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El amanecer en la vida de Miriam Centeno llega más temprano desde hace siete meses. Su despertar es, desde entonces, forzado por gritos, órdenes, carcajadas y contraórdenes que desde las tres de la mañana se apoderan de diferentes áreas del norte de la avenida Baralt, céntrica arteria de Caracas en la que coexisten diversos establecimientos comerciales.

 

La venta de alimentos y productos en general dan vida a la razón comercial de los locales que desde hace ese tiempo -afirma Miriam- son centro de visitas diarias de hombres y mujeres por igual. Cada uno de ellos, con su estilo y su accionar, otorgó a la palabra “bachaquero” una fuerte carga de terror en algunos casos y rechazo social, en otros.

 

“A esa hora los escuchas llegar, los oyes gritar…el bochinche, la cosa. Como el centro es una zona poco poblada, al inicio pensábamos que eran trabajadores de los ministerios que están cerca y que madrugaban para asegurar la compra pero después vimos que no, que siempre son las mismas caras que incluso se ponen agresivos cuando se te colean”, indicó.

 

-¿De lunes a viernes- le preguntamos antes de escucharle decir que sí, “aunque últimamente también están viniendo los fines de semana”.

 

Ha identificado, junto a las y los venezolanos dedicados a esta terrible dinámica, a colombianos y peruanos que pernoctan en pensiones ubicadas en los linderos de la parroquia La Pastora, lo que la lleva a creer que en algunos casos el bachaqueo en su sector va más allá de la decisión de ciertas individualidades. “Yo creo que alguien los puede estar utilizando. Actúan como si fuera un trabajo. Los ves que llegan, llevan su silla, su almuerzo y aunque no haya nada que comprar se quedan ahí hasta las cinco o seis de la tarde para después regresar a las pensiones”.

 

Cubrir sus necesidades en el sector le resulta cada vez menos fácil, pues, a la arremetida del bachaqueo se suma otro factor que disminuye la banda de acceso a determinados productos, puesto que “hay quienes decidieron dejar de vender productos regulados, para evitarse esos problemas”.

 

Su capacidad de asombro ha sido sometida a prueba en varias oportunidades. Una las más amargas fue la del capítulo protagonizada por una inspectora de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos, Sundde.

 

“Parecía la jefa de los bachaqueros en La Pastora. Les decía ‘tú vas a ponerte aquí, tú alla’”. Lamenta aún no tener prueba alguna para demostrar haber presenciado ese instante.

 

Le desagrada que parte de sus vecinos no sea optimista con los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, CLAP. Para ella, se trata de una figura que representa “efectivamente la alternativa” ante el acaparamiento y la especulación.

 

Mientras tanto, como dice que ocurre desde hace siete meses, “el centro es una zona castigada por bachaqueros”.

 

Admite que la Baralt no fue víctima, como otras avenidas de la metrópoli, de las tensiones y rumores que alteraron los ánimos de la ciudadanía el jueves dos de junio, cuando desde tempranas horas se bajaron las santamarías ante voces que presagiaban desórdenes.

 

Empero, sí observó muy cerca de abastos, bodegas y farmacias, a las mismas caras que desde hace siete meses madrugan lanzando gritos, órdenes, carcajadas y contraórdenes propias del bachaqueo.

 

(latabla.com)