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Además de los regalos, el pan de jamón y los aguinaldos, la venezolana viene con una tradición bastante particular: los cerdos -o, como les dicen acá, los “cochinitos navideños”- en las estanterías de los comercios.

 

Cada diciembre, los venezolanos que reciben gente en su establecimiento -un parqueadero, un restaurante o una librería- ponen un cerdito a manera de alcancía para que la gente dé el respectivo aguinaldo a quien atiende.

 

Los hay parados en dos patas o en cuatro. Disfrazados de Batman, mujer andina o nerd. También los pintan con colores de un equipo de béisbol o escriben mensajes como “tengo hambre, lléname de bolívares”. Algunos suenan cuando les ponen dinero. Y no falta el que le pinta una nariz de cochino a una botella de plástico y, sin más, pide plata sin escrúpulos.

 

Durante los últimos años, además, los cochinos navideños han llegado con fuerza a las redes sociales, donde cientos de venezolanos con los hashtags #temporadadecochinos y, este año, #temporadadecochinos2014 comparten fotos de los cochinitos más coloridos que se encuentran en su día a día.

 

Incluso, la Escuela Foto Arte de Caracas tiene hace cuatro años un concurso que premia -con un curso de fotografía- a la foto con el cerdo más divertido.

 

Según la directora de la escuela, Arlette Montilla, el año pasado recibieron más de 400 fotografías.

 

De dónde viene

El antropólogo Rodrigo Navarrete, hoy jefe del departamento de arqueología y antropología histórica de la Universidad Central de Venezuela, ha estudiado el fenómeno de los cochinitos navideños como parte de su trabajo académico.

 

Según él, la tradición de ponerlos en los comercios no tiene más de 30 años, y disfrazarlos es cuestión de los últimos cinco.

 

“Esta es una tradición que genera mecanismos de redistribución del capital y lazos de comunicación, amistad y solidaridad entre la gente”, le dice a BBC Mundo.

 

“En Venezuela, históricamente, los aguinaldos siempre han sido un elemento muy significativo del fin del año, y la gente siente la obligación tanto de recibirlos como de darlos”, explica.

 

Por eso, dice, el venezolano no siente tapujo para pedir en un establecimiento comercial lo que le sobra a la gente de su bono navideño.

 

Navarrete añade que la cada vez más rimbombante decoración es una forma de cortejo: “Entre más personalices el cochino, más llama la atención y más plata le meten”.

 

Del siglo XVIII

La tradición de ahorrar en una alcancía con forma de cerdo viene de la Inglaterradel siglo XVIII, cuando los primeros bancos formales se crearon.

 

Los dueños de éstos eran cercanos a los productores de porcelana, una industria también en auge en ese entonces.

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En el inglés, la palabra “pig” se refiere a dos cosas: el cochino y la cerámica.

 

El cochino mira con ojos de cordero degollado.

La gente solía guardar sus monedas en recipientes de cerámica, y en un estilo de fusión de los dos conceptos, los bancos comenzaron a regalar alcancías de cerámica o porcelana en forma de cerdo.

 

“Las alcancías romanas eran abiertas, pero con la llegada de conceptos como la propiedad privada durante la revolución industrial surgió la necesidad de las alcancías cerradas“, explica Navarrete.

 

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