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No hace falta tener un detector de matrices de opinión de alta tecnología ni de última generación para captar la más reciente invención de la prensa canalla. Se resumen en tres palabras que se repiten como una letanía: protestas por comida.

 

Ponga usted la frase (entre comillas para más precisión) en el buscador Google y este le dará de inmediato una lista de decenas de miles de menciones en páginas web de medios impresos, portales digitales, redes sociales y demás armas del arsenal cibernético. La inmensa mayoría de esas menciones (al menos, las más recientes) corresponden a Venezuela.

 

“Protestas por comida” no es una simple y espontánea expresión. Es un artefacto comunicacional muy bien pensado. No nos quedemos en la superficie, analicemos:

 

Abono para la matriz de crisis humanitaria. La denominación, que ha sido acogida por todos los medios opositores como una especie de santo y seña, lleva agua al molino de quienes vienen postulando la tesis de que Venezuela está en una crisis humanitaria. Al titular recurrentemente con la frase “protestas por comida” se genera en el inconsciente colectivo una imagen similar a las de las masas hambrientas generadas por las guerras imperiales y las invasiones en África. Es el combustible perfecto para quienes, desde hace meses, tienen planes para intervenir “humanitariamente” en Venezuela, supuestamente para traernos agua y alimentos a sus habitantes.

 

Legitimación de cualquier protesta. El ritornello “protestas por comida” le otorga un amplio margen de juego al ala pirómana de la oposición para poner de nuevo a sus grupos violentos en escena. Los estrategas opositores se han convencido (tardaron, pero lo hicieron) de que las protestas por supuestos presos políticos o para exigir el revocatorio no dan resultados, salvo en las pequeñas jaurías de perros rabiosos. Pero si la protesta tiene una motivación tan legítima como lo es el derecho de toda persona a meterse algo en el estómago, se convierte en un acto justo y heroico. De esta manera, si alguno de los cabecillas locales de uno de estos disturbios llega a caer en manos de las autoridades, de inmediato la prensa se referirá a él como “el joven detenido en una protesta por comida”.

 

Mecanismo para retroalimentar la agitación. Por supuesto que asumir la  denominación única “protestas por comida” en todos los medios contrarrevolucionarios del país no sólo sirve para proyectar la imagen de un gobierno en fase terminal y de un país al borde de la hambruna, sino también para retroalimentar los desórdenes. En ese sentido es una labor coordinada con los sectores virulentos que están haciendo el trabajo sucio en las calles. El objetivo es causar contagio, que los tumultos que puedan detonarse en pequeños focos se extiendan por diversas zonas de las grandes ciudades del país hasta configurar el viejo sueño de la derecha de propiciar una situación generalizada de insubordinación.

 

Satanizar a los CLAP. Otro propósito perverso de la campaña mediática es ejecutar una nueva operación de satanización de formas de organización popular, similar a la que ya realizaron contra los Círculos Bolivarianos y contra cualquier ente que use el nombre de colectivo. En este caso, los que están en la mira son los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que exitosamente han venido consolidándose en todo el país. Los artífices de la guerra económica saben que si esa iniciativa cristaliza y llega a tener alcance nacional, podría revertirse completamente la situación de escasez artificial y precios súper-especulativos. Por eso se han dedicado a atacarlos a fondo. En el caso específico de la matriz de “protestas por comida”, varios medios han publicado versiones según las cuales los causantes de las perturbaciones en las colas han sido los CLAP. De acuerdo con ese malicioso enfoque, el pueblo rechaza los CLAP y prefiere las gigantescas colas ante los automercados. Al culpar a los integrantes de los CLAP, además, desvían la atención de los promotores del caos, que son organizaciones bien conocidas de la alianza opositora.

 

Por supuesto que toda esta vil maniobra no es nada fácil de desmontar, entre otras razones porque se apoya sobre una base real: el descontento generalizado por las enormes dificultades que enfrenta la gente para adquirir los bienes esenciales e, incluso, otros que no lo son. Cualquier persona que haya estado durante horas en una cola, muchas veces sin poder comprar lo que buscaba, tiende a justificar ampliamente cualquier desmadre. A fin de cuentas, la prensa y las redes no dirán que fue un saqueo o una guarimba, sino una dramática y espeluznante “protesta por comida”.

 

(Clodovaldo Hernández / [email protected])