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Hablar con Juan José Bautista Segales no supone el ejercicio terrible de quien va a consultar a un especialista: se trata de un hombre tranquilo, observador, con un vasto arsenal de conocimiento dispuesto para el análisis de la realidad. Filósofo, Sociólogo, Doctor en Estudios Latinoamericanos, es un connotado pensador en Bolivia y reconocido en otros países del continente. El año pasado obtuvo el X Premio Libertado al Pensamiento Crítico, con su obra ¿Qué significa pensar desde América Latina? y este 12 de abril recibió formalmente el reconocimiento de manos del vicepresidente de la república, Aristóbulo Istúriz.

 
Su preocupación, como la de otros grandes intelectuales del momento, es brindar un panorama claro de la realidad al pueblo, ofrecer herramientas eficaces a los sujetos que pueden y están llamados a transformar la realidad de nuestros países. Se trata de quienes están labrando la tierra, construyendo edificios, produciendo saber de variados matices, atendiendo las áreas más diversas de vida en su praxis cotidiana, a donde el filósofo va, ya no como guía, sino como aprendiz.

 
– ¿Por qué la filosofía? ¿Qué tienen que decir los filósofos en América Latina? ¿De que se trata la labor crítica hoy día y hacia dónde apunta?

 
“Es un trabajo similar al de Marx, de mucho compromiso. Al tipo de pensamiento que nosotros trabajamos le llamamos ético-crítico o crítico-ético. Aquí lo ético no quiere decir que es bueno -por eso el contenido crítico-, es crítico de un tipo de bondad, que es el concepto de bondad que ha impuesto la modernidad. En este sentido, una actitud profesional es buena cuando es exitosa, y es exitosa cuando da buen dinero: pero quien tiene este tipo de pretensión, tiene una pretensión profesional pero no necesariamente ética. Entonces aquí la pretensión es ética porque es de justicia y se percata desde el principio de que hay una ecuación perversa en la producción de conocimiento: un tipo de conocimiento que la hegemonía justifica porque cierto grupo de gente tipo ha sido, es y seguirá siendo pobre, ignorante, miserable , despreciado; y otro tipo de gente va a seguir siendo rico, acomodado, disfrutando del poder, los mejores aviones, hoteles, etc. Entonces uno se pregunta el por qué de todo esto. La respuesta es ético-crítica, porque lo primero que hace no es juzgar en el sentido de señalar con el dedo, sino que lo primero que intenta hacer siempre es entender: no juzgar sino entender, y por eso se hacen preguntas de modo sistemático”, argumenta Bautista.

 
Se trata de un ejercicio de revisión, de diagnóstico, a través del cual se desdeña aceptar lo dado, ahondando en ello para obtener respuestas más profundas. El compromiso es con la justicia, y por ello debe cuestionar las formas en las que se da el conocimiento. Para el filósofo boliviano es claro que los resultados de esta indagación revelan muchos de las debilidades del conocimiento secular, el que reniega de la filosofía cotidiana dándole preeminencia a la tradición filosófica establecida en la academia. Si el compromiso es real, hacia esos nudos debe apuntar el filósofo, y en este sentido, su crítica debe generar dudas.

 
“Cuando uno se hace preguntas de modo sistemático, lo primero producido no son resultados del conocimiento, son grandes dudas, y estas dudas ponen en crisis el conocimiento de la academia. Por eso es que la academia tiene cualquier cantidad de canales para poder excluir este tipo de ocupaciones. Para poder mantenerse al interior de esto uno necesita mucho compromiso, uno tiene que creer que lo que está haciendo tiene sentido, tiene que creer de verdad y por eso empeña la vida: una persona que no tiene un compromiso a la primera se rinde. Cuando uno no tiene pretensión de justicia lo primero que se fija es en el bienestar individual, uno trata de acomodarse al status quo. Pero cuando uno tiene una pretensión de justicia tiene que saber desde el principio que el status quo no va a permitir que el tipo de pensamiento que uno trabajo pueda ingresar. Por eso uno debe tener un profundo compromiso ético y de justicia para poder mantenerse en esto. Y eso es antes, eso no surge de la filosofía, eso es antes de la ocupación filosófica. Eso es lo que pone el investigador: en ese sentido nosotros decimos que el fundamento está fuera: la ciencia y la filosofía vienen después y la justificación argumentativa la damos después nosotros, pero la intencionalidad la ponemos desde el principio. Después de 20 o 30 años es que se ven los resultados, como Marx, no es inmediato”, asegura.

 
– Pero, si se trata de una labor a contracorriente, ¿Cómo se concreta? ¿De qué manera la filosofía Crítica aporta realmente frente al pensamiento hegemónico?

 
“Lo primero que hay que hacer es apropiarse del modo más sustancioso posible del lenguaje de la dominación. Uno tiene que conocerlo a fondo, solamente conociendo a fondo uno puede mostrar la contradicción en la que este tipo de lenguaje cae, y puede mostrar la pertinencia de lo nuevo, de lo contrario es imposible, por eso lo hacemos siempre en diálogo. Por ejemplo, yo estuve trabajando mucho tiempo Hegel, y aunque a mí no me interesaba ser hegeliano -yo soy antihegeliano- es el gran pensador de la modernidad, y tengo que pensarlo a fondo para saber por qué su argumentación es falaz. Es tan sofisticada su fundamentación que hasta muchos marxistas se han vuelto hegelianos, han hegelianizado a Marx por así decirlo, porque es muy sofisticado. Hegel es un genio. Gracias a esos genios se sostiene la filosofía moderna, Heidegger o Kant no son cualquier tonto, Nietszche, son gente muy inteligente, muy culta, muy formada”. Inmediatamente, expresa la novedad de este ejercicio filosófico: cuando el sujeto no solo parte de sí mismo o de lo dado por la tradición, sino que hace que ambos pensamientos dialoguen: “Por eso uno tiene que ponerse a esa altura y más, no basta con partir de lo propio: si uno parte de lo propio se torna ininteligible, la única forma que eso sea inteligible es poniéndolo en diálogo con los grandes maestros y pensadores. Está también un poco el caso de Heidegger, yo me apropio de su pregunta, pero no del contenido de su pregunta, y por eso la respuesta es otra”.

 
Así, es necesario que quien produce conocimiento se preocupe por saber claramente a quién se dirige, pues de otra manera, puede volverse un ejercicio estéril. Una vez que se inicia la senda de la crítica, es necesario un sentido claro al discurso, de manera que quien deba apropiarse de él, no encuentre solamente oscuridad en los dispositivos de pensamiento que construye el intelectual. No es una labor hedonista ni diletante, sino una necesidad para el desarrollo de la región, solo posible de la mano del pueblo. El conocimiento debe ser un instrumento al servicio de la gente, no un mecanismo de dominación y sumisión.

 
“En el caso nuestro, lo que nosotros hemos hecho desde el principio es trabajar con el pueblo, no con la academia. Todo este trabajo, si bien se expresa académicamente, es fruto de haber trabajado con el pueblo, con muchos grupos de base, en seminarios, en los cuales hemos tratado de discutir problemas. Uno tiene que tener claro cuando produce pensamiento crítico para quién lo está produciendo. En el caso nuestro, inmediatamente decimos: no es para la academia, porque el problema no es que se transforme la academia, el problema es que se transforme la realidad y quien transforma la realidad es el pueblo: el problema es trabajar con el pueblo”, afirma, aunque inmediatamente reconoce lo difícil de esta labor que, como avisó al principio, es decepcionante sin un verdadero compromiso: “al principio muy pocos a uno lo escuchan pero en la medida en que avanza el conocimiento, en la medida que se torna pertinente, en la medida en que el pueblo se reconoce en este tipo de conocimientos, se van abriendo espacios, uno ya no tiene que buscarlos sino que lo buscan a un, necesitamos este curso, queremos este seminario, queremos esta metodología y así sucesivamente, y se van abriendo espacios”.

 
Bautista relata cómo fue que su libro ¿Qué significa pensar desde América Latina? Terminó siendo merecedor del premio Libertador al Pensamiento Crítico, y cuenta con sagacidad la ayuda del intelectual puertorriqueño Ramón Grosfoguel para ir más allá de las fronteras bolivianas. El resultado: un valiosísimo aporte al camino decolonial, al despertar de la conciencia latinoamericana y un premio sumamente merecido a la labor intelectual dedicada y sobre todo, comprometida.

 
“Por ejemplo, yo no busqué publicar mi libro en AKAL (una editorial española), yo publicaba todo en Bolivia, ¿Por qué? Pues es un pensamiento que surge en Bolivia y se difunde y se agotan todos -todos mis libros están agotados, ya voy por el décimo-, entonces Ramón se entera, me invita. Pero, ¿Por qué me invita? Porque se da cuenta que hay algo nuevo, porque no solamente es el discurso de la academia, sino en discusión con los grupos de base. Esto quiere decir que cuando es consistente el trabajo, el resultado del trabajo es el que abre el camino, no uno mismo, esto se fue dando poco a poco”, sentencia con tranquilidad. No se trata de una afirmación autoindulgente ni de satisfacción, sino de realización del compromiso con el que partió al inicio, gracias al cual consiguió esa consistencia.

 

– Finalmente, ¿Qué importancia tiene para el pensamiento crítico como acervo filosófico de los pueblos este tipo de reconocimientos como el que usted recibe? ¿Sirve de algo en esta lucha el premio Libertador al Pensamiento Crítico?

 

“Se trata de abrir espacios. Por ejemplo, la primera persona que recibió el premio Libertador al Pensamiento Crítico fue Frantz Hinkelamert, y la obra de Frantz es increíble, -siempre lo digo, donde puedo, cuando puedo-, él es el Marx de este tiempo, y ha publicado más de 26 libros y ha sido premiado por el Pensamiento Crítico Libertado, ¿Cuánta gente conoce, de los críticos, de los de izquierda a Hinkelamert? Muy pocos, de los pocos que lo conocen, ¿Cuántos lo han trabajado? Mucho menos, ¿Por qué? Por un lado, como es el Marx de este tiempo su pensamiento es muy complejo, muy denso, no es fácil, no es un librito que uno pueda llevarse el fin de semana y despacharlo, no: es una obra muy densa, muy compleja; y paralelamente tiene una pésima difusión. Paralelamente el sistema se las ingenia para excluir este tipo de pensamiento. En las reuniones académicas tradicionales esto pasa desapercibido, e incluso hacia el interior nuestro, de América Latina, eso hay que romperlo. Por ejemplo, el año pasado estuve en una reunión de científicos sociales latinoamericanos, aunque no diré cual, -se dice el pecado no el pecador-, el formato es exactamente el formato que tienes en las academias del primer mundo, en las cuales no se discute nada, lo único que se hace es cumplir formalmente con la asistencia y participación en este tipo de eventos y nada más ¿Allí hay procesos de conocimiento? No, porque están hechos justamente para que no se conozcan, es el formato de las academias del primer mundo, hay que cumplir formalmente el tipo de exigencias y con eso justifican sus actividades correspondientes en sus instituciones académicas y ya, como si no pasara nada”, relata.

 

Es por ello que los intelectuales y pensadores latinoamericanos instalados en estas instancias e instituciones del conocimiento no atienden a pensamientos complejos, autores que ahonden en lo más profundo del conocimiento académico actual. Para eso se requiere compromiso: “por eso, a este tipo de gente le resulta problemático ponerse a trabajar algo que es tan difícil y que inmediatamente no brinda réditos: otra vez, se trata de tener compromiso. Hay gente con compromiso ¿Que no tiene espacio? Este tipo de premios sirven para ir abriendo eso, yo digo, el el premio Libertador al Pensamiento Crítico equivale a un Nobel en el ámbito del pensamiento crítico, pero ¿Cuánta difusión tiene? Escasa, no la difusión necesaria y la academia standard se las ingenia para desaparecer todo esto, es tarea nuestra hacer que eso no suceda”, concluyó.

 

Para el filósofo boliviano tiene un valor fundamental el compromiso con el que intelectual asume su labor, pues de otra manera, su pensamiento deja de estar ligado a la justicia, a la ética, y se limita a reproducir una y otra vez las categorías, estructuras y métodos del pensamiento hegemónico, ese que es necesario criticar para construir un futuro promisorio para la región.

 

(Nota de Prensa)