Ramos Allup pasó semanas fanfarroneando con hablar en la OEA. Preparó el viaje al norte, la comitiva y reservó habitaciones. Pero el lobby de Almagro fracasó y pusieron al jefe adeco a ver la sesión en un cuartito o anexo.
Después de toda la promoción de su frustrado discurso, Ramos reaccionó como el marido maleteado que rezonga: “acabo de dejar a la ingrata”.
Sin que nadie le pregunte, ahora anda gritando a todo el mundo: “Yo fui el que no quiso hablar en la OEA, ¿pa’qué?”
Por Earle Herrera
(CO)