Camino a Maicao, en una de las trochas por las que se puede llegar a este mercado a cielo abierto del Departamento Guajira, de Colombia, las pimpinas llenas de combustible se ven en los patios de las rancherías.

 

Al cruzar Guana, último punto hasta el que permiten el paso de vehículos y al que se llega tomando transporte desde Carrasquero, en Mara, la vida gira en torno al contrabando procedente de Venezuela.

 

En los terrenos de la Guajira colombiana no hay ganado, ni siembras, en su lugar, hay pipas amontonadas y cisternas dispuestas en hileras para depositar el combustible comprado en el país que dispone de la gasolina y diesel más baratos del mundo, aún con el ajuste hecho desde el  19 de febrero de 2016. Tras 10 años de precios congelados,  el carburante de 91  fue incrementado a  1  bolívar el litro, mientras que la gasolina de  95 octanos fue fijada en 6 bolívares.

 

En las estaciones de servicio de  Colombia un galón  (3,7 litros) de la gasolina más barata  se cotiza en 7 mil pesos en promedio, unos 2.400 bolívares. El diferencial cambiario  y los precios subsidiados en Venezuela han hecho del  ilícito un “monstruo”. 

 

La frontera fue cerrada desde el  pasado 21 de agosto de 2015 luego de que tres militares y un civil resultaran heridos  al ser emboscados por contrabandistas en San Antonio, fronteriza con el Departamento Santander.

 

 La medida —ordenada por el Presidente de la República para atacar el contrabando, las mafias y los grupos paramilitares—  fue extendida al resto de los estados de frontera, y en Zulia está vigente desde el 8 de septiembre, en 10 de los 21 municipios. 

 

 “Hay mucho dinero de por medio, incluso mafias paramilitares poniendo capital (…) Pasan camiones, más que todo de  noche, bastante tarde”, narra una comerciante wayuu que ve pasar a los “bachaqueros” frente a su casa todos los días. 

 

Además de las pérdidas económicas para el Estado venezolano, el contrabando de gasolina deja huellas en la sociedad. La desersión escolar es común. 

 

“Tengo alumnos que me dicen ‘maestra no vine a clases porque estaba trabajando con la gasolina’, la mayoría abandona los estudios porque se acostumbra a manejar dinero”, expresa una maestra de Santa Cruz, en  Mara.

 

Contrario al estereotipo, no todos en la Guajira son ‘bachaqueros’. “Muchos no estamos de acuerdo con  el daño que le hace el contrabando a nuestro pueblo wayuu. Hasta meten a nuestras ‘majayura’ (señoritas) al bachaqueo de gasolina, cambian hasta su forma de vestir para captar clientes”. 

 

(Panorama)

cuadro-nacho.jpg

a1.jpg

a2.jpg

a3.jpg

a4.jpg

a5.jpg