El 9 de abril del 2002, la Cámara Venezolana de Trabajadores (CTV) -dirigida por la derecha- y la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras) llamaron a un paro general, en un intento desesperado por provocar la desestabilización del Gobierno Bolivariano, dirigido por el Comandante Hugo Chávez.

 

Esta instigación representaba el inicio de lo que poco después (el 12 de abril de 2002) sería uno de los más lamentables episodios de la historia contemporánea de Venezuela: el golpe de Estado a un Presidente legítimamente electo por la mayoría de la población y la condena a un pueblo a morir a manos de fuerzas opresoras, como la policía metropolitana (PM), administrada por el entonces alcalde Alfredo Peña, opositor al gobierno revolucionario, quienes dispararon sus balas en contra de manifestantes chavistas.

 

Pero no sólo estas instituciones, de perfil claramente de derecha, fueron las que realizaron el llamado a paro. Los principales medios de comunicación,  prensa escrita, radio y canales privados de televisión, instaban de forma incesante a acatar el paro convocado por los patronos.

 

A falta de apoyo popular, la oposición para ese momento apuntó su artillería a socavar la gobernabilidad en la nación, generar caos y conflicto, como ha sido su manera de hacer política hasta ahora, trascendiendo así toda regla democrática y apelando a acciones fascistas con el propósito de asaltar el poder legítimamente constituido.

 

Dictadura empresarial

 

Al paro se sumó un ataque aún más grave. Dos días después, el 11 de abril, los principales actores de la ultraderecha ejecutaron el golpe de Estado y se instalaron en el Palacio de Miraflores donde disolvieron los poderes públicos.

 

Al margen del marco legal, el empresario y presidente de Fedecámaras, Pedro Carmona Estanga, se autojuramentó como presidente de facto. Esta violación a los estatutos democráticos y deshonra a la voluntad democrática del pueblo venezolano, fue aplaudida y vitoreada por la oposición, que hoy en día continúan en su guerra contra la estabilidad democrática.

 

Pero la jugada no salió tal y como lo esperaban. Solo horas después, el pueblo se volcó a las calles y con resistencia heroica y el apoyo de la Fuerza Armada, exigieron el retorno de su único líder: Hugo Chávez.

 

El enemigo no cesa

 

Ya han pasado 14 años desde este acontecimiento y aún la ultraderecha, con el financiamiento internacional, no ha cesado ni un segundo en su guerra en contra de la democracia venezolana.

 

Desde que triunfó la Revolución Bolivariana, la oposición se ha valido de una serie de mecanismos inescrupulosos para hacerse nuevamente con el poder que ostentó durante 40 años y con el cual gobernó solo para un sector específico de la población.

 

Actualmente los esfuerzos por la desestabilización y derrocamiento del gobierno del Presidente Nicolás Maduro han ido desde una acérrima guerra económica en contra del pueblo hasta un golpe de Estado continuado que se estableció desde el pasado febrero de 2014, cuando la oposición planteó el plan “la salida”,  a partir de la cual se generaron hechos violentos que produjeron la muerte de 43 venezolanos, más de 800 heridos y 20 mil millones de bolívares en pérdidas económicas.

 

Ante cada uno de estos ataques, un pueblo firme y leal se ha mantenido en pie enfrentando a los enemigos de la paz del país y dispuesto a defender la Revolución Bolivariana.

 

(VTV)

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