partida organizativo y político es bajo: décadas de aletargamiento por el Estado omnipresente, retroceso y crisis de la izquierda de muchos años, ausencia de movimientos sociales por fuera de lo local, 7% de trabajadores afiliados en las centrales sindicales, y una sociedad cada vez más dividida entre un interior votando a la derecha fascista, unos suburbios marginados, y unas clases medias urbanas desencantadas.

  
 
Son estos últimos quienes dieron inicio al movimiento. Ese fue uno de los elementos más visibles de la plaza: su homogeneidad. Rota de a poco con la presencia de gente más grande -40/50/60 años- y actores provenientes del mundo del trabajo, los sindicatos, refugiados. Pero centralmente de clases medias, con la ausencia del universo de la juventud de los suburbios, parte imprescindible para pensar una transformación de la sociedad francesa.

 

Se trata del sector más golpeado: por las características de clases, de color de piel, de religión y de historia. Por qué no han acudido todavía a la plaza, por qué no nacen en esos territorios plazas como la de Republique, son algunas de las preguntas necesarias para hacerse ante su evidente ausencia. Se sabe, no es lo mismo un movimiento de protesta que se sustente y tenga su nervio en la participación de las clases populares que lo tenga sobre las capas medias: los lenguajes, posibilidades y horizontes son otros.

 

Sobre esto último todavía resulta difícil realizar pronósticos. Al escuchar las asambleas generales que se suceden día tras día existen varios elementos superpuestos: la necesidad de recuperar la política en manos de la gente, la desconfianza en todo tipo de representación -en los pocos partidos de izquierda también- la certeza de mantenerse en la plaza para seguir creciendo, la importancia de nacionalizar y llegar a más sectores sociales, y una referencia fuerte respecto al movimiento de los indignados que tuvo lugar en el territorio del Estado español.

 

Si existirá una traducción política del movimiento en el ámbito electoral no es seguro. Según algunos referentes como Frederic Lordon -uno de los pocos intelectuales presentes- ese sería un camino equivocado, al escuchar las asambleas ese parecería ser el consenso reinante. No es una pregunta menor: dentro de un año habrá elecciones presidenciales, para las cuales se prevé que el Frente Nacional llegue al ballotage.

 

Puede resultar un punto de inicio bajo partiendo de los debates que se han venido acumulando en América Latina. Pero es un punto de inicio al fin, en un país que parecía sumergido en una gran inmovilidad, bajo el impacto de los atentados, y la evidencia de que las memorias no resueltas -pisadas- del colonialismo regresan masivamente.

 

En la plaza y los días por venir que tendrán más asambleas, movilizaciones -como la sindical del sábado 9- no están todas las respuestas. Se viene de muy atrás, reaccionando a décadas de reflujo, en un escenario complejo donde, se dice, una chispa podría desencadenar nuevos episodios de violencia como en el 2005 con la quema masiva de autos en los suburbios. Lo cierto es que una parte de la población se puso en marcha y más y más gente se siente atraída, y eso es una posibilidad de mirar hacia adelante.

 

(Por: Marco Teruggi / @Marco_Teruggi)