El bitcóin, considerada la divisa virtual más popular del mundo, volvió a los titulares este 23 de julio cuando su cotización alcanzó la suma de 7.785 dólares.

 

Con casi 10 años en el mercado, la criptomoneda ha significado una revolución financiera, por una parte, y motivo de debates sobre la necesidad o no de controles gubernamentales, por otra.

 

Además, en los últimos años la principal moneda digital tampoco ha estado exenta de las diatribas políticas y su nombre ha aparecido en varias ocasiones ligado a actividades ilícitas.

 

Un grupo de hackers, por ejemplo, aseguró en 2015 haber descubierto que el grupo terrorista Estado Islámico (EI) acumulaba criptomonedas y que poseía una cuenta con 3 millones de dólares en bitcoines.

 

A finales de 2017, una mujer fue acusada de varios cargos ante un tribunal de Nueva York (EE.UU.) por blanquear bitcoines para los yihadistas. 

 

Más recientemente, Corea del Sur acusó al Gobierno de Corea del Norte de haberle robado criptomonedas valoradas en miles de millones de wones. Además, un vocero de Seúl afirmó que la Inteligencia surcoreana suponía que Pionyang seguía intentando, de forma continua, hackear las plataformas de intercambio para robar criptomonedas.

 

La privacidad de los usuarios

 

Originalmente, las criptomonedas fueron concebidas como dinero completamente digital, que permiten pagos descentralizados impulsados por los usuarios de una misma red. Usuarios que operan sin una autoridad central o intermediarios.

 

Es decir, que se «elimina toda la red de intermediación bancaria que opera en una transacción aparentemente simple y cada persona se convierte en su propio banco. Ese es el poder de las criptomonedas», explica José Antonio Sánchez, vicepresidente de la firma consultora Binario Internacional.

 

Pero esa privacidad tiene sus adversarios. Durante un encuentro digital con usuarios del portal Reddit, el magnate estadounidense Bill Gates consideró que el principal atributo de las divisas virtuales, el anonimato, «no es algo bueno».

 

Argumentos en contra

 

Concretamente, el fundador de Microsoft dijo que las criptomonedas se emplean «en este momento» para comprar fentanilo [uno de los opioides sintéticos causantes de numerosas muertes en EE.UU.] y otras drogas. Por tal motivo, afirmó, «estamos ante una rara tecnología que ha causado muertes de manera bastante directa».

 

Por su parte, Daniela Inojosa, activista chileno-venezolana del colectivo La Araña Feminista, se enfoca en otro aspecto: «El uso de criptodivisas para financiar redes de trata de personas. Es el resultado de la privacidad o el anonimato de las operaciones con monedas digitales».

 

En este sentido, Inojosa subrayó el caso de Carl Ferrer, presidente del portal Backpage.com, que en 2016 fue arrestado bajo cargos de facilitar el tráfico humano.

 

El sitio Criptonoticias detalló que, como respuesta a la detención de Ferrer, las empresas Visa y MasterCard cancelaron sus operaciones con esa página, lo que le dejó el camino libre a las criptomonedas como forma de pago para sitios de pornografía que, en algunos casos, también captan mujeres para las redes de trata.

 

El anonimato de las transacciones

 

José Antonio Sánchez, quien también es investigador especializado en criptomonedas, explica que la demanda de usuarios derivó en varios proyectos ya consolidados y que «están dedicados a soportar el anonimato de las transacciones» con criptomonedas. Entre esas redes destacan: Monero, Dash, Zcash o Bitcoin Private.

 

Estas fueron diseñadas para proteger la privacidad de los usuarios. «Basta tener una cartera de una de estas criptomonedas para tranzar con otra, sin pasar por una casa de cambio», dice el experto.

 

Criptomonedas y delincuencia

 

Además, Sánchez recordó que aunque la filosofía de las criptomonedas se basa en que las personas (no las instituciones o los gobiernos) tengan control de su propio dinero, «eso significa que, al tratarse de un sistema totalmente descentralizado, cada individuo puede hacer lo que le plazca con su dinero, incluyendo actividades ilícitas».

 

Eso no quiere decir, añade el especialista, que las criptomonedas sean «la única manera de financiar crímenes», sino que pueden ser empleadas por redes delincuenciales, «como una forma más», para intentar evadir la Justicia.

 

El investigador indica que así como se publican noticias que «revelan el uso de criptomonedas para asuntos ilícitos», como ventas de armas, narcotráfico o trata, también se difunden estudios sobre la actividad de diferentes cadenas de bloques, «en los que se precisa que eso solo ocurre en un 0,01% de los casos».

 

En su opinión, la mayoría de las personas «no usa las criptomonedas para cometer o financiar delitos», aunque técnicamente exista esa posibilidad.

 

Lo cierto es que la aparición y éxito de las criptomonedas en el mercado financiero desató un enfrentamiento entre el statu quo y la revolución filosófica que significó la aparición del dinero totalmente digital.

 

«Los gobiernos, los bancos y otras instituciones, introducen una serie de regulaciones a este nuevo mercado para poder retomar el control, seguir sabiendo lo que cada uno de nosotros hace o el destino de cada billete que se mueve», finaliza José Antonio Sánchez.

 

(RT)