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De una humilde vivienda en construcción, donde varios ladrillos secan al sol y decenas de mazorcas esperan a ser desgranadas, aparece un anciana mujer. Sus arrugas cuentan más de siete décadas y su mirada permanece fija e interrogante. Su nombre es Ntamwell Chacha, su marido murió hace más de 30 años y también sus dos únicos hijos varones.

 

Pero la viuda no vive sola. Al poseer una buena casa y un pequeño terreno, Chacha no quería perder su patrimonio, por eso hace 15 años decidió casarse con una mujer más joven que le diera hijos que pudieran heredar sus tierras. Desde entonces ambas viven con tres hijos en armonía. «Fue ella la que me propuso que nos casáramos», cuenta a Crónica mientras vigila que el benjamín de su prole no salga de la propiedad.

 

Estamos en una recóndita aldea en el norte de Tanzania llamada Tarime, en la región de los Mara. Es la tierra de la tribu de los kurya. Entre sus tradiciones, defienden la circuncisión femenina y son capaces de argumentar estoicamente el por qué. Aunque no es esa costumbre la que nos conduce a ellos sino una de las tradiciones más singulares que se puedan encontrar en el África subsahariana: el matrimonio entre mujeres, las llamadas Nyumba Ntobhu.

 

Antes de llegar a la humilde casa en construcción, el alcalde del lugar y un grupo de sabios reunido a su alrededor quiso allanarnos el camino. Despejar dudas y malentendidos: «No hay nada sexual en estos matrimonios. No existen las mujeres lesbianas aquí. Y si hay, son muy pocas, no es como en Europa». La rotunda afirmación corta en seco cualquier inmersión más profunda en el tema. No obstante el traductor interviene para preguntar el por qué de las bodas entre mujeres. «Los kurya», explica en swahili el alcalde, Chales Kisegue, «permiten que las mujeres casadas que no han sido capaces de engendrar un varón puedan casarse con otras mujeres previo pago a su familia y éstas a cambio les darían los hijos varones que engendraran». Como un vientre de alquiler, pero con un propósito específico: heredar las tierras familiares, un derecho reservado a los hombres.

 

Más preguntas aparecen sobre la mesa ¿A cambio de qué? ¿Qué gana esta segunda mujer? «En cuanto la esposa da a luz un varón, forma parte de la familia, que le da cobijo y protección. Puede participar en su crianza, aunque los padres oficiales serán el matrimonio principal». A su vez, la esposa también puede contraer matrimonio con otro hombre, pero si tiene un hijo varón se lo tiene que dar a la pareja que pagó por su casamiento.

 

Tras una reflexión para aclarar conceptos y porqués, surgen más incógnitas. ¿Por qué no es el marido el que elige a la mujer y se casa con ella, como hacen otras tribus africanas o el islam? «Porque el marido tendría que pagar más dinero para casarse con otra mujer; además, él nunca tiene relaciones con ella, la primera mujer no lo permitiría», dice el cuarto interlocutor sentado a la mesa, uno de los sabios de la tribu. «De hecho, es ella misma quien elige a su esposa y a los futuros padres de los hijos, dejando claro que al marido no se le puede acercar».

 

Entre risas los sabios cargan de firmes sentencias sus alegatos y aseguran que las mujeres que deciden casarse con otra fémina siempre están casadas previamente con un hombre, algo que no necesariamente se cumple. «Hay mucha gente en esta situación, la mayoría de las mujeres acepta casarse con otras mujeres para tener una mejor vida, que de otra manera no tendrían. El problema a veces es que los niños están un poco confusos sobre sus lazos familiares, ya que al vivir en la misma aldea al final todo el mundo se conoce», vuelve a intervenir el alcalde.

 

La charla ha sido satisfactoria para todos. Un apretón de manos y unas fotos de grupo para cerrar esta inusual reunión mientras la comitiva abandona la casa seguida por cuatro niños medio desnudos y algunas gallinas. Es entonces cuando el alcalde nos conduce de manera hospitalaria a la casa de un matrimonio de Nyumba Ntobhu. Y encontramos a la anciana viuda de las arrugas.

 

«No hay marido por ninguna parte», traduce el intérprete rompiendo con el argumento de la necesidad de un hombre para que dos mujeres tengan permiso para casarse. «A día de hoy, se permite que las mujeres mayores que están viudas y sin descendencia puedan casarse con mujeres más jóvenes que les proporcionen hijos, a los que ellas llaman nietos», matiza. Las Nyumba Ntobhu (mujeres casadas con mujeres) son recelosas de su intimidad, ya que el gobierno no ve con buenos ojos esta tradición de enlaces entre personas del mismo sexo, aunque sí las permite. Ntamwell no deja de alabar la ayuda y apoyo que supone para ella su esposa: «Sin ella estaría completamente sola».

 

Las risas de la joven

 

A escasos metros se divisa una hilera de estudiantes corretear hacia sus casas tras el final de las clases. Entre ellos están sus otros dos hijos, de nueve y cinco años.

 

Desde el otro lado de la calle, su mujer regresa de una mañana de trabajo con un barreño cargado de fruta en la cabeza. Una estampa propiamente africana. Se ríe al ver al curioso comité de bienvenida que la aguarda al llegar a su casa. Su nombre es Ester Mwita Chacha y tiene 34 años. Contagiada por las risas de todos los curiosos, y animada por Ntamwell, accede a hablar no sin esconder cierta timidez en su rostro y el tono de su voz. «La ventaja de casarte con otra mujer es que nos ayudamos en las tareas de la casa y cuando alguna está enferma. Estamos muy bien así, no necesitamos a nadie más».

 

Ambas mujeres han relegado a un término completamente secundario la figura del hombre. Cada uno de los menores tiene un padre distinto y dicen no tener relación con ninguno de ellos. «Los hombres pueden ser violentos, preferimos estar nosotras solas», explican dejando entrever otra determinante razón para estospintorescos matrimonios de conveniencia.

 

(elmundo.es)