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Aseo: Antes de practicarlo, es necesario  vaciar tus intestinos y luego darte una ducha y lavar a conciencia el área con jabón antibacterial. En esa zona hay menos lubricación y el agujero es menos elástico, por lo que estás más expuesta a sufrir  desgarros. Mantener esta zona lo más limpio posible te ayudará a prevenir infecciones.

 

Relajación: Es necesario tomar las cosas con calma y tomarte el tiempo necesario para relajarte. Es válido usar cualquier instrumento que ayude en este proceso, incluidas velas aromáticas, apagar luces, usar lubricantes, una sesión de masajes, una copa de vino, etc.

 

Protección: El sexo anal implica un mayor riesgo de transmisión de enfermedades sexuales que las relaciones por la vía normal. Los condones ofrecen protección, aunque son más propensos a romperse o salirse, por lo que esta forma de relaciones es más riesgosa a menos que ambas partes estén absolutamente libres de enfermedades. Esos pequeños desgarros que se pueden producir durante el acto facilitan el contagio de cualquier enfermedad que tu pareja pudiera tener ya que hay acceso directo a tu torrente sanguíneo. A menos que estés en una relación monógama y tengas la seguridad absoluta de que tu pareja está libre de cualquier enfermedad deberías usar condón.

 

Excitación: Si estamos excitados, nuestra libido sube y  también nuestras ganas de experimentar cosas nuevas. Es necesario, que ambos estén excitados para que las cosas fluyan y la experiencia sea buena. El juego previo es fundamental  ya que la excitación ayudará a  la dilatación de esta zona, pues al estar tenso tiende a cerrarse.

 

Lubricación: Esta zona no fue diseñada para ser penetrada, y si no se toman las medidas necesarias  pueden haber desgarres, por eso es esencial utilizar lubricante para ayudar a mantener protegida esta zona. Los expertos recomiendan usar lubricantes a base de agua o silicona.

 

(sexlecciones.com)