El año pasado fueron asesinados 176 líderes sociales en Colombia. Casi todos esos crímenes se conservan impunes, ni la policía ni los tribunales se interesaron en investigar ni en encontrar a los responsables. Tampoco eran destacados como noticias importantes en los medios de comunicación. En lo que se ha venido llamando comunidad internacional fue motivo para eventual preocupación, alguna declaración deplorándolos.
 
 
 
¿Y qué ha pasado este año, cuando eligieron a un presidente ultra derechista, uribista, que en breve debe asumir el poder? Pues el promedio de asesinatos de líderes sociales ha subido. Desde enero hasta el 15 de julio han sido muertos 138 dirigentes sociales. A ese ritmo habrán sido asesinados cuando termine el año 2018 más de 200, cifra muy superior a la de cualquier año anterior después de la firma de los acuerdos de paz.
 
 
 
¿Qué ha dicho la inefable OEA? Nada, como si ese problema, el asesinato de periodistas en México, los hallazgos frecuentes de fosas con decenas de cadáveres o el asesinato de candidatos en las últimas elecciones, no fueran problemas de su incumbencia. ¿Han leído alguna declaración de un funcionario del gobierno de EEUU expresando su preocupación por esos crímenes de líderes sociales colombianos?
 
 
 
Por mucho menos de eso, más precisos: por nada de eso, ustedes se habrán dado cuenta de cómo han tratado a Venezuela, con un cerco económico y un bloqueo financiero que nos cierra las vías para adquirir alimentos y medicinas, y casi la pone al borde de una invasión militar desde Estados Unidos.
 
 
 
Ni el llamado Grupo de Lima (en descomposición) ha levantado su voz por lo que ocurre en Colombia, uno de sus integrantes. Y cuanto se ha aprobado en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas ha quedado como letra muerta en sus archivos, junto a la carta que les envió el Secretario General.
 
 
 
Como pueden ver, se trata de dos posiciones políticas, el silencio frente a la ola de asesinatos de líderes sociales en Colombia y la agresividad contra los gobiernos y pueblos de países soberanos e independientes como Venezuela.
 
 
 
Adán Chávez insistió hace poco en TV en que hay que seguir mostrando al pueblo que “anda con confusiones, dudas e incluso molestias, que es cierto que existe una guerra económica, un cerco financiero contra nuestro país, que no son cuentos”. Por supuesto que no son cuentos, y que exista tanta incertidumbre por una cantidad de personas mucho más numerosas de las que el Gobierno piensa que existe. Y todo es debido a la forma como se ha venido denunciando esa guerra económica, en pedacitos, circunstancialmente, sin ofrecer una imagen completa, integral y hasta histórica, de cómo se ha desarrollado ese nuevo tipo de conspiración contra Venezuela. Humildemente he tenido una sencilla propuesta para enfrentarla, pero parece que nadie escucha.
 
 
 
Inocultables, las agencias internacionales de noticias con poca frecuencia nos informan de crímenes, desaparecidos, hallazgos de tumbas colectivas en México, pero no valoran la multiplicación de casos de abusos sexuales de miembros de la Iglesia católica chilena. Hace poco, la Fiscalía abrió una investigación a 158 miembros de esa Iglesia por abuso sexual, de ellos 74 son obispos, nada menos que obispos, sacerdotes o diáconos. Se identificaron 226 víctimas, de ellas 178 menores de edad. El Papa ha tomado algunas medidas, pero este caso sí como que se les fue de las manos.
 
 
 
Vean cómo la denunciada corrupción en Pdvsa tiene expresiones en el exterior. Hace poco el fiscal general adjunto de EEUU, Brian B. Benczkiwski, y el agente especial Mark Selby, de la Oficina de Seguridad e Inmigración en Miami, acusaron al alemán Mathias Krull y al colombiano Gustavo Hernández Frieri, por lavado de dinero de Pdvsa en miles de millones de dólares, y a los venezolanos Francisco Convit Guruceaga, José Amparan Cróquer, Carmelo Urdaneta y Abraham E. Ortega. Según el Departamento de Justicia “los supuestos conspiradores incluyen antiguos funcionarios de Pdvsa, lavadores de dinero profesionales…”
 
 
 
¿Cómo es posible que en Estados Unidos se divulguen las utilidades de las más importantes empresas y que en Venezuela no se conozcan las de aquí? Lo pregunto porque se acaba de anunciar que la Coca Cola obtuvo beneficios netos en el semestre enero-junio por 3.684 millones de dólares, 44% más que en 2017. ¿Algún día sabremos cuáles fueron las utilidades, por ejemplo, de la Polar?
 
 
 
Buena noticia el anuncio de que el Congreso del Psuv, instalado ayer, examinará la crisis económica, y ojalá lo haga con el espíritu crítico y autocrítico que el miércoles dijo el presidente Maduro son parte de su método de trabajo, y esa noche, Diosdado Cabello señaló que “la crítica y la autocrítica son cosas fundamentales de nuestra militancia”. De manera que no hay razones para que se queden callados. Y es de desear que como cuestiones colaterales, pero no menos importantes, vean la crisis del agua, los apagones y el transporte. Y no añado los precios, no solo porque son parte esencial de la crisis económica, sino porque sus 670 delegados tendrán las más variadas experiencias de su alza progresiva, imparable, brutal, que hace que la gente se pregunte ¿hasta cuándo se podrá soportar?
 
 
 
Lo anoté en mi agenda del 20 de agosto: ese día “enterraremos el remarcaje y el boicot”, anunció el vicepresidente para la Economía, Tareck El Aissami. Mi mamá habría dicho: ”Que Dios lo oiga”.
 
 
 
No le ha ido muy bien a Venezuela en los Centroamericanos. Es difícil que alcance las 50 doradas pronosticadas; el cuarto puesto se lo disputa con República Dominicana y Guatemala. Vean el medallero. El próximo domingo lo analizaré.
 
 
 
Si en armonía con el Banco Central se acordó pagar en efectivo a los pensionados para que ahorraran en sus pagos, es lógico que la deuda de 6 millones igualmente se les cancele en billetes, aunque sea fragmentariamente.
 
 
 
(por: Eleazar Díaz Rangel)