La ex fiscal general Luisa Ortega Díaz se ha convertido en un personaje que necesita de la figuración pública de una manera casi obsesiva. Cada cierto tiempo intenta generar un nuevo escándalo para que los medios de comunicación nacionales y extranjeros que la denominan “fiscal general en el exilio” tengan una excusa para mencionarla.

 

El problema es que todas las versiones de la historia reciente que plantea Ortega Díaz tropiezan con la misma pregunta: ¿por qué no actuó ni denunció cuando presuntamente ocurrieron los hechos y ella tenía el poder para hacerlo?

 

En su último intento de alborotar el ambiente político, afirmó en una entrevista que siempre tuvo dudas acerca de la verdadera fecha de la muerte del comandante Hugo Chávez. Según ella, Diosdado Cabello le informó que el fallecimiento se produjo el 28 de diciembre de 2012, aunque luego se retractó.

 

En esos días, la entonces jefa del Ministerio Público no hizo nada al respecto, aunque era un asunto de interés legal, pues de haber ocurrido en esa fecha, hubiese sido obligatorio realizar nuevas elecciones en el mes de enero y no habría asumido el cargo el vicepresidente Nicolás Maduro, sino el presidente de la Asamblea Nacional, posición que entonces ocupaba el diputado Cabello.

 

En lugar de propiciar una averiguación al respecto o de plantear el tema públicamente, Ortega Díaz respaldó con sus acciones el hecho de que el comandante falleció el 5 de marzo. ¿Si no, por qué estuvo presente –con expresiones de intenso dolor– en el funeral realizado en la Universidad Militar Bolivariana? ¿Se prestó a una farsa?

 

En una de las muchas gráficas de esos días se observa a Ortega Díaz frente al féretro, justo en el momento en que le rendía honores el entonces presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. Por cierto, a su lado se encontraba la ex defensora del Pueblo Gabriela Ramírez, quien también hizo tienda aparte del gobierno y ha asumido posturas denunciantes.

 

Controversias silentes

 

En su reciente intento de volver a colocarse en la cresta de la ola informativa, Ortega Díaz da a entender que desde esos días del fallecimiento de Chávez, ella tuvo controversias intensas con el presidente Maduro y con el diputado Cabello. Pero cuando Maduro tomó posesión de la presidencia, luego de las elecciones sobrevenidas de abril de 2013, ella estuvo en el presídium del acto solemne en la Asamblea Nacional, toda vez que era presidenta del Poder Ciudadano.

 

Todo parece indicar que sus controversias eran silentes o que se tragaba sus objeciones para mantenerse en el cargo.

 

El tremendismo adictivo


Al margen de las versiones que recrean su participación en el acontecer nacional reciente, Ortega Díaz parece haberse hecho adicta al tremendismo mediático y para satisfacerlo ha decidido incursionar en el popular deporte del chisme político.

 

En la entrevista se dedicó a competir en el propio terreno de la periodista (Sebastiana Barráez) al mostrar sus dotes para el cotilleo de los altos círculos de poder. Reveló sus supuestas conversaciones con Diosdado Cabello en las que este le aseguraba que sería candidato presidencial en 2018; y hasta contó un extraño episodio que habría ocurrido en su propia habitación (a de ella) con el actual ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, en el que este, aparte de presionarla políticamente, ironizaba sobre las capacidades limitadas del presidente Maduro. Para completar la faena, cuestionó la estabilidad mental de la vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez.

 

Y, por supuesto, no podía faltar un poco del ingrediente de la denuncia de una violación de la libertad de expresión: los medios que hicieron comparsa de la entrevista acusaron al gobierno de censurar la página donde se publicó originalmente.

 

(LaIguana.TV)